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"Soy un hombre de armas, un soldado, scout. Paradójicamente, al único de mi especie que admiro, empuñó solamente la palabra, su técnica fue la humildad, su táctica la paciencia y la estrategia que le dio su mayor victoria fue dejarse clavar en una cruz por aquellos que amaba".

Desde La Trinchera Del Buen Combate en Argentina. Un Abrazo en Dios y La Patria.

22 de agosto de 2018

FRAY LUIS BELTRÁN. FRAILE ARGENTINO DE LA ORDEN DE LOS FRANCISCANOS, DE BRILLANTE ACTUACIÓN COMO FABRICANTE Y ORGANIZADOR DE LA ARTILLERÍA DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES. MUERE EN BUENOS AIRES EL 08 DE DICIEMBRE DE 1827 A LOS 43 AÑOS.

Fray Luis Beltrán (n. Mendoza, 7 de septiembre de 1784 - † Buenos Aires, 8 de diciembre de 1827). 
NOTA SOBRE SU FALLECIMIENTO: "... su estado físico y espiritual se complicaban. Debió abandonar la campaña y regresar a Buenos Aires. Sentía que ahora sí venía la muerte por su cuenta y quiso volver a ser sólo un sacerdote. Renunció a las armas y se encerró a hacer penitencia severa por varios días.
Luis Beltrán murió fraile y sin un peso a los cuarenta y tres años, el 8 de diciembre de 1827. Su confesor comentó que se había reconciliado con el Ser Supremo. Nunca conoceremos los detalles de aquella pelea desigual ni de la reconciliación".

BIOGRAFÍA
Luis Beltrán
Información personal
Nacimiento7 de septiembre de 1784
Bandera de España Mendoza o San JuanVirreinato del Río de la Plata
Fallecimiento8 de diciembre de 1827 (43 años)
Bandera de Argentina Buenos AiresProvincias Unidas del Río de la Plata
CongregaciónOrden Franciscana
El apellido de su familia, de remoto origen francés, era Bertrand. Estudió en Buenos Aires y Córdoba, y se ordenó sacerdote en 1805 en Santiago de Chile.
Fray Luis Beltrán
Se hallaba en Chile cuando estalló la revolución independentista, a la que apoyó enérgicamente. Fue capellán del Director Supremo del Estado, José Miguel Carrera y trabajó en la maestranza del ejército con el grado militar de teniente. Tuvo que estudiar química, matemática y mecánica, ciencias que llegó a dominar ampliamente.
Boceto de Jose Bouchet El general San Martín recorriendo el Campamento de Plumerillo obra también conocida como El Ejército de los Andes saliendo del Campamento de Plumerillo, pintado en 1901
Después de la derrota de Rancagua regresó a Mendoza, donde el general José de San Martín lo hizo jefe del Parque de Artillería del Ejército de los Andes. Colaboró con José Antonio Álvarez Condarco en la fábrica de pólvora y lo suplantó desde que aquél llevara a cabo una misión de espionaje en Chile.
Fray Luis Beltrán
Bajo su dirección se fabricaron todo tipo de armas, municiones, pólvora, herrajes y uniformes. A sus órdenes llegaron a trabajar hasta 700 hombres. En Chile, dio vida en 1811 a lo que en la actualidad son las Fábricas y Maestranzas del Ejército de Chile (FAMAE).
Mortero "Monasterio" (1813).
En 1816 abandonó los hábitos, y al año siguiente participó en la campaña a Chile. Diseñó equipos especiales para transportar cañones a lomo de mula, aparejos de su invención para subir las laderas más escarpadas, y puentes colgantes transportables para hombres y mulas.
En la campaña del Ejército Libertador, partió el 19 de enero de 1817, al mando de la Maestranza y del parque que portaba los pertrechos de guerra. Ascendió por la Quebrada del Toro y se dirigió hacia Uspallata, a través de Paramillos de Uspallata, para reunirse con la columna principal del General Juan Gregorio de Las Heras.
Fray Luis Beltrán - Plumerillo
Combatió en la batalla de Chacabuco y en la sorpresa de Cancha Rayada. Después de esta batalla, cuando San Martín intentaba levantar el ánimo de los militares vencidos, Beltrán los convenció de que tenía municiones de sobra. Era mentira, pero logró fabricar en unos días varias decenas de miles de municiones, con las que San Martín logró la victoria en la batalla de Maipú, que fue definitiva.
Detalle: "BUENOS AIRES AÑO DE 1814".
Continuó el equipamiento del Ejército de los Andes, esta vez para la Campaña del Perú, en sus talleres en Valparaíso. Instaló una nueva maestranza en Lima en 1821, y proveyó de armas a varias expediciones marítimas y terrestres. 
Trasladó sus talleres a Trujillo, debido a la toma del puerto de El Callao por los realistas. Permaneció en su puesto hasta 1824, cuando fue reemplazado por los oficiales de Simón Bolívar. A órdenes de Antonio José de Sucre participó de la victoria definitiva de la causa americana, la batalla de Ayacucho.
Fray Luis Beltrán
En 1825 sufrió una severa crisis nerviosa a consecuencia de un altercado con Bolívar e intentó suicidarse. Fue trasladado a Buenos Aires, donde se incorporó a la maestranza del ejército que marchó a la Guerra del Brasil, pero pronto debió regresar.
Pasó sus últimos años en Buenos Aires donde falleció el 8 de diciembre de 1827. 
Fue sepultado en esa ciudad con el hábito de su Orden.
Fray Luis Beltrán
Fabricó unos carros angostos del largo de los cañones, de ruedas muy bajas, que los soldados bautizaron zorras por el parecido de su silueta con la de este animal. Los cañones se envolvieron en lana y se retobaron de cueros para evitar dañarlos con el movimiento.
Nació el 7 de septiembre de 1784 en la provincia de Mendoza. Sus padres Luis Bertrand, francés y Manuela Bustos, criolla, lo hicieron bautizar a los tres días de su nacimiento, cuando por error le castellanizaron el apellido paterno.
Las zorras eran arrastradas por bueyes y mulas según el camino. Marchaban con ellas 120 mineros con sus herramientas para componer los malos pasos, los primeros zapadores del ejercito. 
San Martín
Llevaban para cruzar los ríos un puente tipo mecano, fabricado con maromas de doce vetas resistentes, confeccionadas de acuerdo a un modelo especial., de cuarenta metros de extensión, utilizable en todos los pasos difíciles, sobre todo en el cruce de ríos cajones. 
Cruce de los Andes San Martín y O'Higgins Óleo de Martín Boneo 1865.
Los zapadores tuvieron que cargar también con el traslado de dos anclotes para prevenir que se despeñaran en las laderas muy rápidas. "Se llevaban para suplir las funciones de cabrías o cabrestantes en los grandes precipicios, adhiriéndose aparejos o cuadernales de toda clase o potencia, según los casos". (Espejo).
Espejo indica que no fue necesario usar los anclotes para salvar los cañones, aunque sí para salvar la carga de las mulas, que caían a los abismos menos profundos. “En las cortaderas un cañón rodó al abismo y fue rescatado sin otros perjuicios que la ruptura del eje y que más de treinta cargas fueron igualmente rescatadas”. (Beltrán). 
Cruzó la cordillera con el Ejército de los Andes y pudieron transportar los cañones por los senderos de montaña gracias a las “zorras” (carros angosto montados sobre cuatro ruedas y tirados por mulas) inventadas por él.
Cañon "Monasterio" (1814).
El joven sacerdote participó en la batalla de Chacabuco, y luego de la sorpresa de Cancha Rayada que les hizo perder casi todo el material trabajó día y noche para reemplazarlo. Después de esta batalla, cuando San Martín intentaba levantar el ánimo de los militares vencidos, Beltrán los convenció de que tenía municiones de sobra. Era mentira, pero logró fabricar en unos días varias decenas de miles de municiones. 
Fray Luis Beltrán
Entonces debió arreglar los 5 cañones salvados de Cancha Rayada y forjar nuevos hasta lograr 22. Para lograr su objetivo, Beltrán, ni bien salió del edificio donde estaba el congreso, se dirigió hacia el coronel Manuel Rodríguez que era muy popular entre los chilenos y le contó lo ocurrido. En seguida le pidió que destacara los dos o tres batallones por las calles con órdenes severas para que arreasen hacia la maestranza a todos los hombres, mujeres y niños que encontrara, sin reparo de condición o clases pero que no fueran menos de 1000. 
Los generales José de San Martín (izquierda) y Bernardo O'Higgins (derecha) cruzan los Andes.
A las mujeres las ocupó en coser cartuchos de cañón, a los muchachos en hacer cartuchos para fusil y a los hombres en la fundición y maniobras de fuerza.
Cañon "Mando Capac" (1814).
Como tenía bastante pólvora en los almacenes como para realmente preparar municiones hasta el techo, trabajaron días y noches recambiando a la gente. Como en realidad contó con más de 1000, este “Arquímedes de Los Andes” (como lo llamaba Mitre) logró reconstruir en 17 días el parque perdido en Cancha Rayada. Rehizo las armas y fundió cañones, y el 5 de abril de 1818 el Ejército de los Andes salió victorioso en Maipú, victoria definitiva. 
Fray Luis Beltrán
En 1822 fray Luis Beltrán fue ascendido a sargento mayor, y en 1823 se le entregaron los despachos de teniente coronel graduado. Acompañó a San Martín en la Expedición Libertadora al Perú, donde trabajó como director de maestranza hasta 1824.En 1825 reconocido en su grado se le destacó al ejército que estaba organizando el general Martín Rodríguez en la línea del río Uruguay.
Allí desarrolló una importante labor técnica, ayudando además a proveer de armas a la escuadra del almirante Brown. Con las tropas de Alvear participó en la batalla de Ituzaingó, pero se enfermó y debió ir a Buenos Aires donde renunció a la carrera militar y regresó al convento y a vestir los hábitos. Murió en Buenos Aires el 8 de diciembre de 1827, a los 43 años, y fue sepultado en el Cementerio de la Recoleta. 
Fray Luis Beltrán
FRAY LUIS BELTRÁN Y LA ESCUELA MECÁNICA DEL EJÉRCITO.
Como ocurre con Beltrán, los aprendices ingresaban a recibir su formación a los quince años de edad, lo que implica dejar la familia por una institución militar, cuya disciplina, si bien diferente no es menos rígida que la religiosa.
Fray Luis Beltrán
Es posible, por lo tanto, establecer una comparación en el hecho de como él, nosotros iniciamos nuestra adolescencia lejos de la familia, con la guía de profesores e instructores que de alguna manera han reemplazado para dirigirnos a una madurez más consistente.
Este proceso significó para nosotros, alumnos de la escuela, la formación de una personalidad y la adquisición de conocimientos en el aspecto profesional. De la misma manera que Fray Luis Beltrán se formó en el convento como religioso y técnico. Esto es lo que nos une a él en la fe, la vocación a la Patria y la tarea cotidiana.
Fray Luis Beltrán
Así, en la convivencia con esta nueva familia, se formó un espíritu de fraternidad, con tal fuerza de afectos que sentimos la necesidad de vernos en todas las ocasiones que las circunstancias lo permiten. 
Fray Luis Beltrán
Esta unión se realiza bajo la mirada de quien diera su nombre a nuestra escuela en nombre de los valores a que dedicó su vida: el servicio a sus semejantes, el amor a la libertad. 
Es por eso, también que nuestra unidad y afecto mutuo, están vinculados al sentido cristiano que le dio este piadoso precursor.
FINAL PARA FRAY LUIS 
ESTACION FRAY LUIS BELTRAN - EX FERROCARRIL SANTA FE
Cuentan que habiendo visitado Bolívar el parque de Maestranza de Fray Luis Beltrán en Perú lo intimó a que en 3 días compusiera, limpiara y encajonara mil tercerolas, fusiles y otras armas. A pesar de todo el esfuerzo, fray Luis no alcanzó a tiempo. Irritado Bolívar lo reconvino ante todos y hasta llegó a amenazarlo de muerte. Desesperado Fray Luis se encerró en su cuarto y empezó a alimentaron carbón un brasero a fin de intoxicar el aire y dejarse morir. Fue salvado por los dueños de la casa pero quedó desquiciado y suponiendo que Bolívar lo perseguía se ponía furioso. Cinco días anduvo vagando por las calles mientras los chicos le gritaban “el loco”. 
Fray Luis Beltrán
Fue recogido por una familia piadosa que lo ayudo a restablecerse y para agosto de 1824 lo embarcaron para Buenos Aires Para junio de 1825 se presentó ante el gobierno de Buenos Aires Dos años después murió en Buenos Aires vestido nuevamente de fraile pero con sus facultades mentales alteradas.
RESUMEN BIOGRÁFICO
Diccionario Histórico Argentino - Tomo l
  • Nació el 07 de septiembre de 1784, en un caserío cercano a la Ciudad de Mendoza. Hijo de Don Luis Beltrand, francés y de Doña Manuela Bustos, criolla.
  • Se educó en el convento de San Francisco, diciéndose cuando, apenas tenia 16 años por la carrera eclesiástica . Fue trasladado a Chile, y en el convento de Santiago, se nombro vicario de coro.
  • En 1812, entró como capellán al Ejército de Carrera, asistiendo al combate de Hierbas Buenas. por los conocimientos científicos que puso en evidencia para recomponer el material dañado en esa derrota, se le dio el grado de Teniente de Artillería, aunque sin dejar los hábitos.
  • Siguió la suerte de las armas Chilenas hasta Rancagua, en 1814, regresando a pie a Mendoza a través de la cordillera.
  • Incorporado a la tropa de San Martín, éste lo nombró Teniente 2º, y le confió el montaje del parque y maestranza; bajo su experta dirección se fabricó de todo cuanto necesitó el Ejército para equiparse, desde uniformes hasta cañones.
  • San Martín, lo ascendió a Capitán, graduado antes del paso de los Andes; participó en la batalla de Chacabuco y el Gobierno de Chile le confió el parque y maestranza para que siguiera preparando elementos destinados a la liberación del Perú.
  • La sorpresa de Cancha Rayada hizo perder la casi totalidad del material preparado y Beltrán se vio precisado a trabajar día y noche, par reemplazarlo.
  • Rehizo las armas y fundió cañones, y 17 días después de aquel desastre, el 05 de abril de 1918, los patriotas pudieron tomar amplio desquite en Maipú.
  • Después de pasar unos meses en Mendoza, debió regresar a Chile, para seguir pertrechando a la tropa experimentada. Con éstas se embarcó en 1820 como Director de la Maestranza, actuando hasta 1824, dos años antes había sido ascendido a Sargento Mayor, y en 1823, se le entregaron los despachos de Teniente Coronel graduado.
  • En esos cuatro años, había pertrechado cuatro expediciones marítimas, y a raíz de la sublevación del Callao, condujo la Maestranza de Trujillo, a fin de seguir preveyendo de elementos a Bolivar. Con motivo de una injusta amonestación de éste, intentó suicidarse por asfixia, más, a pesar de ser salvado perdió la razón. Poco tiempo después se mejoró, embarcándose para Chile, de donde pasó a Buenos Aires.
  • Reconocido en su grado, se le destacó al Ejército que el Gral Martín Rodriguez organizaba en la línea del Río Uruguay, en 1825.
  • Allí también desarrolló una importante acción técnica para pertrechar a las tropas, ayudando además a proveer de armas a la escuadra de Alte Brown. Con las tropas de Alvear participó en la Batalla de Ituzaingó, pero agravado en sus dolencias debió venir a Buenos Aires.
  • Sintiendo que llegaban sus últimos momentos, renunció a las armas para vestir nuevamente los hábitos.
  • Falleció el 08 de diciembre de 1827, siendo sepultado en el Cementerio de la Recoleta.
Fray Luis Beltrán
ALGUNAS CONSIDERACIONES MAS
Es comúnmente aceptado que Fray José Luis Marcelo Beltrán nació el 7 de Setiembre de 1784 en Mendoza. Sin embargo, el propio fraile declaró en su testamento, dictado frente a sus padres y ante un notario mendocino, al ingresar a la orden franciscana, durante el año 1800: "Yo, José Luis Beltrán, natural de la ciudad de San Juan".

