AQUÍ ENCONTRARÁS, ARTÍCULOS FOTOS Y VIDEOS SOBRE LAS FUERZAS ARMADAS MUNDIALES, EQUIPO MILITAR, ARMAS DE FUEGO, ARMAS BLANCAS, LAS GUERRAS MUNDIALES Y OTRAS GUERRAS, VIDEOS DOCUMENTALES, HISTORIA UNIVERSAL, HISTORIA ARGENTINA, BATALLAS Y COMBATES, BANDAS SONORAS DE PELÍCULAS BÉLICAS, DERECHOS HUMANOS, SUPERVIVENCIA, SOCORRISMO.

"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

23 de abril de 2019

BATALLA DE POZO DE VARGAS, 10 de Abril de 1867 - Guerras Civiles Argentinas.

Cuadro alusivo a la batalla de Pozo de Vargas, del pintor Honorio Rodríguez
La Batalla de Pozo de Vargas, del 9 de abril de 1867, fue un enfrentamiento de las guerras civiles argentinas, entre las fuerzas federales del caudillo Felipe Varela y las del gobierno nacional argentino, dirigidas por el general Antonino Taboada, en las afueras de la ciudad de La Rioja. La victoria de Antonino Taboada significó el final de la última y mayor rebelión del norte contra la presidencia de Bartolomé Mitre. La conocida canción popular anónima "Zamba de Vargas" trata sobre este acontecimiento.
Batalla de Pozo de Vargas
Guerras civiles argentinas
(Revolución de los Colorados)
Fecha9 de abril de 1867
LugarAfueras de La RiojaArgentina
ResultadoVictoria de los liberales
Beligerantes
División Norte delEjército ArgentinoEjército Federal
Comandantes
Antonino TaboadaFelipe Varela
Fuerzas en combate
Total: 1.7001 -2.5002
(probablemente 2.1003-2.4004 )
Black 30x30.png 1.6004 -1.7002 infantes
Black 30x30.png 800 jinetes4 2
Total: 3.0001 -5.0005 2
(probablemente 4.000)6
Black 30x30.png 1.000 infantes7
Black 30x30.png 3.000 jinetes7 8
Black 30x30.png 2 cañones7 2
Bajas
Desconocidas200 muertos, 200 heridos, 300 prisioneros, 500 fusiles y 2 cañones capturados4 9
Sitio histórico en el que se enfrentaron Varela y Taboada 
Antonino Taboada
Antonino Taboada.jpg
General Antonino Taboada
general
LealtadUnitario
Servicio/ramaCaudillo
MandosEjército provincial de Santiago del Estero
Participó enLas guerras civiles argentinas
NacimientoVilla Mataráprovincia de Santiago del Estero1814
FallecimientoSan Miguel de Tucumán1883
ANTECEDENTES
La Revolución de los Colorados en Mendoza, a fines de 1866, era el resultado de la política de sumisión que había impuesto el gobierno de Mitre a las provincias. Las pocas provincias que se unieron espontáneamente a su política, francamente centralista, habían colaborado para extender la dominación del partido liberal por el resto del país. En las provincias de Cuyo y el noroeste, los gobiernos habían sido desplazados violentamente, y el partido federal estaba proscripto.
Revolución de los Colorados
Guerras civiles argentinas
Fecha6 de noviembre de 1866-10 de abril de 1867
LugarCuyo y Noroeste de Argentina
ResultadoVictoria gubernamental
Beligerantes
Bandera de Argentina Ejército ArgentinoFlag of the Argentine Confederation.svg Federales
Comandantes
Julio Campos
Wenceslao Paunero
Antonino Taboada
Juan de Dios Videla
Juan Saá
Felipe Varela
Fuerzas en combate
4.000 (Paunero)
3.000 (Taboada)
3.500-8.000 (Saá)
3.000-5.000 (Varela)

Unos 1.000 -5.000 muertos en total
Unos 5.000 exiliados en total.
🔺La Revolución de los Colorados (noviembre de 1866 – abril de 1867) fue el último alzamiento del partido federal argentino en el oeste del país. Pretendía desconocer la autoridad del presidente Bartolomé Mitre, liberar a las provincias de gobiernos impuestos desde la capital, Buenos Aires, y terminar con la Guerra del Paraguay, a la cual se oponían. Fue liderada por varios caudillos locales, de los cuales el más conocido es Felipe Varela, y logró dominar por completo tres provincias y poner en peligro otras dos. Fue vencida en dos batallas en abril de 1867, y tras la derrota de Varela – que se hizo esperar casi un año más – el partido federal desapareció en el oeste y norte del país.
Combate del Pozo de Vargas. El 10 de abril de 1867
La rebelión más firme estuvo dirigida durante dos años por el general Ángel Vicente Peñaloza, alias el Chacho, y sangrientamente aplastada por las fuerzas enviadas desde Buenos Aires; con ellas colaboró el ejército santiagueño de los hermanos Taboada, y la guerra se saldó con la derrota y el asesinato de Peñaloza.
Ángel Vicente Peñaloza
Angel Vicente Peñaloza.jpg
Ángel Vicente Peñaloza, ca. 1850 - 1860.
General
ApodoChacho
LealtadBandera de Argentina Partido Federal de Argentina
Participó enGuerras civiles argentinas