Su padre era el francés Louis Bertrand y su madre, la sanjuanina Manuela Bustos. Al bautizar al pequeño, tres días después de nacido, el cura lo inscribió como "hijo de Luis Beltrán"; con lo que su apellido quedó así castellanizado, para la posteridad.
FRAY LUIS BELTRÁN
A los dieciséis años ingresó al convento de San Francisco de Mendoza. Allí estudió, sin mucho entusiasmo por la carrera eclesiástica: teología, moral, derecho, filosofía. Sin embargo, demostró especial inclinación hacia las ciencias, como: la química, la matemática, la física y la mecánica; que lo apasionarían desde entonces.

Bartolomé Mitre lo califica así: "Todo caudal de ciencia lo había adquirido por sí en sus lecturas, o por la observación y la práctica. Así se hizo matemático, físico y químico por intuición; artillero, pirotécnico, carpintero, arquitecto, herrero, dibujante, bordador y médico por la observación y la práctica; entendido en todas las artes manuales y lo que no sabía lo aprendía con sólo aplicar a ello sus extraordinarias facultades mentales".

Tiempo después, fue trasladado a Santiago de Chile, donde fue maestro (vicario) del coro del convento franciscano. En 1810 estalló la revolución chilena, que depuso al gobierno colonial. Nuestro fraile simpatizó con el movimiento independentista. Sin embargo, no fue sino hasta 1812, en que decidió apoyarlo activamente, sirviendo como capellán en las tropas de José Miguel Carrera; y asistiendo al combate de Hierbas Buenas, donde el jefe chileno fue derrotado.