Nacimiento2 de octubre de 1798
Bandera de España MalanzánLa RiojaVirreinato del Río de la Plata
Fallecimiento12 de noviembre de 1863 (65 años)
Bandera de Argentina OltaLa RiojaArgentina
F. Varela y ayudantes - La batalla del Pozo de Vargas fue librada el 10 de abril de 1867; se enfrentó el Ejército Nacional al mando de Antonio Taboada y los montoneros al mando de José Felipe Varela 
La guerra de la Triple Alianza contra Paraguay llevó nuevamente a la exasperación a las poblaciones, especialmente a los gauchos del campo, que eran los que formaban la mayor parte de los contingentes enviados a la guerra. Varios motines de soldados enganchados a la fuerza prepararon el terreno, y finalmente uno de ellos derrocó al gobierno de la provincia de Mendoza. Rápidamente, los federales ganaron para su causa a las provincias de San Juan y San Luis.
Felipe Varela y J. D. Videla
Desde Chile regresó el coronel Felipe Varela, al frente de un contingente bastante reducido (en el que figuraban unos 15 soldados chilenos) y se puso al frente de la revolución en La Rioja. Pronto reunió unos 5.000 hombres, gauchos bien montados y valientes, pero mal dirigidos y peor armados. Además de dos cañones de pequeño calibre.10
Mientras tanto, el general Juan Saá y el coronel Juan de Dios Videla dirigían los gobiernos y ejércitos federales en Cuyo. Llevaron el grueso de su ejército hasta el este de la provincia de San Luis.
Tras imponer un gobierno federal en La Rioja, Felipe Varela atacó el oeste de la provincia de Catamarca. Desde allí, por el norte de La Rioja, pensaba dirigirse a la capital de esa provincia.
Batalla de Pozo de Vargas
En camino hacia Catamarca, Felipe Varela recibió aviso de que Antonino Taboada había ocupado la ciudad de La Rioja con un ejército de 3.000 hombres.11 Para no tenerlo a sus espaldas, retrocedió hacia ella. Fue un tremendo error, ya que se privó de expandir la revolución a otras provincias, donde podía haber recibido apoyos.
El peor de los errores, sin embargo, fue no haberse asegurado la provisión de agua. Avanzó dos días hacia el sur sin nada que darle de beber a sus caballos y hombres, y encontró todos los pozos secos. Insólitamente, siguió adelante.
Homenaje a Felipe Varela en La Rioja en el Pozo de Vargas 
El próximo pozo disponible era el de la estancia de Vargas, a una legua de la ciudad. Pero allí lo esperaba Antonino Taboada con 1.700 hombres, provocativamente ubicados en torno del único pozo.
El 9 de abril a media mañana aparecieron los federales, muertos de sed. Felipe Varela dudó en atacar en esas condiciones, pero la muerte de algunos de sus hombres mientras distribuía sus tropas lo decidió. La batalla comenzó a la una de la tarde.
Felipe Varela y J. D. Videla
Los federales lucharon con desesperación, pero sus caballos estaban debilitados y tenían muy pocas armas de fuego. Los nacionales, en cambio, estaban armados con fusiles de repetición y se limitaron a resguardarse y tirar contra los blancos móviles que desfilaban frente a ellos. La superioridad numérica de los montoneros les permitió algunos éxitos parciales, entre ellos la captura por parte del coronel Elizondo del parque del ejército nacional y el avance hasta entrar en la ciudad de La Rioja.
Felipe Varela y J. D. Videla
Pero sus hombres, casi muertos de hambre y sed, se dispersaron por la población, comiendo y bebiendo, incluso emborrachándose.
La batalla terminó hacia las seis de la tarde, con la completa derrota federal, que dejó en el campo de batalla más de mil muertos y otros tantos prisioneros.12 Los nacionales perdieron unos doscientos hombres, sobre todo de la caballería, que había sido utilizada con torpeza. Con menos de 180 hombres, Felipe Varela debió retirarse, dejando el campo al muy maltrecho ejército nacional.9
Coronel Felipe Varela (1819-1870)
CONSECUENCIAS
La batalla fue un desastre para las esperanzas de los federales. Sus hombres retrocedieron, desorganizados, hacia el norte de la provincia, para luego girar hacia el oeste, sin atacar Catamarca. En esa zona recibieron la noticia de la derrota del ejército de Saá en la batalla de San Ignacio y de la huida de todos los dirigentes federales cuyanos a Chile.
Batalla del Paso de San Ignacio
Guerras civiles argentinas
(Revolución de los Colorados)
Fecha1 de abril de 1867
LugarCerca de Villa Mercedes,
provincia de San Luis,
Argentina Bandera de Argentina
ResultadoVictoria del Ejército porteño
Beligerantes
Ejército FederalDivisión del Ejército Argentino
Comandantes
Juan SaáJosé Miguel Arredondo
Fuerzas en combate
Total: 3.500 -8.000
(probablemente 4.000-5.000)
(incluyendo 500 ranqueles)
8 cañones
Total: 1.600
2 cañones
Bajas
575 muertos, heridos y prisioneros;
cañones capturados
46 muertos, 153 heridos y 180 dispersos
🔺La Batalla de San Ignacio (sobre el río Quinto, provincia de San Luis, Argentina, 1 de abril de 1867) fue un encuentro bélico entre los últimos caudillos federales del oeste del país y las fuerzas del gobierno porteño. Las fuerzas nacionales, al mando del coronel José Miguel Arredondo vencieron a las federales, mandadas por el general Juan Saá.
Felipe Varela siguió resistiendo varios meses, e incluso ocupó por unas horas las ciudades de Salta y Jujuy, pero terminaría refugiado en Bolivia. De todos modos, nunca volvió a reunir más de 80013 ó 1.000 hombres.14
Batalla de Pozo de Vargas
LA REVUELTA FEDERAL HABÍA FRACASADO POR COMPLETO, Y EL RÉGIMEN LIBERAL IMPERARÍA SIN OPOSICIÓN DURANTE VARIAS DÉCADAS EN LA ARGENTINA.
Lentamente, las poblaciones del interior se acostumbrarían a estar sometidas a la prepotencia de quienes llegaran desde Buenos Aires. Y a la pobreza impuesta por una política económica que sólo veía la prosperidad de la región pampeana. Por otro lado, la larga nómina de presidentes del interior, que gobernó durante más de veinte años (desde 1868 a 1880) no mitigó la humillación que sentían los habitantes de las provincias del norte y del oeste.
La última rebelión contra el régimen porteño estaría dirigida por Ricardo López Jordán, pero sería exclusivamente entrerriana.
Coronel Felipe Varela (1819-1870) - Felipe Varela, el Quijote de los Andes
LA ZAMBA DE VARGAS
En relación con esta batalla se ha tejido la leyenda de la zamba que habría tocado la banda del ejército Taboada. Los soldados santiagueños, acobardados por la superioridad numérica del enemigo, se habrían puesto a bailar con sus fusiles al oír los acordes de la zamba, con lo que habrían recuperado el valor. Durante años se dijo que la zamba que circulaba con el nombre de Zamba de Vargas era la misma que se habría ejecutado ese día.
«Zamba de Vargas»
Canción de origen popular anónima
PublicaciónAndrés Chazarreta (1906)
GrabaciónAndrés Chazarreta (1930-1935)1
GéneroFolklore argentinozamba
Duración2:40
DiscográficaRCA Víctor
Escritor(es)Popular anónimo
Recopilada por:
Música: Andrés Chazarreta
Letra: Domingo Lombardi
Juan Alfonso Carrizo
Vicente Forte
Los Hermanos Ábalos
Bartolomé Peralta Luna
Canciones de
«No hay»«Zamba de Vargas»«La Telesita»
Se le atribuye haber sido ejecutada durante una batalla y haber causado la victoria.
🔺La Zamba de Vargas es una conocida canción popular de autor anónimo integrante del folklore argentino y, a su vez, la zamba más antigua de la que se tenga registro musical. De ella se ha dicho que es "la madre de todas las zambas". Es probable que la "Zamba de Vargas" exprese el momento histórico y artístico en que la zamacueca afroperuana, ya en versión de cueca chilena, se transformó para dar origen a la zamba argentina, uno de los estilos musicales más representativos del folklore de ese país.
Su origen data de la época en que se libró la sangrienta Batalla de Pozo de Vargas, sucedida el 10 de abril de 1867, durante las guerras civiles argentinas, donde se enfrentaron las fuerzas federales del caudillo Felipe Varela y las del gobierno nacional argentino, dirigidas por el general Antonino Taboada, y la tradición popular interpreta como un enfrentamiento entre riojanos y santiagueños -principalmente, adoptando aquellos el bando federal y éstos el bando del gobierno nacional presidido por Bartolomé Mitre. La tradición popular le ha atribuido haber sido interpretada por una banda militar en pleno combate y haber revertido la suerte de las armas, a favor de los santiagueños. La canción se transmitió durante décadas en forma oral, con letras variables según el bando que defendían los intérpretes, y es una manifestación de los sentimientos patrióticos ligados a la pertenencia a las diferentes provincias o patrias chicas que integran la Argentina, enfrentadas en el curso del siglo XIX, a causa del sistema de gobierno que habría de establecerse en la Constitución.
El santiagueño Andrés Chazarreta (1876-1960), escuchó en su hogar la "Zamba de Vargas" desde su infancia y en 1906 inició su carrera musical recopilándola por primera vez y ejecutándola en público.
Se interpreta con dos melodías, una recopilada por Andrés Chazarreta en 1906, y la otra por Luis Peralta Luna. Por otra parte, se han recopilado y arreglado diversas letras, agrupadas en lo que se conoce como versión riojana y versión santiagueña. Entre las recopilaciones se destacan las realizadas por Domingo Lombardi, Juan Alfonso Carrizo, Vicente Forte, Los Hermanos Ábalos y Bartolomé Peralta Luna.
Juan Alfonso Carrizo en La Rioja en 1939. Sus recopilaciones del cancionero popular del noroeste argentino permitieron reconstruir la versión riojana federal de la "Zamba de Vargas".
LA VERDAD DE LA "ZAMBA DE VARGAS"
Pero algunos historiadores con simpatías por el bando federal respondieron que la banda que tocó la conocida zamba era la de Varela, y que como la banda cayó en manos de Taboada, éste también se apoderó de la zamba.
En realidad, no hay pruebas de que el género musical conocido como “zamba” existiera siquiera en fechas tan tempranas. Por el tipo de composición, es seguro que la Zamba de Vargas es, por lo menos, varias décadas posterior a la batalla.
General Antonino Taboada
POZO DE VARGAS
El 10 de abril de 1867, en torno al jagüel de Vargas, en el camino apenas saliendo de La Rioja a Catamarca, durante siete horas desde el mediodía hasta el anochecer, se libró la batalla más sangrienta de nuestras guerras civiles.
Los primeros días de abril el ejército unitario con cañones Krupp y fusiles Albion y Brodlin que los buques ingleses habían descargado poco antes en el puerto de Buenos Aires, al mando del general Antonio Taboada, entró a la ciudad capital de La Rioja aprovechando la ausencia de su caudillo y obligó al coronel Felipe Varela a volver al sur para liberarla.
Taboada les dejará el pozo de agua como cebo, disimulando en su torno los cañones y rifles; sus soldados eran menos que los federales, pero la superioridad de armamento y posición era enorme.
Las tropas de Felipe Varela estaban constituidas principalmente por la caballería armada con lanzas o tacuaras organizada como montonera (pintura de Cándido López).
LANZAS CONTRA FUSILES
Fuentes: - Agenda de Reflexión Nº 271, Año III, Bs.As. Lanzas contra fusiles. Investigación histórica de José María Rosa. - La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar
El 10 de abril de 1867, en torno al jagüel de Vargas, en el camino apenas saliendo de La Rioja a Catamarca, durante siete horas desde el mediodía hasta el anochecer, se libró la batalla más sangrienta de nuestras guerras civiles.
Felipe Varela 
Los primeros días de abril el ejército “nacional” (mitrista) del Noroeste –reforzado con los veteranos del Paraguay y su brillante oficialidad y con los cañones Krupp y fusiles Albion y Brodlin que los buques ingleses habían descargado poco antes en el puerto de Buenos Aires- al mando del general liberal Antonio Taboada (del clan familiar unitario de ese apellido que dominó Santiago del Estero durante casi todo el siglo XIX), entró a la ciudad capital de La Rioja aprovechando la ausencia de su caudillo y obligó al coronel Felipe Varela a volver al sur para liberarla.
Al frente de los batallones de su montonera iban los famosos capitanes Santos Guayama, Severo Chumbita, Estanislao Medina y Sebastián Elizondo.
En plena marcha, el día 9 el caudillo invitó caballerescamente a Taboada “a decidir la suerte y el derecho de ambos ejércitos” en un combate fuera de la ciudad “a fin de evitar que esa sociedad infeliz sea víctima de los horrores consiguientes a la guerra y el teatro de excesos que ni yo ni V.S. podremos evitar”. Pero el general no era ningún caballero y no respondió. Ubicó sus fuerzas en el Pozo de Vargas, una hondonada de donde se sacaba barro para ladrillos, en el camino por donde venían las montoneras.
Montonera Varelista 
El sitio fue elegido con habilidad porque Varela llegaría con sus gauchos al mediodía del 10, fatigados y sedientos por una marcha extenuante, a todo galope y sin descanso. Mientras, los “nacionales” habían destruido los jagüeles del camino, dejando solamente el de Vargas, a la entrada misma de la ciudad, a un par de kilómetros del centro. Taboada les dejará el pozo de agua como cebo, disimulando en su torno los cañones y rifles; sus soldados eran menos que los guerrilleros, pero la superioridad de armamento y posición era enorme.
En efecto, la montonera se arrojó sedienta sobre el pozo (“tres soldados sofocados por el calor, por el polvo y el cansancio expiraron de sed en el camino”), y fue recibida por el fuego del ejército de línea. Una tras otra durante siete horas se sucedieron las cargas de los gauchos a lanza seca contra la imbatible posición parapetada de los cañones y rifles de Taboada. En una de esas Varela, siempre el primero en cargar, cayó con su caballo muerto junto al pozo. Una de las tantas mujeres que seguían a su ejército –que hacían de enfermeras, cocineras del rancho y amantes, pero que también empuñaban la lanza con brazo fuerte y ánimo templado cuando las cosas apretaban- se arrojó con su caballo en medio de la refriega para salvar a su jefe. Se llamaba Dolores Díaz pero todos la conocían como “ la Tigra ”. En ancas de la Tigra el caudillo escapó a la muerte.
Felipe Varela y J. D. Videla
Dolorez Díaz, "La Tigra" acompañaría por poco tiempo a la montonera. Tuvo la mala suerte de caer prisionera de Taboada, que la trasladó a Brachal, un verdadero "campo de concentración" de Santiago del Estero. Nada más se sabe de "La Tigra".(JMR.Guerra del Paraguay.p.270)
Felipe Varela en territorio riojano
Al atardecer de ese trágico día de otoño se dieron las últimas y desesperadas cargas, y con ellas se terminaron de hundir todas las esperanzas de un levantamiento federal del interior en favor de la nación paraguaya de Francisco Solano López y la “guerra de la Unión Americana ”. Con un puñado de sobrevivientes apenas, Felipe Varela dio la orden de retirada, diciendo –despechado- al volver las bridas: “¡Otra cosa sería / armas iguales!”.
Felipe Varela y J. D. Videla
La retirada se hizo en orden: Taboada no estaba tampoco en condiciones de perseguir a los vencidos. Pero del aguerrido y heroico ejército de 5.000 gauchos que llegaron sedientos al Pozo de Vargas al mediodía, apenas quedaban 180 hombres la noche de ese dramático 10 de abril de 1867. Los demás han muerto, fueron heridos o escaparon para juntarse con el caudillo en el lugar que los citase, que resultó ser la villa de Jáchal. Pero Taboada también había pagado su precio: “La posición del ejército nacional –informa a Mitre- es muy crítica, después de haber perdido sus caballerías, o la mayor parte de ellas, y gastado sus municiones, pues en La Rioja no se encontrará quien facilite cómo reponer sus pérdidas”. En efecto, como nadie le facilitaba alimentos ni caballos voluntariamente, saqueó la ciudad durante tres días.
Felipe Varela
Alto, enjuto, de mirada penetrante y severa prestancia, Felipe Varela conservaba el tipo del antiguo hidalgo castellano, tan común entre los estancieros del noroeste argentino. Pero este catamarqueño se parecía a Don Quijote en algo más que la apariencia física. Era capaz de dejar todo: la estancia, el ama, la sobrina, los consejos prudentes del cura y los razonamientos cuerdos del barbero, para echarse al campo con el lanzón en la mano y el yelmo de Mabrino en la cabeza, por una causa que considerase justa. 
Ruinas de la casa de Felipe Varela en Guandacol, La Rioja.
Aunque fuera una locura. Fue lo que hizo en 1866, frisando en los cincuenta años, edad de ensueños y caballerías. Pero a diferencia de su tatarabuelo manchego, el Quijote de los Andes no tendría la sola ayuda de su escudero Sancho en la empresa de resolver entuertos y redimir causas nobles. Todo un pueblo lo seguiría por los llanos. Varela era estanciero en Guandacol y coronel de la nación con despachos firmados por Urquiza. Por quedarse con el Chacho Peñaloza (también general de la nación) se lo había borrado del cuadro de jefes. No le importó: siguió con la causa que entendía nacional, aunque los periódicos mitristas lo llamaran “bandolero”, igual que a Peñaloza.
Felipe Varela
La muerte del Chacho lo arrojó al exilio en Chile. Allí leyó dolido sobre la iniciación de la impopular Guerra del Paraguay.
Además, presenció el bombardeo de Valparaíso por el almirante español Méndez Núñez, y se enteró con indignación que Mitre se negaba a apoyar a Chile y Perú en el ataque de la escuadra. Si no le bastara la evidencia de la guerra contra Paraguay, ahí estaba la prueba del antiamericanismo del gobierno de su país. Pero cuando conoció en 1866 el texto infame del Tratado de la Triple Alianza, (revelado desde Londres), no lo pensó dos veces. 
Felipe Varela
Dio orden que vendieran su estancia y con el producto compró unos fusiles Enfield y dos cañoncitos (los “bocones” los llamará) del deshecho militar chileno. Equipó con ellos a unos cuantos exiliados argentinos y esperaron el buen tiempo para atravesar la cordillera. Cuando se hizo practicable, al principio del verano, retornó a la patria mientras la noticia de Curupaytí con sus 10.000 bajas sacudía a todo el país. Como la plata no le daba para contratar artilleros, los bocones apuntarían al tanteo, pero Varela no reparaba en esas cosas. En lo que sí gastó su dinero fue también en ¡una banda de músicos!, para amenizar el cruce de la cordillera y alentar las cargas futuras de su “ejército”. Esa banda crearía la zamba, la canción épica de la "Unión Americana" en sus entreveros, la más popular de las músicas del Noroeste argentino.
Felipe Varela, al enterarse de la Guerra de la Triple Alianza, da orden de vender su estancia de Guadacol y compra fusiles y cañoncitos del desecho militar de los chilenos y con los emigrado argentinos y chilenos forma dos regimientos : Urquiza y Buenos Aires.
A mediados de enero está en Jáchal, San Juan, que será el centro de sus operaciones. La noticia del arribo del coronel con dos batallones de cien plazas, sus dos bocones y su banda de música corrió como el rayo por los contrafuertes andinos. Cientos, y luego miles de gauchos de San Juan, La Rioja , Catamarca, Mendoza, San Luis y Córdoba sacaron de su escondite la lanza de los tiempos del Chacho, custodiada como una reliquia, ensillaron el mejor caballo y, con otro de la brida, galoparon hacia el estandarte de enganche.
A los quince días el coronel contaba más de 4.000 plazas con apenas 100 carabinas. No hay uniformes, ni falta que hacen: la camiseta de frisa colorada es distintivo suficiente; un sombrero de panza de burro adornado con ancha divisa roja (“¡Viva la Unión Americana ! ¡Mueran los negreros traidores a la patria!”) protege del sol de la precordillera.
Felipe Varela
A veces la divisa se ciñe como una vincha sobre la frente, evitando que la tupida melena caiga sobre los ojos. Y, ¡cosa notable!, hay una disciplina inflexible: un soldado de la Unión Americana debe ser ejemplo de humanidad, buen comportamiento y obediencia. Por las tardes, Varela les leía la Proclama que había ordenado repartir por toda la República:
“¡Argentinos! El pabellón de Mayo, que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las manos ineptas y febrinas del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí. Curuzú y Curupaytí. Nuestra nación, tan grande en poder, tan feliz en antecedentes, tan rica en porvenir, tan engalanada en gloria, ha sido humillada como una esclava quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre y sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño que después de la derrota de Cepeda, lagrimeando juró respetarla.
“Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros varios dignos de Mitre.
¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificada dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y es tiempo de contener! “¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, al precio del oro, las lágrimas y la sangre paraguaya, argentina y oriental!
“Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución, la paz y la amistad con el Paraguay y la unión con las demás repúblicas americanas.
 “¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí os invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte vuestro jefe y amigo, el coronel Felipe Varela”.
El 04 de junio del año 2012 la presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner elevó al rango de General de la Nación al caudillo catamarqueño Felipe Varela.
Un día llega a los fogones de Jáchal donde se preparaba el ejército nada menos que Francisco Clavero, a quien se tenía por muerto desde las guerras del Chacho cuatro años atrás. Antiguo granadero de San Martín en Chile y el Perú, era sargento al concluir la guerra de la Independencia. Integrará bajo Rosas las guarniciones de fronteras donde su coraje y comportamiento lo hacen mayor. Don Juan Manuel lo llevará mas tarde al regimiento escolta con el grado de teniente coronel.
Juan Manuel de Rosas
Asiste a la batalla de Caseros –del lado argentino- y será con el coronel Chilavert el último en batirse contra la división brasileña del marqués de Souza. Urquiza, que prefería rodearse de federales antes que de unitarios, después de Caseros no admite su solicitud de baja y en 1853 estará a su lado en el sitio de Buenos Aires.
Con las charreteras de coronel otorgadas por Urquiza combate en el Pocito contra los “salvajes unitarios” y fusila al gobernador Aberastain después de la batalla.
Cuando llegan las horas tristes de Pavón debe escapar a Chile perseguido por la ira de Sarmiento, pero vuelve para ponerse a las órdenes del Chacho. Herido gravemente en Caucete, cae en poder de los “nacionales” que lo han condenado a muerte y tienen pregonada su cabeza. Sarmiento, director de la guerra, ordena su fusilamiento, que no llega a cumplirse por uno de esos imponderables del destino: un jefe “nacional” cuyo nombre no se ha conservado, compadecido del pobre Clavero, lo remite con nombre supuesto entre los heridos nacionales al hospital de hombres de Buenos Aires e informa al implacable director de la guerra que la sentencia “debe haberse ejecutado” porque el coronel “no se encuentra entre los prisioneros”.
Un milagro de su físico y de la incipiente ciencia quirúrgica le salva la vida en el hospital. No obstante faltarle un brazo y tener un parche de gutapercha en la bóveda craneana, abandona el hospital cuando llegan a Buenos Aires las noticias del levantamiento del norte. El viejo sargento de San Martín consigue llegar al campamento de Varela, donde todos lo tenían por muerto; se dice que, sin darse a conocer entre la tropa –donde su nombre tenía repercusión de leyenda- se acercó a un fogón, tomó una guitarra y punteando con su única mano cantó:
“Dicen que Clavero ha muerto,
y en San Juan es sepultado.
No lo lloren a Clavero,
Clavero ha resucitado”