Un día, el inquieto fraile entró, por casualidad, a los talleres de maestranza del ejército de Bernardo O' Higgins. Al observar la forma elemental y rudimentaria en que trabajaban los operarios chilenos; se puso manos a la obra, y empezó a darles consejos, órdenes e instrucciones, para optimizar la labor en el taller. Los ingenieros del ejército, impresionados con la colaboración desinteresada del fraile cuyano, se lo recomendaron a O' Higgins; quien lo designó, con el rango de teniente, al frente de la maestranza trasandina, sin abandonar sus hábitos. De inmediato, Fray Luis Beltrán puso todo su empeño y conocimientos técnicos para recuperar los cañones dañados; con bastante éxito y reconocimiento. Sirvió en el sitio de Chillán y la acción de Rancagua. En esta última batalla, el 2 de Octubre de 1814, los realistas derrotaron a los patriotas chilenos, terminando con la "Patria Vieja" trasandina. Ello generó una emigración masiva de los independentistas hacia Mendoza, donde fueron recibidos y socorridos por el Gral. José de San Martín. Entre los mil fugitivos retornaba también, Fray Beltrán, a su tierra natal.

O'Higgins recomendó al Libertador los conocimientos del fraile en organización, mecánica y fundición. Entonces, San Martín el 1º de Marzo de 1815 lo puso al frente del parque y la maestranza del Ejército de los Andes, con el grado de teniente segundo del tercer batallón de artillería. De inmediato, el cura improvisó un taller y una fragua en el campamento de El Plumerillo. Con un frenético ritmo y en turnos rotativos, supervisaba y lideraba el trabajo de setecientos artesanos, herreros y operarios. Resonaban en el campamento los gritos del incansable fraile, dando instrucciones y órdenes a sus obreros, en medio de los golpes de los martillos sobre el yunque. Tanto esforzó su garganta, que quedó ronco, para el resto de sus días.

San Martín
EL CRUCE DE LOS ANDES HUBIESE SIDO IMPOSIBLE SIN EL APORTE DE BELTRÁN.
En su taller se fabricaban uniformes, zapatos, botas, monturas, estribos, herraduras, municiones, balas de cañón, espadas, fusiles, pistolas, puentes colgantes, granadas, lanzas, elementos de seguridad, arneses, grúas, pontones, mochilas, tiendas de campaña, cartuchos y todo tipo de pertrechos de guerra. El mismo fraile concibió unos curiosos carros estrechos y livianos, de la extensión de los cañones, con cuatro ruedas bajas, para ser tirados por mulas; se utilizaron para transportar exitosamente la artillería por la cordillera. Los soldados los llamaron "zorras", por su parecido con ese animal.

La fragua del fraile artillero alcanzaría la celebridad fundiendo y fabricando cañones, morteros, obuses y culebrinas. A tal fin, alcanzó a fundir campanas de las iglesias, utensilios metálicos, rejas y herrajes, recolectados por todo Cuyo, para fabricar las piezas de artillería. Su incansable labor le ganarían los apodos de "Vulcano con sotana", el "Arquímedes de la Patria" o el "Artesano del cruce". Cuando San Martín le consultó si la artillería iba a estar en condiciones de cruzar los Andes, el cura fundidor le aseguró: "si los cañones tienen que tener alas, las tendrán"; y así fue. Por su incansable labor fue ascendido a capitán.

Gran parte del mérito de la hazaña del cruce de la cordillera de Enero de 1817 se debió a la logística ideada y concretada por Fray Luis Beltrán. Los cañones se envolvían en paños de lana, y se retobaron con cueros, para protegerlos contra los golpes y caídas. Con el ejército marchaban los ciento veinte primeros zapadores del Ejército Argentino, todos a las órdenes del fraile. Su misión era arreglar los pasos defectuosos. Llevaban un puente mecánico para cruzar los pasos de agua, construido con maromas de doce vetas resistentes, de cuarenta metros de largo, que se podía desplegar rápida y fácilmente para el cruce de hombres, enseres y animales. También transportaban dos anclotes, para evitar que las piezas pesadas y la artillería se despeñaran en las laderas muy empinadas. Cuenta el después Gral. Jerónimo Espejo que "se llevaban para suplir las funciones de cabrías o cabrestantes en los grandes precipicios, adhiriéndose aparejos o cuadernales de toda clase o potencia, según los casos". No fue preciso utilizarlos para salvar los cañones, pero sí la carga de las mulas, que a veces se caía en los abismos no tan abruptos. Recordaría Fray Luis Beltrán: "En las cortaderas un cañón rodó al abismo y fue rescatado sin otros perjuicios que la ruptura del eje y que más de treinta cargas fueron igualmente rescatadas".
  • "Si los cañones tienen que tener alas, las tendrán", le dijo Beltrán a San Martín.
Repasados los Andes, el fraile destacó en la batalla de Chacabuco. San Martín lo reconoció en su parte: "A sus conocimientos y esfuerzos extraordinarios, auxiliado del benemérito emigrado chileno D. N. Barrueta, se debe el transmonte de la artillería con el mejor suceso por las escarpadas y fragosas cordilleras de los Andes y nada se ha resistido al tesón infatigable de aquel honrado oficial". Por su heroico desempeño en la acción las Provincias Unidas le concedieron una medalla de plata. Luego sobrevino la derrota de Cancha Rayada, donde se perdió casi todo el parque y la artillería, a manos de los realistas.

Luego de la conmoción causada por el desastre, en una reunión de Estado Mayor, presidida por el Padre de la Patria, se oyó la voz áspera y por instantes desagradable del fraile capitán: "Perdimos una batalla, pero no la guerra. Tengo en mis depósitos municiones y armas suficientes para que en pocos días podamos transformar esta derrota en victoria". En su corazón sabía que no decía la verdad. Todo había caído en manos del enemigo; pero el cura forjador se tenía confianza. Sólo necesitaba que no decayera el ánimo de sus camaradas. San Martín, aliviado, concluyó la reunión en estos términos: "Con municiones y armas, vamos a hacer que la noche se les vuelva día". Fray Luis Beltrán salió a las corridas de la junta, encontró a su amigo, el coronel chileno Manuel Rodríguez y le pidió traer "todas las personas que puedan juntar. Necesito mil. Todos servirán, hombres, mujeres, niños. Pero los necesito ya". Este oficial mandó dos batallones a recorrer las calles de Santiago y realizar una leva forzosa de toda persona que transitara, para trabajar en el improvisado taller del franciscano.

Ese mismo día, el fraile comenzó a reconstruir el diezmado parque del ejército. Las mujeres cosían los cartuchos para la artillería; los niños confeccionaban los cartuchos de fusil; los hombres fundían armas, vituallas, balas y municiones; y realizaban las demás labores pesadas; siempre en turnos rotativos. La maestranza de Fray Luis Beltrán no se detenía nunca. En poco más de dos semanas, estuvieron listos veintidós cañones (incluía cinco reparados, salvados de Cancha Rayada), decenas de miles de cartuchos, y armas de todo tipo recompuestas. El 5 de Abril de 1818, gracias a su empuje, el Ejército aliado se alzó victorioso en la Batalla de Maipú, sellando de este modo, la independencia de Chile.

Con posterioridad, el fraile participó en la Expedición Libertadora al Perú. En 1822 ascendió a sargento mayor; y en 1823, a teniente coronel graduado; siempre al frente de la maestranza y el parque del ejército. Posteriormente, sirvió a las órdenes de Simón Bolívar, en el Perú. Un día, éste, disconforme con el desempeño del franciscano, lo maltrató injusta y públicamente, llegando hasta a amenazarlo con el fusilamiento. Fray Luis cayó en tal depresión, que intentó vanamente suicidarse, encerrándose en su cuarto, para intoxicarse con un brasero encendido. Fue salvado providencialmente por los dueños de casa. Sin embargo, el cura quedó desquiciado y se volvió paranoico. Vagó durante cinco días, enloquecido, creyendo que Bolívar lo perseguía para matarlo. Los chicos del pueblo de Huanchaco se burlaban de él y le gritaban "cura loco". Una familia se apiadó de él, lo albergó y ayudó a restablecer. Consiguieron embarcarlo para que en Junio de 1825 retornara a Buenos Aires.

Fray Luis Beltrán
BELTRÁN LIDERÓ LA RECONSTRUCCIÓN DEL ARMAMENTO DEL EJÉRCITO.
Vuelto a sus cabales, ofrece sus servicios al gobierno del Gral. Juan Gregorio de Las Heras, veterano como él, del Ejército de los Andes. Conocedor de su habilidad, Las Heras destacó al sufrido fraile al frente del Parque y la Maestranza del Ejército de Observación republicano sobre el Río Uruguay, al mando del Gral. Martín Rodríguez. Nuevamente el fraile puso toda su pasión, ciencia y esfuerzo a favor de las armas patrias. Participaría, luego, en la campaña al Brasil, al mando del Gral. Carlos de Alvear; destacando en la gloriosa gesta de Ituzaingó, el 20 de Febrero de 1827; la que sería su última batalla. El fraile fue, sin lugar a dudas, el alma mater del excelente desempeño de la artillería argentina en esa acción. Sintiendo su salud resentida, pidió baja del ejército, para retornar a Buenos Aires y reencontrarse con su vocación originaria.
Al volver, dejó definitivamente su uniforme; se reencontró con la oración, en la orden franciscana, llevando, el resto de sus días, una vida de penitencia. Falleció el 8 de Diciembre de 1827, a los cuarenta y tres años de edad, vistiendo su hábito característico. Designó a su amigo, el Gral. Manuel Corbalán como albacea testamentario. Éste y otro camarada, el Gral. Tomás Guido, encabezaron su cortejo fúnebre, que despidió sus restos en el cementerio de la Recoleta.