La política de gobierno de Mitre se convirtió en una acción impopular. Los reclutados no querían luchar en el Paraguay. Felipe Varela, desde Chile, amenazó con invadir San Juan, La Rioja y Catamarca.
El entusiasmo de los gauchos fue estruendoso, tanto que sus ecos retumbaron en Buenos Aires, donde los diarios se preguntaban por qué no se cumplió la sentencia contra el coronel federal, y quién era responsable por no haberlo hecho. La noticia de la resurrección de Clavero llegó hasta Inglaterra, donde Rosas, viejo y pobre pero nunca amargado ni ausente de lo que ocurría en su patria, seguía con atención la 
“guerra de los salvajes unitarios contra el Paraguay” y llegó a esperar que fuera realidad la unión de los pueblos hispánicos “contra los enemigos de la causa americana”.
El 7 de marzo de 1867 escribe a su corresponsal y amiga Josefa Gómez (otra ferviente paraguayista), en una carta que se guarda en el Archivo General de la Nación: 
“Al coronel Clavero, si lo ve V., dígale que no lo he olvidado ni lo olvidaré jamás. Que Dios ha de premiar la virtud de su fidelidad”.
Felipe Varela
El 10 de abril de 1867 tiene lugar en tierras de La Rioja un enfrentamiento entre Felipe Varela y Manuel Taboada, conocida como la Batalla del Pozo de Vargas.
Pero volvamos al Quijote de los Andes, que después del desastre de Pozo de Vargas no se siente vencido. Entra a Jáchal entre el repique de las campanas y el júbilo del pueblo entero. A los pocos días sus fuerzas aumentan con los dispersos que llegan de todos los puntos cardinales y se dispone a marchar por los llanos. En los altos de la marcha, los sobrevivientes cantan la letra original de la zamba de Vargas.
Los “nacionales” vienen
¡Pozo de Vargas!
tienen cañones y tienen
las uñas largas.
¡A la carga muchachos,
tengamos fama!
¡Lanzas contra fusiles!
Pobre Varela,
que bien pelean sus tropas
en la humareda.
¡Otra cosa sería
armas iguales!

Luego el ejército mitrista se apropiaría de esa música y le cambiaría la letra a la zamba de Vargas.
El coronel es baqueano de la cordillera. Deja la villa y por escondidos senderos se interna en las montañas para caer por sorpresa en los lugares más inesperados. Es una guerra de recursos, difícil, pero la única posible cuando no se tienen armas y se sabe que la inmensa mayoría de la población le apoyará y seguirá. Como un puma se desliza entre sus perseguidores. No se sabe donde está. Diríase que está en todas partes al mismo tiempo. No es posible arrearse maneado un contingente de “voluntarios” para la guerra del Paraguay, porque los jefes “nacionales” siempre temen que Varela se descuelgue de los cerros y ponga en libertad a los forzados como hizo el otro Quijote, el de la Mancha , con los galeotes. Pero estos no le pagarán a pedrada limpia, sino que se le unen para seguir la lucha imposible por la alianza con las repúblicas de la misma sangre.
En el mes de febrero del año 1974 son repatriados los restos del Coronel Felipe Varela.
Cuerpeando las divisiones nacionales, Varela se desliza por los pasos misteriosos de la cordillera. En octubre, mientras se lo supone en San Juan y se lo espera en Catamarca, Varela baja de la cordillera con mil guerrilleros, esquiva a los “nacionales” que han corrido a cerrarle el paso, y al galope va a Salta donde espera proveerse de armas y alimentos. Toma la ciudad por una hora escasa (aunque los defensores contaban con 225 entre escopetas y rifles contra 40 de las montoneras). De allí siguió a Jujuy y por la quebrada de Humahuaca llegó a Bolivia, donde Melgarejo –en ese momento simpatizante del Paraguay- le dio asilo. En Potosí, Varela publicará un manifiesto explicando su conducta y prometiendo el regreso.
El Presidente del Nación, Bartolomé Mitre, después de la Batalla de Pavón, cooperó para nombrar gobernadores liberales en las provincias y cortar las resistencias en los caudillos.
Cuando Mitre terminó su presidencia y lo reemplaza el candidato opositor Sarmiento, se esperó por un momento que terminase la guerra con Paraguay. No hubo tal cosa, y eso decide el regreso de Varela. (También que Melgarejo ha cambiado de opinión y ahora está muy amigo de Brasil).
El coronel, con escasos seguidores y sin armas de fuego, toma el camino de Antofagasta. Su hueste no alcanza a cien gauchos. La “invasión” amedrenta en Buenos Aires, que manda al general Rivas, al coronel Julio A. Roca y a Navarro a acabar definitivamente con el ejército gaucho. No tremolará mucho tiempo el estandarte de la Unión Americana en la puna de Atacama. Basta un piquete de línea para abatirlo en Pastos Grandes el 12 de enero de 1869. Los dispersos intentan volver a Bolivia, pero Melgarejo lo impide.
Felipe Varela, denominado El Quijote de los Andes por su búsqueda incansable de libertad y de federalismo, tiene su estatua ecuestre ubicada en el predio de la Legislatura provincial
Toman entonces el camino de Chile. Dada la fama del caudillo, el gobierno chileno manda un buque de guerra para desarmar al “ejército”. Encuentran un enfermo de tuberculosis avanzada y dos docenas de gauchos desarrapados y famélicos. Les quitan las mulas y los facones y los tienen internados un tiempo. Después los sueltan, vista su absoluta falta de peligro. Varela se instala en Copiapó, donde morirá el 4 de junio de ese año. 
“Muere en la miseria –informará el embajador Félix Frías al gobierno argentino- legando a su familia que vive en Guandacol, La Rioja , sólo sus fatales antecedentes”.
Ilustración: El Tomi
Pero también debemos decir que Felipe Varela nos dejó a los argentinos –además de su magistral legado de hombría de bien, dignidad y coraje- una creación esencial de nuestro patrimonio cultural, al traer la zamacueca chilena que tocaban los músicos para distraer los ocios y entonar el combate de sus montoneras. Tal vez la tierra argentina y el acento del canto de los gauchos hizo mucho más lánguidos sus compases. Lo cierto es que en los fogones de Jáchal y en los llanos riojanos nacerá la zamba, que rápidamente se extenderá por toda la región.
LA RIOJA.- En el marco de un nuevo Aniversario de la batalla de Pozo de Vargas, el historiador Miguel Bravo Tedín se refirió a las tres grandes banderas que defendió Felipe Varela. La defensa de la Constitución de 1853, el fin de la guerra contra el Paraguay y la unión latinoamericana.