FRAY LUIS BELTRÁN EL PRECURSOR
Con esta breve reseña queremos recordar a Fray Luis Beltrán quien, ante todo, es un sacerdote, es "el Padre Beltrán". Formado durante doce años en el Convento, el Orden Sagrado le dio un lugar de "mediador entre Dios y los hombres", una posición de conductor de almas que inspira respeto y devoción a todos los cristianos. Lo extraordinario, sin embargo, en Beltrán es que simultáneamente con el Sacerdocio, va integrando conocimientos científicos y tecnológicos de la época hasta tener el dominio de todos ellos. Todos estos conocimientos fueron forjando en él una unidad de intuición visionaria que se confundía con la profunda fe que todos le atribuían siempre al sacerdote formando por esto un precursor del campo sagrado.
Estamos en presencia de unas de las grandes posibilidades de la historia de la cultura humana, que amalgamó la ciencia y tecnología de esa época y su profunda vocación religiosa unida monolítica.
El Cnel. Nellar nos acerca a una imagen de su personalidad con las siguientes palabras: "El silencio que rodea a Beltrán es impresionante y desconcierta. Este silencio se siente desde su propia alma con una profunda intensidad y sentido". Otra frase que trascendió oralmente dice que "lo más sublime de Beltrán era su alma y su voz". La primera delicada en extremo y de una exquisita sensibilidad, y la otra sonora como un cristal. En síntesis, fue un hombre que supo poner la sabiduría alcanzada, con humildad al servicio de la libertad americana, dedicándole enormes esfuerzos, durante quince años y hasta el final de su vida.

Fray Luis Beltrán
FRAY LUIS BELTRÁN Y EL PARQUE DE ARSENALES
La influencia de la intervención de Beltrán en esta área fue decisiva, por los conocimientos antes mencionados y por su relación con los operarios y profesionales con quienes tenía un trato personal. El crecimiento del arsenal fue notorio puesto que el número de trescientos trabajadores se incrementó a novecientos, para satisfacer las necesidades de las distintas secciones: fragua, fundición, cohetería, carpintería, arquitectura, laboratorio para pólvoras, etc. En medio de la actividad, su presencia contagiaba a todos de una profunda devoción e imprimía una conducta que hizo decir a San Martín que "fue el muelle real que vitalizó al Ejercito de la Gloria".
Entre las medidas que posibilitaron su gran empresa se cuenta la de la reducción de la jornada laboral de doce a ocho horas en un esquema de producción continua, antes inexistente. Este novedoso cambio le atribuyó el apodo del nuevo Vulcano, el dios romano, forjador de armas, cuya fragua no se apagaba nunca. De esta manera elevó, por dar un ejemplo, la producción de herraduras de mil unidades a treinta mil en el idéntico lapso de un mes.
El mismo Gral. San Martín apreció las mejoras que introdujo entre otras, en la producción de cañones, en los que logró una precisión de tiro desconocida hasta entonces en Europa. Por eso los españoles no eran, por entonces la mayor preocupación; aunque si lo desvelaba la cuestión del traslado de la artillería a través del Macizo Andino.

FRAY LUIS BELTRÁN Y LA TRAVESÍA
El diecinueve de enero de mil ochocientos dieciséis, sale la columna del parque de Mendoza, con todos sus efectivos y pertrechos, a la orden de fray Luis Beltrán acompañado de una unidad de artillería, como defensa en caso de ser atacados. La columna está compuesta por unos dos mil hombres, setecientos cuarenta animales entre mulas y bueyes, varias toneladas de material, doce carretas angostas, conocidas como Las zorras de Beltrán, dos maromas, dos anclotes, aparejos, etc. La artillería transportada se componía además de dos obuses de seis pulgadas, siete cañones de batalla, nueve cañones de montaña de bronce, dos cañones de hierro de doce onzas y dos cañones de diez onzas con sus respectivas cureñas y armones. También llevaban municiones: Trescientas granadas, dos mil cien tiros de bala para cañón, mil cuatrocientos tiros de metralla, y dos mil setecientos tiros de bala. Por más de dos kilómetros de filas india se extendía la dificultosa marcha por la Cordillera.
Podían verse mover como avezados y baquianos sin abandonos ni rebeldías, cruzando precipicios sobre puentes colgantes o elevándolos verticalmente hasta alturas donde el vértigo y el peligro amenaza la vida de cada uno. Es indudable que la empresa estaba proyectada en todos sus detalles, y previstos todos los instrumentos técnicos para vencer tan escabrosa topología, bajo la atenta y confiada mirada de la gloria.
Estamos en presencia no de un mito sino de un hombre que hará romper las cadenas de la opresión con el ejercito de la gloria.

FRAY LUIS BELTRÁN Y LA ESCUELA MECÁNICA DEL EJÉRCITO
Como ocurre con Beltrán, los aprendices ingresaban a recibir su formación a los quince años de edad, lo que implica dejar la familia por una institución militar, cuya disciplina, si bien diferente no es menos rígida que la religiosa. Es posible, por lo tanto, establecer una comparación en el hecho de como él, nosotros iniciamos nuestra adolescencia lejos de la familia, con la guía de profesores e instructores que de alguna manera han reemplazado para dirigirnos a una madurez más consistente.
Este proceso significó para nosotros, alumnos de la escuela, la formación de una personalidad y la adquisición de conocimientos en el aspecto profesional. De la misma manera que Fray Luis Beltrán se formó en el convento como religioso y técnico. Esto es lo que nos une a él en la fe, la vocación a la Patria y la tarea cotidiana.
Así, en la convivencia con esta nueva familia, se formó un espíritu de fraternidad, con tal fuerza de afectos que sentimos la necesidad de vernos en todas las ocasiones que las circunstancias lo permiten. Esta unión se realiza bajo la mirada de quien diera su nombre a nuestra escuela en nombre de los valores a que dedicó su vida: el servicio a sus semejantes, el amor a la libertad. Es por eso, también que nuestra unidad y afecto mutuo, están vinculados al sentido cristiano que le dio este piadoso precursor.

Fray Luis Beltrán
DICCIONARIO HISTÓRICO ARGENTINO - TOMO I
Nació el 07 de septiembre de 1784, en un caserío cercano a la Ciudad de Mendoza. Hijo de Don Luis Beltrand, francés y de Doña Manuela Bustos, criolla. 
Se educó en el convento de San Francisco, diciéndose cuando, apenas tenia 16 años por la carrera eclesiástica . Fue trasladado a Chile, y en el convento de Santiago, se nombro vicario de coro. 
En 1812, entró como capellán al Ejército de Carrera, asistiendo al combate de Hierbas Buenas. por los conocimientos científicos que puso en evidencia para recomponer el material dañado en esa derrota, se le dio el grado de Teniente de Artillería, aunque sin dejar los hábitos. 
Siguió la suerte de las armas Chilenas hasta Rancagua, en 1814, regresando a pie a Mendoza a través de la cordillera. 
Incorporado a la tropa de San Martín, éste lo nombró Teniente 2º, y le confió el montaje del parque y maestranza; bajo su experta dirección se fabricó de todo cuanto necesitó el Ejército para equiparse, desde uniformes hasta cañones. 
San Martín, lo ascendió a Capitán, graduado antes del paso de los Andes; participó en la batalla de Chacabuco y el Gobierno de Chile le confió el parque y maestranza para que siguiera preparando elementos destinados a la liberación del Perú. 
La sorpresa de Cancha Rayada hizo perder la casi totalidad del material preparado y Beltrán se vio precisado a trabajar día y noche, par reemplazarlo. 
Rehizo las armas y fundió cañones, y 17 días después de aquel desastre, el 05 de abril de 1918, los patriotas pudieron tomar amplio desquite en Maipú. 
Después de pasar unos meses en Mendoza, debió regresar a Chile, para seguir pertrechando a la tropa experimentada. Con éstas se embarcó en 1820 como Director de la Maestranza, actuando hasta 1824, dos años antes había sido ascendido a Sargento Mayor, y en 1823, se le entregaron los despachos de Teniente Coronel graduado. 
En esos cuatro años, había pertrechado cuatro expediciones marítimas, y a raíz de la sublevación del Callao, condujo la Maestranza de Trujillo, a fin de seguir preveyendo de elementos a Bolivar. Con motivo de una injusta amonestación de éste, intentó suicidarse por asfixia, más, a pesar de ser salvado perdió la razón. Poco tiempo después se mejoró, embarcándose para Chile, de donde pasó a Buenos Aires. 
Reconocido en su grado, se le destacó al Ejército que el Gral Martín Rodriguez organizaba en la línea del Río Uruguay, en 1825.
Allí también desarrolló una importante acción técnica para pertrechar a las tropas, ayudando además a proveer de armas a la escuadra de Alte Brown. Con las tropas de Alvear participó en la Batalla de Ituzaingó, pero agravado en sus dolencias debió venir a Buenos Aires. 
Sintiendo que llegaban sus últimos momentos, renunció a las armas para vestir nuevamente los hábitos. 
Falleció el 08 de diciembre de 1827, siendo sepultado en el Cementerio de la Recoleta. 
Luis Beltrán
Información personal
Nombre religiosoFray Luis Beltrán
Nacimiento7 de septiembre de 1784
Bandera de España San JuanProvincia de CuyoVirreinato del Río de la PlataImperio español
Fallecimiento8 de diciembre de 1827(43 años)
Bandera de Argentina Buenos AiresProvincias Unidas del Río de la Plata
CongregaciónOrden Franciscana
LOS INGLESES DE FRAY LUIS BELTRÁN 
¿FUE EL FRAILE CUYANO EL VERDADERO ARTÍFICE DE LA ARTILLERÍA DEL EJÉRCITO DE LOS ANDES? EL PAPEL FUNDAMENTAL DE UNOS DESCONOCIDOS OBREROS BRITÁNICOS.
Por muchos años, fueron publicados cientos de artículos y libros referidos a la maestranza del Ejército de los Andes. Allí muchos autores destacaban al fraile Luis Beltrán como el artífice de la artillería fundiendo armas en las bóvedas de Uspallata. 
Nuevas versiones históricas, a través de documentos inéditos, demuestran lo contrario y, aquella sección que dirigía el sacerdote y militar, simplemente era una lugar en donde se producían repuestos para las armas del ejército patriota.
Pero existe otro capítulo en esta historia que no se conoce lo que lo hace más enriquecedor al conocerse que en la maestranza, estuvieron trabajando varios británicos que luego de las invasiones inglesas se quedaron en Mendoza para construir una nueva vida.
Muy poco se sabe que estos individuos con su experiencia y su trabajo, hicieron un gran aporte a la gesta sanmartiniana. Después de la gran epopeya, estos obreros ingleses e irlandeses siguieron con sus oficios hasta que el tiempo se encargó de borrar sus rastros.
Fray Luis Beltrán (n. Mendoza7 de septiembre de 1784 - † Buenos Aires8 de diciembre de 1827). 
EN MOMENTOS DIFÍCILES, LLEGÓ LA ARTILLERÍA
En octubre de 1814, el flamante gobernador de Cuyo, José de San Martín fue notificado que Chile estaba en manos de los realistas quienes habían conquistado el territorio y se corría la voz que pasarían la cordillera e invadirían Mendoza. Inmediatamente, ante esta situación, San Martín planeó una estrategia defensiva y solicitó refuerzos a Buenos Aires.
Por su parte el Director de las Provincias Unidas, Gervasio Antonio de Posadas, envió tropas -una compañía de artillería con varios cañones- a las órdenes del coronel Pedro Regalado de la Plaza. 