LA VERDAD DE LA "ZAMBA DE VARGAS"

https://www.youtube.com/watch?v=ELe04qwfJJg
Bibliografía
  • Luna, Félix. Los caudillos. Ed. Peña Lillo, Bs. As., 1971.
  • Rosa, José María. La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Ed. Hyspamérica, 1986. ISBN 950-614-362-5
  • Newton, Jorge. Manuel Taboada, caudillo unitario. Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1972.
  • Bazán, Armando R. El noroeste y la Argentina contemporánea. Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1992. ISBN 978-0-9502107-6-6
  • Bazán, Armando R. Historia de La Rioja. Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1991. ISBN 950-21-0104-9
Referencias
  1. ↑ Saltar a:a b Hipólito M. Noriega (1967). Pozo de Vargas y la rebelión de Cuyo, 1867-1967: (política y guerra civil). Santiago del Estero, pp. 19.
    LA BATALLA DE POZO DE VARGAS
    ACTUACIÓN DEL EJERCITO DEL NORTE
    Según los testimonios generalmente admitidos, (...) afirman (el Ejército del Norte estaba compuesto de 1.700 hombres, mientras asignan a su enemigo de tres a cuatro mil. (...)).
  2. ↑ Saltar a:a b c d e Alén Lascano, Luis C. & Ricardo Dino Taralli (1999). Folclore santiagueño: Estudios, antología, mitos y leyendas de Santiago del Estero, medicina y alimentación popular, personajes populares, folclore musical y artístico, flora y fauna en nuestro folclore, juegos, entretenimientos, la religiosidad popular, la proyección folclórica y sus expresiones tradicionales. Editorial Santiago Libros, pp. 163.
  3. Volver arriba La Gazeta. Ricardo López Jordán
  4. ↑ Saltar a:a b c d Isidoro J. Ruiz Moreno (2012). Campañas Militares Argentinas (1865-1874). Tomo IV. Buenos Aires: Claridad.
  5. Volver arriba Rosita Barrera (1997). El folclore en la educación. Ediciones Colihue SRL, Buenos Aires, pp. 327. ISBN 950-581-655-3.
    Era época de avances peligrosos de montoneros. El entonces Presidente de la Nación, Bartolomé Mitre, dispuso que el General Taboada, al mando del Ejército del Norte (compuesto por tropas santiagueñas, tucumanas y algunas de Catamarca y La Rioja) con unos 2000 hombres, protegiese a esta última que estaba sin gobernador al ser ejecutado el Coronel Dávila.
    Varela avanzaba desde Chile, al frente de un ejército de 5000 hombres, titulándose jefe de una cruzada libertadora. (...)
  6. Volver arriba Armando Raúl Bazán (1992). El noroeste y la Argentina contemporánea (1853-1992). Buenos Aires: Plus Ultra, pp. 127. Las tropas de Varela, estimadas en 1.500 infantes y 2.500 jinetes provenían en su mayoría de San Juan, La Rioja y Catamarca.
  7. ↑ Saltar a:a b c Antonio Zinny (1882). Historia de los gobernadores de las provincias argentinas desde 1810 hasta la fecha: Provincias centrales y andinas. Buenos Aires: C. Casavalle, pp. 444
  8. Volver arriba Jorge Newton (1972). Manuel Taboada, caudillo unitario. Plus Ultra, Buenos Aires, pp. 79.
    Eran cinco veces superiores en número a las fuerzas del General Taboada, pues la caballería solamente, que la tuvimos mucho tiempo a la vista, tenía más de 3.000 hombres. "Esta diferencia enorme, que en el acto fue advertida por (...)
  9. ↑ Saltar a:a b Omar R. López Mato (2012). La Patria enferma. Males de héroes, próceres y de quienes no lo fueron tanto. Buenos Aires: Sudamericana. Otras fuentes los elevan a un millar de muertos y otro tanto de prisioneros.
  10. Volver arriba Pozo de Vargas. La última gran batalla.
  11. Volver arriba Juan Alfonso Carrizo (1942). Cancionero popular de La Rioja. Tomo II. A. Baiocco y cía., Universidad Nacional de Tucumán.
    Por toda contestación el general Antonino Taboada le espera al día siguiente con sus 3.000 soldados junto al Pozo de Vargas. (...) para después, cambiando la indumentaria de gaucho, volver a la ciudad por los callejones de Cochan, (...)
  12. Volver arriba López Mato, Omar R. (2012). La Patria enferma: Males de héroes, próceres y de quienes no lo fueron tanto. Buenos Aires: Sudamericana.
  13. Volver arriba Revisionistas » Blog Archive » Felipe Varela
  14. Volver arriba La Gazeta - Combate de Pozo de Vargas
Felipe Varela, sentado a la izquierda.
LA BATALLA DEL POZO DE BARGAS (O VARGAS HOY)
Fuente: http://www.historiadelarioja.com.ar/index.php/component/content/article/9-sin-categoria/124-las-batallas-de-salazar
La célebre batalla ha sido descripta mil veces por la historiografía general y ha pasado a la historia como la última batalla de la larga lucha de los Caudillos riojanos, particularmente el Chacho Peñaloza y demás jefes de las montoneras que lo acompañaron, entre los cuales se destacara finalmente Felipe Varela. Pero veamos sintéticamente como la describe Marcelino Reyes, que llegó a La Rioja un año después.