UN TALLER LLAMADO MAESTRANZA
Dentro de la artillería, se encontraron dos secciones que suministraban el apoyo logístico al ejército: una era la armería y la otra se llamaba maestranza. La primera fue dirigida por el teniente Ramón Picarte y la segunda por Luis Beltrán todas supervisadas por el comandante Regalado de la Plaza. 
La maestranza tenía el objetivo de elaborar repuestos y estaba compuesta por varias secciones en donde funcionaban carpintería, tornería, herrería, talabartería y zapatería. Todos estos empleados fueron contratados por varios años, en cambio, otros trabajadores como los pintores, plateros, hojalateros eran requeridos para tareas temporales. Existían dos categorías; los maestros y oficiales. Los primeros tenían a cargo la organización del trabajo y además de tasar las materias primas, en cambio los oficiales ejecutaban las tareas de la fabricación o reparación de los objetos de la artillería.
Los sueldos eran abonados por quincena y se dividían por clases y oficios además se pagaban las horas extras trabajadas.
En los años que estuvo funcionando esta sección tuvo un total de 371 personas entre maestros, oficiales. 

BRITÁNICOS FORJANDO SU HISTORIA
A principios de 1816, se incorporaron a la maestranza un grupo de obreros del Reino Unidos que en 1808, luego del armisticio entre España y la Corona Británica, se radicaron en Mendoza; aceptaron convertirse al Catolicismo y hasta tuvieron que cambiarse sus nombres apellidos originales por otros españoles. 
Uno de los primeros que fue contratado por el estado para trabajar como herrero fue el maestro Julián Leal, de origen irlandés quien había nacido en 1785. Tenía su negocio muy cerca del cabildo de mendocino y contaba con 31 años cuando fue incorporado para trabajar para el Estado. Otro de los maestros herreros fue Juan José Morales, de origen inglés. 
Cuando se incorporó al trabajo de la maestranza contaba con 30 años. Después de la campaña de San Martín siguió en su oficio como herrero y se casó en 1818 con una mendocina llamada María del Carmen Céspedes. 
José Antonio Ro (Roo) fue otro de los británicos que trabajó en la herrería del Estado quien nació muy cerca de Londres. Su trabajo en la empresa dirigida por Beltrán era el de forjar clavos. El herrero se casó con una mendocina y se estableció en el cuartel número 4 de la ciudad hasta su muerte, acaecida en 1817.
Pedro Juan Martínez, fue un oficial herrero quien nació en Irlanda en 1789. Cuando se unió al establecimiento en 1816 tenía 27 años.
Poseía un gran dominio para forjar metales, fue uno de los pocos que integró la división de maestranza que realizó el cruce de los Andes por el paso de los Patos. Este irlandés partió con el resto de la artillería, el día 24 de enero de 1817 por el camino de los Patos.
Este grupo, estuvo compuesto por 31 hombres, (cuatro maestros mayores y Veintisiete oficiales), correspondientes a las secciones de carpintería, herrería, hojalatería, talabartería, tornería, zapatería y riendería. Estuvo por varios años en territorio chileno y luego regresó a nuestra provincia y en 1820 se casó con María de Jesús Azor.
El último de la lista fue Santiago Fernández, de oficio zapatero quien nació en Inglaterra por el año 1774, por muchos años tuvo un local en la ciudad. También se casó con una mendocina con quien tuvo varios hijos.
Fray Luis Beltrán

BIOGRAFÍA DE LUIS BELTRÁN


Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1938)

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Nació en las proximidades de la ciudad de Mendoza, el 7 de setiembre de 1784, siendo sus padres, Luis Bertrand, francés de origen, que poseía un almacén en las inmediaciones de la plaza mayor de aquella capital; y Manuela Bustos. El niño fue bautizado en la iglesia de Mendoza, de 3 días de edad, el 10 de setiembre de 1784, con los nombres de José Luis Marcelo, y por un error de escritura fue asentado como hijo de “D. Luis Betrán”, a lo que se debe que su apellido quedase alterado para el porvenir. Fue apadrinado en óleos, por Simón Videla y María Josefa Reyes.

Siguió sus estudios primarios en el curso de carácter social, histórico, filosófico y teológico, que dictaban los sacerdotes del Convento de San Francisco, donde se especializaban los conocimientos en geografía, latín, gramática castellana, caligrafía, aritmética, etc. El ambiente religioso pronto hizo inclinar su vacilante vocación por la Iglesia y el 20 de agosto de 1800 formulaba su testamento abandonando las prerrogativas terrenales para optar por la Sagrada Religión. Casi seguidamente fue trasladado al Convento Provincialito de Santiago de Chile, acompañado por el Provincial de la Santísima Trinidad de aquel país, Fray Teodoro de Villalón.

Algunos años después es nombrado vicario de coro, permaneciendo en Chile hasta el año 1812, en el Convento de referencia. En el curso de este último año fue designado para desempeñar las funciones de capellán del ejército de Carrera, con el cual asistió al combate de Hierbas-buenas, donde los patriotas sufrieron una derrota. Después de este combate fue preciso pensar urgentemente en la recomposición del material inutilizado (que era numeroso), razón por la cual debió crearse una maestranza. Beltrán, que en el convento se había dedicado al aprendizaje de muchos oficios manuales, especialmente en el ramo de la mecánica, frecuentemente se trasladaba a aquella maestranza, donde repetidamente formulaba sus observaciones, muy juiciosas, Sus conocimientos técnicos fueron valorados de inmediato y su asesoramiento oficioso se consideró poco después que no era suficiente y se le nombró teniente de artillería a cargo de la maestranza, teniendo el título en propiedad, pero sin abandonar los hábitos.

Prestó servicios en el sitio de Chillán y acompañó a los Carreras en su última campaña, precursora del desastre de Rancagua, que se produjo el 2 de octubre de 1814. Después de este contraste, Beltrán regresó a pie a su patria, con un saco de herramientas al hombro, conteniendo todos los instrumentos que había inventado o construido con sus manos para elaborar por “adivinación los variados productos de su genio”. “Todo caudal de ciencia –dice Mitre en su Historia de San Martín-, lo había adquirido por sí en sus lecturas, o por la observación y la práctica. Así se hizo matemático, físico y químico por intuición; artillero, relojero, pirotécnico, carpintero, arquitecto, herrero, dibujante, cordonero, bordador y médico por la observación y la práctica; siendo entendido en todas las artes manuales; y lo que no sabía lo aprendía con solo aplicar a ello sus extraordinarias facultades naturales”.

Llegado a Mendoza, Beltrán bien pronto se incorporó al ejército que alistaba febrilmente San Martín en el campamento de El Plumerillo, con el fin de realizar la colosal empresa que debía afianzar la independencia argentina, y emancipar Chile y el Perú de la dominación española. Capellán del Ejército de los Andes, Beltrán no tardaría en trocar el evangelio y la cruz por la espada, siendo nombrado el 1º de marzo de 1815, teniente 2º del 3er Batallón de Artillería. Casi al mismo tiempo se hacía cargo de la maestranza de aquel Ejército, pues el General en Jefe de éste, con su visión de águila, adivinó excepcionales méritos en el sacerdote soldado; le encomendó el montaje del Parque y Maestranza, llegando a disponer de 700 hombres en sus talleres, y allí se preparaba desde las piedras de chispa para los fusiles, herrajes para los caballos y hasta el calzado para la tropa.

Dice Mitre: “Al soplo del padre Beltrán, se encendieron las fraguas y se fundieron como cera los metales que modeló en artefactos de guerra. Como un Vulcano vestido con hábitos talares, él forjó las armas de la revolución. En medio del ruido de los martillos que golpeaban sobre siete yunques y de las limas y sierras que chirriaban, dirigiendo a la vez 300 trabajadores, a cada uno de los cuales enseñaba su oficio, su voz casi se extinguió al esforzarla, y quedó ronco hasta el fin de sus días. Fundió cañones, balas y granadas, empleando el metal de las campanas que descolgaba de las torres por medio de aparatos ingeniosos inventados por él. Construía cureñas, cartuchos, pertrechos de guerra, mochilas, caramañolas, monturas y zapatos; forjaba herraduras para las bestias y bayonetas para los soldados; recomponía fusiles y con las manos ennegrecidas por la pólvora, dibujaba sobre la pared del taller, con el carbón de la fragua, las máquinas de su invención con que el Ejército de los Andes debía transmontar la Cordillera y llevar la libertad a la América”.

Frecuentemente se le veía pasear vestido de uniforme en un excelente caballo chileno, y a veces acompañaba al general San Martín en sus paseos; otras, andaba solo, pues se había hecho ya entonces algo reconcentrado y taciturno. Realizaba incursiones para obtener salitre y azufre y hasta se trasladó a San Juan una vez, donde le habían informado sobre la existencia de una mina de plomo.

El 31 de mayo de 1816 fue ascendido por San Martín a teniente 1º con grado de capitán; y en el memorable pasaje de los Andes por el ejército de San Martín, Beltrán condujo el parque, maestranza, obreros y pasó rodando siete cañones y dos obuses, los que condujo hasta la misma ciudad de Santiago de Chile.

Para atravesar la Cordillera construyó medios apropiados para su transporte en aquellos pasos fragosos y difíciles. El mismo celo e infatigable actividad que se le vio desplegar constantemente en los talleres de Mendoza, exteriorizó en el cumplimiento de sus tareas en el arduo pasaje, destacando en forma memorable las dotes superiores de inteligencia y capacidad de trabajo que han inmortalizado su nombre. (1)

Bueno es recordar aquí, que el coronel José Gazcón, Inspector General del Ejército de las Provincias Unidas, había antepuesto el año anterior un dictamen completamente contrario a la incorporación del fraile-soldado, a las listas de oficiales de las fuerzas acampadas en El Plumerillo, por considerar tal procedimiento como anticatólico. Afortunadamente los reparos formulados por Gazcón no los tuvo el jurista canónico doctor Diego Estanislao Zavaleta, el 4 de noviembre de 1816, que dictaminó haciendo desaparecer todo reparo que había sido ocasionado por el mencionado Inspector General, en el expediente de San Martín proponiendo el ascenso de Beltrán. En virtud del dictamen de referencia, por acuerdo de 8 de noviembre de aquel año, el Superior Gobierno accediendo a la propuesta, mandaba expedir los correspondientes despachos de capitán de artillería graduado al teniente 2º Fray Luis Beltrán, pero con la antigüedad que le había otorgado el general San Martín.

Concurrió a la batalla de Chacabuco el 12 de febrero de 1817, por cuya acción el Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata le concedió la medalla de plata otorgada por decreto de 15 de abril de aquel año. Además, en el parte detallado de la acción, el ilustre General vencedor entre otros jefes, recomienda de un modo especial al capitán Beltrán que se había distinguido en el cuerpo de artillería y en la conservación del Parque, y dice textualmente:

“A sus conocimientos y esfuerzos extraordinarios, auxiliado del benemérito emigrado chileno Don N. Barrueta, se debe el trasmonte de la artillería con el mejor suceso por las escarpadas y fragosas cordilleras de los Andes, y nada se ha resistido al tesón infatigable de aquel honrado Oficial…..”.

Tan nobles y patrióticos esfuerzos fueron premiados con la efectividad de capitán de artillería, cuyos despachos le fueron conferidos con fecha 7 de mayo de 1818 pero con antigüedad de 15 de mayo de 1817. Al llegar a Santiago, el capitán Beltrán al frente de su maestranza, fue ubicado en el cuartel de San Pablo. Un decreto posterior de O`Higgins, dado el 21 de febrero de aquel año (1817), mandó que se le entregara cuanto antes la casa de ejercicios espirituales llamada “Loreto”, ubicada en los arrabales de la capital, lugar denominado callejón de la Ollería, actual calle de la Maestranza. Allí se establecieron los almacenes de armas y municiones del ejército y la maestranza del mismo. Esta última adquiere una importancia enorme, pues los elementos son menos escasos que en Cuyo y el salitre está más a mano. Además, ya contaba con una respetable cantidad de obreros y el propio Beltrán había adquirido una gran práctica para el desempeño de sus altas e importantísimas funciones. El Director O´Higgins, con la patriótica supervisión que puso en todos sus actos públicos, le dio carta blanca para que trabajara a su antojo y le facilitó la creación de un establecimiento ejemplar, el más grande y mejor organizado que hubo en aquella época en toda América.

Beltrán forjaba entonces las armas destinadas a la culminación de la campaña transcontinental que imaginara el vencedor de Chacabuco, yendo a libertar a los hermanos del Rimac. El 12 de febrero de 1818 se declaró la independencia de Chile, encargándose Beltrán de los fuegos de artificio con los cuales se celebró tan fastuoso acontecimiento.

Por tan eminentes servicios, el 1º de febrero de aquel año, el Gobierno de Chile le confirió despachos de comandante del Batallón “nuevamente creado de ambos ejércitos, de los diversos gremios que están destinados a los trabajos de maestranza, en el Parque de Artillería y con el sueldo que goza por capitán”.

El desastre de Cancha Rayada puso a Beltrán en el más difícil trance: el parque se había perdido y solo 5 cañones fueron salvados en aquella tremenda noche. El incansable sacerdote-soldado recogió por todas partes cuanto hierro, acero y demás metales que pudieran servir para la confección de armas y municiones, y otra vez los yunques y las fraguas resonaron armoniosamente: 93 hombres, 22 mujeres y 47 niños de 14 a 18 años, blancos y negros, de todas las esferas sociales, trabajaron afiebradamente para dotar a los futuros vencedores de Maipú de las armas con las que iban a derrotar a los audaces atacantes de Cancha Rayada. 22 cañones, parque, pertrechos, proyectiles, etc., estuvieron listos en breves días, para contribuir poderosamente al glorioso triunfo de Maipú, el 5 de abril de 1818. Por los méritos que adquirió Beltrán por su actividad extraordinaria en aquellas memorables jornadas, y por su participación en aquella batalla decisiva, el Gobierno de Chile lo condecoró con una medalla de plata; y el de Buenos Aires, con un cordón de plata de honor, declarándolo al mismo tiempo “Heroico Defensor de la Nación”. El 9 de abril de 1818 solicitaba su retiro del Ejército de los Andes, que le fue concedido por el Director Pueyrredón el 14 de mayo, regresando a Mendoza por orden de San Martín, expedida el 5 de enero de 1819, por haberlo así solicitado el gobernador de aquella provincia. En Mendoza, Beltrán permaneció unos ocho meses, reorganizando la maestranza y actuando con el respeto de sus semejantes. Al cabo de ellos volvió a Chile, por requerirlo así las necesidades del alistamiento de la campaña libertadora del Perú.

Preparó todos los pertrechos con que se contó para esta admirable empresa, completando el parque del ejército expedicionario, embarcándose el propio Beltrán en Valparaíso, el 20 de agosto de 1820, en el carácter de Director de la Maestranza del Ejército Libertador, cargo que desempeñó desde aquella fecha hasta agosto de 1824.

Por los servicios que prestó en esta campaña, obtuvo una medalla de oro que le concedió el Protector del Perú con el lema: “Yo fui del Ejército Libertador”. Fue declarado Asociado de la “Orden del Sol”, creada el 8 de octubre de 1821 para premio de los ciudadanos virtuosos y en recompensa a los hombres meritorios, siéndole asignada a Beltrán la pensión de 250 pesos anuales.

El 22 de octubre de 1821 ascendió a sargento mayor graduado. En marzo de 1822 fundió 24 cañones de montaña, arma de que se hallaba carente el ejército. Aprestó en el ramo de pertrechos de guerra, cuatro expediciones marítimas: una, la que marchó a las órdenes del brigadier Domingo Tristán; las dos a Puertos Intermedios, al mando de los generales Rudecindo Alvarado y Andrés de Santa Cruz, respectivamente; y la última, la que fue a Arequipa a las órdenes del general Sucre.

Por tantos merecimientos, el 20 de septiembre de 1822, recibió la efectividad de sargento mayor y el 18 de agosto de 1823, los despachos de teniente coronel graduado. En el curso de este último año se retiró con el parque y la maestranza a los castillejos del Callao, en el mes de junio, ante la aproximación del ejército de Canterac. Allí permaneció hasta el mes de julio, en que los enemigos levantaron el sitio que habían impuesto a aquella plaza fuerte y se retiraron.

A consecuencia de la sublevación del Callao, el 5 de febrero de 1824, encabezada por los sargentos Moyano y Oliva, el comandante Beltrán se retiró a Trujillo, conduciendo la maestranza y obreros, donde continuó sus tareas para pertrechar el ejército del general Bolívar, cuyo cuartel general estaba instalado en aquella ciudad.

Un día Bolívar visitó personalmente el parque y maestranza, donde halló entre otras armas, un millar de tercerolas y fusiles; dio la orden terminante a Beltrán de limpiar ese armamento, aceitarlo y encajonarlo en el perentorio término de 3 días, pues conceptuaba que aquellas armas eran indispensables para las operaciones del ejército.

No obstante que Beltrán puso todo su infatigable celo para cumplimentar lo ordenado, 8 días después aún no había terminado la pesada tarea, pues escaseaban los obreros y los armeros eran pocos para recorrer tanto armamento, a fin de dejarlo en condiciones de ser utilizado en las futuras operaciones. Cuando al cabo de aquel tiempo se presentó nuevamente Bolívar al Parque, al ver que su orden no estaba cumplida, no sólo reconvino en tono altanero y despótico a Beltrán, sino que lo amenazó con mandarlo fusilar. Esta escena, que no era una excepción en los procedimientos despóticos del Libertador de Colombia, acostumbrado a tratar muy mal a sus subordinados según es fama entre los recuerdos que nos legaron los gloriosos soldados que fueron actores en la última etapa de la libertad del Perú, dejó una profunda impresión en Beltrán; aquella injusticia extravió su inteligencia y la idea del suicidio atenazó su espíritu.

Resuelto a cumplir tan fatal designio, se encerró en la pieza donde se alojaba, con un brasero de carbón, sobre cuyas brasas derramó asafétida (2); acostándose después sobre su cama, de la cual esperaba no levantarse más con vida.

Pero la familia en cuya casa se hospedaba sintió el fétido olor de aquella humareda, e impuesta de la escena que había sucedido entre Beltrán y Bolívar, echó abajo la puerta de la habitación del primero, sacándolo semiasfixiado. Se le prodigaron los cuidados que la ciencia aconseja, concurriendo médicos del ejército y sus amigos, pero desgraciadamente el insigne sacerdote-soldado se había vuelto loco.

El mal era grave y debió por supuesto abandonar sus tareas. Se le veía por las pobres calles del pueblito de Huanchaco, recorrerlas gritando: “¡Ahí viene…. ahí viene…. No le dejen llegar…. Es Bolívar…. Es Bolívar!”. Otras veces lo hacía llevando un cajoncito vendiendo “agua fresca y cigarros fuertes”. Así anduvo 5 días vagando por las calles, seguido por los pilluelos que gritaban: “¡El loco! ¡El loco!”.

Extenuado por la fiebre y por la fatiga, fue recogido por la familia de la buena mujer que le lavaba la ropa. Allí lo pusieron en cama y le dieron un caldo; el desventurado patriota estaba debilitado, durmió y con un régimen de tranquilidad fue convaleciendo. Una profunda postración física le quedó algún tiempo, pero al fin recobró la razón.

Restablecido completamente de su enfermedad, el 14 de agosto de 1824 se alejó de Huanchaco, embarcándose con destino a Chile, para de allí pasar a Buenos Aires. En el barco en que lo hizo se encontró con el coronel Espejo, que habiéndose embarcado en un puerto norteño, tenía el mismo objetivo en su viaje que Beltrán. También iban otros oficiales del Ejército Libertador que regresaban a su patria. En la travesía, un furioso temporal desarboló el buque, y por instantes se creyó que se hundiría y tan inminente fue el riesgo de vida que corrieron los pasajeros y tripulantes que una vez desembarcados en Valparaíso, realizaron una demostración pública piadosa, en agradecimiento al Ser Supremo por la salvación extraordinaria.

El 17 de junio de 1825 llegó Beltrán a Buenos Aires. Desde Mendoza, en marzo y abril de aquel año, había solicitado sin resultado, que se le concediese licencia con medio sueldo, a fin de atender su quebrantada salud, señalando al Gobierno, que se había visto obligado por la estrechez de sus recursos “a recibir el alimento diario por favor, pues absolutamente no me ha quedado para subsistir”.

Después de un corto descanso de dos meses, en agosto de aquel año, Beltrán y Espejo fueron destacados al ejército que organizaba sobre la línea del río Uruguay, el general Martín Rodríguez: el primero como Jefe del Parque y el segundo, como ayudante del Estado Mayor General. El 13 de noviembre de 1826 le fue revalidado su grado de teniente coronel por el Gobierno Argentino, habiendo obtenido despachos de sargento mayor el 7 de septiembre del mismo año.

Las funciones del teniente coronel Beltrán fueron de gran importancia, pues no solo alistó armas para los varios de miles de soldados que se instruían en las costas entrerrianas, sino que también proveyó armamento a los diferentes buques de la escuadra confiada a la hábil dirección del Almirante Brown; el cual debió hacer frente en todos los encuentros a fuerzas navales muy superiores, de donde resultaron averías muy importantes para los barcos republicanos y sus piezas de combate quedaron frecuentemente fuera de uso. Sin bien es cierto de que la escuadra tenía sus talleres de reparaciones, también lo es de que Beltrán tuvo influencia importante en su dirección.

Actuó en la batalla de Ituzaingó, pero el mal estado de su salud lo obligó a abandonar la campaña y regresar a Buenos Aires y sintiendo que se aproximaba su fin, pasó sus últimos meses reconcentrado en las prácticas religiosas, haciendo penitencias y nuevos votos de castidad, pasando días de prueba y de tortura. Reclamó la presencia de un sacerdote para comulgarse y reconciliarse con el Ser Supremo. Durante dos días los sacerdotes franciscanos rodearon su lecho y finalmente, pidió ser vestido nuevamente con el hábito de la Orden, renunciando a las armas. Nombró albacea a su antiguo amigo, el después general Manuel Corvalán.

El teniente coronel Luis Beltrán, falleció a las siete de la mañana del 8 de diciembre de 1827; y al día siguiente fue sepultado en el Cementerio del Norte “en clase de sacerdote que era, por haber renunciado a la carrera militar antes de morir”, según expresa la comunicación de Corvalán al Inspector y Comandante General de Armas de fecha 10 del mismo mes y año. El otro acompañante de su cadáver fue el general Tomás Guido.

A pesar de que en su testamento de 29 de agosto de 1800, Beltrán dice ser nacido en San Juan, se considera que este suceso se produjo viajando su familia de esta ciudad a la de Mendoza, ya que solo tenía tres días cuando llegaron sus progenitores a esta última, donde fue bautizado, como queda dicho. Su madre sobrevivió hasta 1847.

Fray Luis Beltrán fraile franciscano argentino  (1784-1827)
NOTA: Gracias a los biógrafos y a las túnicas que se conservan de San Francisco sabemos que éstas tenían forma de cruz o de tau, como expresión de que el Hermano Menor debe crucificar en sí mismo las pasiones de este mundo.
En cuanto al color, sólo en el Espejo de Perfección leemos que el Santo prefería a la alondra entre todas las aves, porque 
"Tiene un capucho como los religiosos y es un pájaro humilde... Su ropaje, o sea las plumas, tiene el color de la tierra, y ella da ejemplo a los religiosos de que no hay que tener ropa delicada o de colores, sino modesta en el precio y el color, igual que la tierra, que es el elemento más vulgar".
Referencias
(1) En realidad la artillería transportada sumaba: 2 obuses de 6 pulgadas, 7 cañones de batalla de a 4, 9 cañones de montaña de a 4 y dos cañones de hierro de un calibre, y dos de 10 onzas con sus respectivas cureñas y armones. Las municiones eran considerables: 300 granadas, 200 tarros de metralla para obús, 2.100 tiros de bala, 1.400 tiros de metralla, 2.700 tiros a bala para las piezas de montaña, etc. etc. etc..
(2) La asafétida (Ferula asafoetida) es una especie botánica de olor muy fuerte, bastante repugnante, vagamente similar al ajo.

FRAY LUIS BELTRÁN, EL ENLOQUECIDO POR LA REVOLUCIÓN - Felipe Pigna
El 30 de enero de 1816, a pedido del rey de España, el papa Pío VII envió a sus “venerables hermanos arzobispos, obispos y queridos hijos de América, súbditos del Rey de las Españas”, una “Breve” en la que les decía: “Entre los preceptos claros y de los más importantes de la muy santa religión que profesamos, hay uno que ordena a todas las almas a ser sumisas a las potencias colocadas sobre ellas. Estamos persuadidos de que ante los movimientos sediciosos que se producen en aquellos países, por los cuales nuestro corazón está entristecido y nuestra sabiduría reprueba, vosotros no dejasteis de dar a vuestros rebaños todas las exhortaciones. Nos somos el representante de aquel que es el Dios de la paz, nacido para rescatar al género humano de la tiranía de los demonios. Nuestra misión apostólica nos obliga a impulsaros a buscar toda clase de esfuerzos para arrancar esa muy funesta cizaña de desórdenes y sediciones que el hombre ha tenido la maldad de sembrar allá. Vosotros lo conseguiréis fácilmente, venerables hermanos, si cada uno de vosotros quiere exponer con celo al rebaño los perjuicios y graves defecciones y las calidades y virtudes notables y excepcionales de nuestro muy querido hijo en Jesucristo, Fernando, Rey Católico de las Españas. Recomendad la obediencia debida a nuestro Rey [...] y obtendréis en el cielo la recompensa de vuestros sacrificios y de vuestras penas por Aquel que da a los pacíficos la beatitud y el título de hijo de Dios”.1

Afortunadamente, entre el rebaño latinoamericano había hombres como Manuel Belgrano, católico practicante, y muchos curas revolucionaros que, insumisos y arriesgando su vida y hasta la recompensa del cielo, decidieron luchar por la libertad del continente. Uno de ellos, quizás uno de los más notables y menos reconocidos fue fray Luis Beltrán.

Según la versión canónica había nacido en Mendoza -aunque en su testamento declara ser oriundo de San Juan- un 7 de septiembre de 1784. Su verdadero apellido era Bertrand pero fue anotado por error en el acta de bautismo como “Beltrán”. Ingresó en el Convento de San Francisco en Mendoza donde estudió las ciencias teóricas y ejercitó las prácticas como la física y la mecánica. Decidió seguir su vocación religiosa y fue trasladado a Santiago de Chile, donde en 1812 fue designado capellán de las tropas independentistas comandadas por Carrera.

Las habilidades y el ingenio de Beltrán fueron puestos a prueba tras la derrota de Hierbas Buenas, cuando se ofreció para recomponer el parque de artillería diezmado por los españoles. Por sus eficientes servicios fue ascendido a Teniente de Artillería, pero la derrota de los patriotas chilenos en Rancagua, el 2 de octubre de 1814, lo obligó a emprender junto a centenares de derrotados el penoso cruce de la cordillera hacia Mendoza.

Llevaba consigo sus herramientas de trabajo y la convicción de seguir peleando contra los enemigos de América. En la capital mendocina el gobernador San Martín que preparaba el ejército libertador decidió incorporar a sus filas a aquel hombre de quien tenía las mejores referencias y de quien Mitre contaba que: “se hizo matemático, físico y químico por intuición; artillero, pirotécnico, carpintero, arquitecto, herrero, dibujante, cordonero, bordador y médico por la observación y la práctica, siendo entendido en todas las artes manuales y lo que no sabía lo aprendía con sólo aplicar a ello sus extraordinarias facultades naturales”. 2

Fray Luis impuso en el campamento del Plumerillo un frenético ritmo de producción. Montó un taller en el que trabajaban por turnos unos setecientos artesanos y operarios a los que Beltrán formaba a los gritos en medio del ruido ensordecedor de los golpes del martillo sobre el hierro hasta quedar ronco para toda la vida. Allí, donde no había nada más ni nada menos que la solidaridad y la entrega a la causa revolucionaria del pueblo cuyano, se fabricaba de todo, desde monturas y zapatos hasta balas de cañón, fusiles, vehículos de transporte y granadas.

Allí diseñaba las máquinas para disimular la desigualdad entre aquellos hombres y la imponencia de la cadena montañosa más alta del mundo después del Himalaya. Puentes colgantes, grúas, pontones para doblegar quebradas intransitables y abismos imposibles. Todo se fabricaba allí día y noche bajo el impulso de fray Luis.

Ya no quedaban campanas en las iglesias de la zona ni ollas en muchas casas. Todo era fundido en los talleres de aquel “Vulcano con sotana”. “Si los cañones tienen que tener alas, los tendrán”, decía Beltrán.

San Martín quiso premiar tanto empeño y lo ascendió a Teniente Primero con el grado de Capitán. El inspector general del Ejército, José Gascón, se opuso a la carrera militar del fraile artillero por considerarla anticatólica, pero el jurista canónico Diego Estanislao Zavaleta dictaminó a favor de la continuidad de Beltrán a las órdenes de San Martín.

Pero fray Luis no sólo fabricaba las armas; las usaba con un coraje temerario que fue reconocido por el gobierno de las Provincias Unidas a través de una medalla por su actuación en la memorable batalla de Chacabuco el 12 de febrero de 1817.

Proclamada la independencia de Chile, Beltrán comenzó a preparar los pertrechos para la expedición al Perú, pero el desastre de Cancha Rayada lo obligó a trabajar sin parar junto a un grupo selecto de colaboradores en la provisión del ejército libertador. En sólo 16 días tuvo listos 22 cañones, cientos de fusiles y miles de municiones, que serían estrenados con todo éxito el 5 de abril de 1818, en el definitivo combate de Maipú; tras el cual Beltrán recibió otro encargo del Libertador: preparar lo más maravillosos fuegos de artificio para celebrar la Independencia de Chile.

Más tarde, participó activamente en la provisión y mantenimiento del parque de artillería de la campaña del Perú y fue designado por San Martín como Director de la maestranza del Ejército Libertador. Se dio el gusto de entrar en Lima junto al Libertador, aquella histórica capital desde donde salían las órdenes para aniquilar poblaciones enteras.

Tras el retiro de San Martín, Beltrán siguió peleando a los órdenes de Bolívar. Instalado en el cuartel general de Trujillo, el fraile volvió al intenso ritmo de producción y a los turnos rotativos de trabajadores. Bolívar puso a prueba su eficiencia ordenándole la puesta a punto y embalaje de unos mil fusiles y armas de puño en un plazo máximo de tres días.

Beltrán y su gente pusieron todo el empeño olvidándose del sueño. Al octavo día todavía faltaba embalar algunas piezas cuando llegó Bolívar, quien lo reprendió duramente y amenazó con fusilarlo.

Fray Luis entró en una profunda depresión y se encerró en su cuarto. Seguramente el episodio no lo era todo, era aquella famosa gota de aquel famoso vaso. Años de lucha, de esfuerzos, de no parar. La “melancolía”, como se decía entonces, le fue ganando la partida y el suicidio apareció cada vez más fuerte en sus pensamientos hasta que se transformó en acción.

Se cercioró de que todas las aberturas de su cuarto estuviesen bien cerradas, arrojó sobre el brasero un producto químico que producía un vapor asfixiante y se acostó en su cama a esperar aquella muerte que tantas veces había esquivado en los campos de batalla de medio continente.

Pudo ser salvado a tiempo pero los médicos que lo atendieron lo encontraron en un estado de total alteración mental. Deambuló delirando por las callejuelas del pueblito de Huanchaco, hasta que fue rescatado por una familia amiga. Pudo restablecerse y embarcarse hacia Chile. Volvió a cruzar la cordillera y llegó a Buenos Aires justo a tiempo para incorporarse, con su revalidado título de Teniente Coronel, a las tropas navales que se aprestaban a combatir contra el Brasil y participó en el combate de Ituzaingó.

Pero su estado físico y espiritual se complicaban. Debió abandonar la campaña y regresar a Buenos Aires. Sentía que ahora sí venía la muerte por su cuenta y quiso volver a ser sólo un sacerdote. Renunció a las armas y se encerró a hacer penitencia severa por varios días.

Luis Beltrán murió fraile y sin un peso a los cuarenta y tres años, el 8 de diciembre de 1827. Su confesor comentó que se había reconciliado con el Ser Supremo. Nunca conoceremos los detalles de aquella pelea desigual ni de la reconciliación.

Referencias:
1 Breve del Papa Pío VII, dada en Roma el 30 de enero de 1816.
2 Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, Buenos Aires, Eudeba, 1968.
Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/Luis_Beltr%C3%A1n
http://exmeca.blogspot.com.ar/2009/10/fray-luis-beltran.html
http://www.infobae.com/2015/09/12/1754128-la-increible-historia-del-fray-luis-beltran-el-cura-artillero-san-martin
http://exmeca.blogspot.com.ar/2009/10/fray-luis-beltran.html
http://www.losandes.com.ar/article/los-ingleses-de-fray-luis-beltran
http://www.revisionistas.com.ar/?p=10238
http://www.elintransigente.com/cultura/2012/9/7/setiembre-1784-sacerdote-franciscano-beltran-145510.html
http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/b/beltran.php

1 comentario:

  1. En este informe solo quería aclarar que Fray Luis Beltran nació en territorio sanjuanino camino a la ciudad de Mendoza. Es un sanjuanino bautizado en aquella provincia. El documento mas importante que confirma este hecho es el testamento de de ingreso a la Orden Franciscana de Santiago de Chile en el año 1800, donde deja asentado su origen ".. YO JOSÉ LUIS BELTRÁN NATURAL DE LA CIUDAD DE SAN JUAN".Este testamento lo hace ante escribanos mendocinos y ante sus propios padres así que no podía mentir su procedencia..

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