“La batalla del Pozo de Bargas (era una represa de agua) se inició a las 2 p.m.del día 10 de abril de 1867, después de un tiro de cañón a bala lanzado del ejército rebelde, que no hizo ningún efecto en las filas legales, y que tampoco fue repetido en adelante mientras duró la batalla.

La infantería del ejército del Norte, en número de seis batallones, era casi en su totalidad compuesta de cívicos de Tucumán, entre los que figuraba en primera línea el batallón Río Colorado, cuerpo aguerrido y bien disciplinado, al mando de jefes y oficiales entendidos; y dos batallones de Santiago del Estero.

La caballería la componían fuerzas de esta misma provincia, mal disciplinadas y con muy poca organización militar, que abandonó el campo de la acción ante la amenaza de ser atacada por la del enemigo, que al mando de Sebastián Elizondo, Severo Chumbita y otros jefes con reputación de valientes entre los rebeldes, les llevaron una impetuosa carga que la dispersó en distintas direcciones.

El total de las fuerzas nacionales al mando del general Taboada, ascendió a poco más de 3.000 hombres, siendo las dos terceras partes de infantería.

Solo el teniente coronel don Pablo Irrazábal, quedó en el campo de batalla acompañado de varios jefes y oficiales que habían arribado a la ciudad de La Rioja después de la derrota de la Rinconada y de una pequeña fuerza de caballería, única de esta arma que quedó organizada al mando de aquel valiente cuanto cruel y sanguinario jefe.

El ejército rebelde se componía como ya queda dicho, de cuatro mil ochocientos hombres; mil y tantos de infantería y el resto de caballería, con dos piezas de artillería de campaña.

En el combate murió el coronel don Lorenzo Soto, mayor don Manuel Ortega (chileno), capitanes Justo Palavecino y don francisco Carrizo y varios otros más, y después de cerca de tres horas de duro combatir el ejército rebelde fue completamente derrotado, dejando numerosos muertos, heridos y prisioneros, que fueron tratados con toda consideración.

La persecución de los diversos grupos del enemigo que se retiraban del campo de batalla, no pudo hacerse en seguida por falta de caballería, pues ésta había sido dispersada.

…. Esta batalla como operación militar no reviste ninguna consideración en su conjunto o en sus detalles, que la hagan sobresalir de las demás libradas en estos últimos tiempos de la guerra civil; porque, el general don Antonino Taboada, que como militar era apenas una mediocridad, se redujo a rechazar al enemigo, esperándolo formado en línea de batalla desde la víspera de esta, sin varia la formación elegida en el mismo terreno en quje ella tuvo lugar; lo que fácilmente pudo y debió eludir Varela que tenía mayor movilidad, hasta que rehechas sus tropas de la larga y fatigosa marcha recorrida a pie, por un terreno en donde no había agua para aplacar la sed, estuviera en aptitud de combatir con éxito seguro. Terminada la batalla por la retirada en dispersión del ejército rebelde el jefe de este regresó a las Mesillas con algunas fuerzas que se le reunieron, en medio de un aguacero torrencial que fue la salvación de tanto desgraciado que perecía de sed. Al día siguiente tomó por los campos al Oriente de la Capital y se dirigió por Patquía a Jachal, pasando a muy poca distancia de la población de Tudcum, de donde se le había ordenado retirarse al comandante Ricardo Vera la víspera de la batalla.

Poco después se libraron combates en “el Durito” y Cuesta de Miranda donde Varela derrotó a los tenientes coroneles Martiniano Charras y José María Linares.

El ‘chileno’ Estanislao Medina, segundo jefe de Felipe Varela, con un grupo organizado recorrió los departamentos neutros del Norte de La Rioja, y a su paso por las Campanas, dirigiéndose al departamento de Chilecito, asaltó en su propia casa al coronel don Tristán B. Dávila, hiriéndolo de muerte en su lecho de agonía de una manera salvaje.

Finalizada la batalla de Vargas, Mitre encargó al general Octaviano Navarro, perseguir a Varela en las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy.
Batalla de Pozo de Vargas, del pintor Honorio Rodríguez
LA RESISTENCIA DE VARELA
El general Antonino Taboada que permaneció un mes en La Rioja, ocupando y saqueando la Ciudad, envió a Pablo Irrazábal y Ricardo Vera a los Llanos y a José María Linares y Nicolás Barros a Famatina y Arauco, ya que se tenían noticias de que Varela y Medina se mantenían en ellos con fuerzas respetables y con muchos chilenos que habían sido incorporados.

“En marcha a su destino, el comandante Irrazábal capturó a pocas leguas de la capital, a los jefes de la montonera Carlos M. Alvarez, Nolasco Herrera y don Sebastián Sotomayor, que se mantenían aún en armas con una pequeña fuerza por los alrededores del lugar de ‘Ampatá’. Los dos primeros mencionados fueron cruel e inhumanamente torturados hasta arrancarles la vida, por medio del bárbaro suplicio del ‘Cepo Colombiano’.

Este asesinato atroz, ordenado por el teniente coronel de la Nación don Pablo Irrazábal, no fue castigado, como tampoco lo había sido el que este mismo jefe cometió por sus propias manos en la persona del ex general don Angel Vicente Peñaloza, el año de 1863 en la aldea de Olta.

Los jefes que en clase de subalternos acompañaban al valiente cuanto cruel y sanguinario, a la vez que ignorante y rústico comandante Irrazábal, no pudieron impedir tan bárbaro suplicio. (El entonces teniente coronel don Pablo Irrazábal, que después ascendió al elevado rango de coronel del ejército nacional, era un ‘paisano’ obscuro, nacido en la campaña de la provincia de Buenos Aires, que no sabía leer ni escribir, pero muy valiente y buen patriota. – Reyes; Bosquejo histórico, pag. 259)

El jefe del escuadrón de caballería se volvió indignado a la capital a poner en conocimiento del general Taboada el atentado salvaje, quien si bien reprobó el hecho, no juzgó conveniente castigar a Irrazábal.

En los primeros días de Mayo, Taboada se retira de La Rioja con su ejército, llevándose animales, bienes, muebles y todo lo que pudo saquear durante su ocupación y hombres y mujeres prisioneros que dejó en el campo de concentración de El Bracho.

El Gobernador Cesáreo Dávila, alarmado por una inminente invasión al mando de Sebastián Elizondo, abandona la capital y se instala en Capayán, Catamarca con su comitiva y quienes quisieron acompañarlo. Ordena a su sobrino Escipión que ocupe la ciudad con sus fuerzas y el 29 de mayo regresa, para volver a salir de la ciudad a refugiarse en Chumbicha ante la invasión de la montonera encabezada por Elizondo, Aurelio Zalazar y Gabriel Martínez con 200 hombres.

El último capítulo del libro del Teniente Coronel Marcelino Reyes (Bosquejo Histórico …… pags. 258 a 276 con que culmina, y que titula “Persecución del caudillo Felipe Varela”, es una descripción de las batallas y escaramuzas que se sucedieron después de la batalla del Pozo de Vargas. Allí relata episodios como la muerte de los ciudadanos Manuel Antonio Iribarren, Marcial San Romány Teófilo Carreño en el pueblo de Malligasta a manos de una partida de treinta gauchos al mando de Pedro Peñaloza, luego de un encuentro de tres horas y luego de que los nombrados se habían rendido y mas adelante relata la represalia que efectivizaron Linares y Barros por orden del gobernador Dávila, fusilando a los presos Aurelio Díaz y Estanislao Carrión.

Transcribe también en este capítulo otra parte del Folleto de Almandos Almonacid citado anteriormente que se refiere al teniente coronel Linares diciendo que le dominaba el “vicio del licor” que Reyes mas adelante dice: “Linares tenía el detestable vicio de la embriaguez, lo que lo hacía cruel y sanguinario con sus enemigos, que eran numerosos.”

Se refiere también a la bandera que llevara Varela, que se la llevó Taboada de la batalla del Pozo de Vargas, con la inscripción “Viva el batallón riojano! Constitución o muerte! Viva el ilustre general don Justo José de Urquiza! Abajo los negreros traidores a la patrias!”

Testimonio que los historiadores deben esclarecer, sobre si el Chacho y Varela creían hasta el fin de sus luchas, que Urquiza aún podría rebelarse contra Mitre. Aún en plena guerra con Paraguay, cuando ya Urquiza se había convertido en el principal proveedor de vituallas, alimento y caballos para la guerra.
Batalla de Pozo de Vargas

TAMBIÉN ESCRIBE REYES:

“No solamente banderas y cañones se llevó de La Rioja el ejército ‘santiagueño’, que obedecía a las órdenes de Taboada, sino que arreó (esta es la verdadera palabra) con todo aquello que fue de fácil transporte hasta su provincia como animales vacunos, caballares, mulares y yeguarizos; asnal, ovino, cabrío y porcino; trebejos y utensilios en general, como ollas de fierro, planchas, azadones, pavas, teteras, parrillas, trébedes, frazadas, cobijas, lana de colchones y almohadas; y hasta hombres, mujeres y niños, que fueron conducidos con esposas y grilletes al presidio del ‘Bracho’, sobre el Río Salado, en el territorio del Chaco Santiagueño.” Y nombra a los hombres y mujeres secuestrados.

Era un golpe más contra La Rioja que ya estaba diezmada en sus bienes y recursos luego de casi 50 años de guerra civil; su sociedad y sus familias divididas, sus hombres errantes en busca de sustento, y particularmente, todos aquellos que lucharon por la causa federal y los que eran llevados como soldados a las guardias nacionales, que desertaron para enfrentar al asesino del Chacho, el ya coronel Irrazábal.

Dejamos aquí las citas del libro de Marcelino Reyes, por cuanto consideramos que la investigación sobre este último período, ¡un siglo después de dicho libro! que realizara el escritor riojano, Víctor Hugo Robledo, contiene documentación sobre la lucha de los caudillos riojanos después del asesinato del Chacho, que refleja con abundancia de testimonios, la heroica resistencia del federalismo riojano y rechazo a la política de Buenos Aires sobre la guerra contra el Paraguay.
Las tropas de Felipe Varela estaban constituidas principalmente por la caballería armada con lanzas o tacuarasorganizada como montonera(pintura de Cándido López).
Fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Pozo_de_Vargas
http://www.lagazeta.com.ar/vargas.htm
http://www.revisionistas.com.ar/?p=1599
http://www.elortiba.org/varela.html
http://www.historiadelarioja.com.ar/index.php/component/content/article/9-sin-categoria/124-las-batallas-de-salazar

1 comentario: