https://www.youtube.com/watch?v=jhO5yEmF0PU
Batalla de la Vuelta de Obligado
Bloqueo anglo-francés del Río de la Plata
Batalla de la Vuelta de Obligado.jpg

Fecha
20 de noviembre de 1845 (hace 169 años)

Lugar
Río Paraná (provincia de Buenos Aires)
Resultado

Coordenadas33°35′32″S 59°48′27″O (mapa)

Victoria pírrica de la armada anglo-francesa
Beligerantes
Flag of the Argentine Confederation.svg Confederación ArgentinaBandera del Reino Unido Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
Bandera de Francia Francia
Comandantes
Flag of the Argentine Confederation.svg Lucio Norberto MansillaBandera del Reino Unido Samuel Inglefield
Bandera de Francia François Thomas Tréhouart
Fuerzas en combate
bergantín
cañoneros
4 baterías con 30 cañones
2000 soldados
22 buques de guerra
418 cañones
880 soldados
Bajas
150 - 200 muertos
400+ heridos
30 - 40 muertos
130 - 160 heridos
Graves daños a la flota invasora y a buques mercantes

El PRESTIGIOSO HISTORIADOR BRITÁNICO DAVID ROCK, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE CALIFORNIA, QUISO INTERVENIR EN LA POLÉMICA QUE EN ESTA MISMA PÁGINA SOSTUVIERON PACHO O'DONNELL Y LUIS ALBERTO ROMERO SOBRE LA VUELTA DE OBLIGADO Y LA VISIÓN OFICIAL DEL NACIONALISMO ARGENTINO.

Como inglés nativo, no veo la década que siguió a 1840, al decir de Churchill, como nuestra hora más gloriosa o " finest hour ". En el colegio, a esa década la llamábamos "los años cuarenta hambrientos", no sólo por la catastrófica hambruna irlandesa, sino por la prolongada recesión económica que perjudicó seriamente las vidas de los obreros británicos. 
HISTORIADOR BRITÁNICO DAVID ROCK
Las presiones económicas internas provocaron varias aventuras imperialistas en el exterior, entre otras, las guerras infames del opio contra el imperio chino y la intervención de 1845 en el Río de la Plata. Sólo cerca de 25 miembros de las tropas francesas e inglesas murieron en el conflicto de la Vuelta de Obligado, un acontecimiento casi olvidado en Francia y Gran Bretaña.
Lucio Norberto Mansilla
Lucio Norberto Mansilla-1-. Oleo de Goulu.jpg

Escudo de la Provincia de Entre Ríos.svg
1.° Gobernador de Entre Ríos
28 de septiembre de 1821-12 de febrero de1824

Predecesor
No existía el cargo

Sucesor
Juan León Sola

Datos personales

Nacimiento
1 de marzo de 1792
Buenos AiresBandera de España Virreinato del Río de la Plata

Fallecimiento
10 de abril de 1871 (79 años)
Buenos AiresFlag of Argentina.svg Argentina

Partido
Partido Federal
Cónyuge

Agustina Ortiz de Rozas

Hijos
Eduarda Mansilla y Lucio V. Mansilla

Profesión
Militar
Ocupación

Militar
Las pérdidas argentinas fueron mucho mayores: posiblemente hubo hasta mil muertos. La "batalla" recuerda los episodios imperialistas típicos en la India o en Africa, en los cuales por cada muerto europeo perecieron cincuenta nativos. Pacho O'Donnell define el incidente como "una de las mayores epopeyas militares de nuestra historia". Si eso fuera verdad, la República Argentina habría tenido una existencia casi idílica. Ojalá la historia británica hubiera sido la misma. En Gran Bretaña, el lenguaje de O'Donnell se aplicaría a acontecimientos como el primer día de la Batalla del Somme, el 1° de julio de 1916, cuando sesenta mil soldados ingleses cayeron en los primeros treinta minutos del enfrentamiento, ante las ametralladoras alemanas.
Combate de la Vuelta de Obligado
A pesar de su lenguaje exagerado, el artículo de O'Donnell tiene un cierto contenido analítico. Enfatiza, correctamente, la importancia de los barcos de vapor en el conflicto de 1845. Lord Palmerston veía al río Paraná como un sitio ideal para probar los barcos de vapor como máquinas bélicas. Los constructores de este tipo de buques en Inglaterra querían aumentar su producción si aparecían los mercados compradores. Algunos comerciantes de Liverpool soñaron con convertir al gran río (que creían conectado directamente al río Amazonas, a través de las junglas brasileñas) en un segundo Mississippi. Como señala O'Donnell, algunos comerciantes británicos concibieron el plan de redefinir el mapa político de la región del Plata, reduciendo el territorio de la Confederación Argentina y aumentando el de la República del Uruguay.
“Cuadro alegórico de la Batalla de Vuelta de Obligado. Se distingue el “morro”, de donde se amarraban las cadenas para defender la afrenta. El monumento que en ese “morro” se elevaba fue inaugurado el 20 de noviembre de 1940 bajo el gobierno del conservador Ortiz.”
La batalla de la Vuelta de Obligado resultó una derrota para Rosas, aunque posteriormente él pudo reclamar una victoria estratégica, cuando los británicos abandonaron su acción bélica y volvieron a la diplomacia. Estos evitaron cualquier medida violenta en la construcción de su imperio de negocios en la Argentina. Aunque no discrepo totalmente con O'Donnell, comparto la crítica de Romero de su versión de romanticismo histórico. Nadie debe olvidarse del papel de la demagogia revisionista en la tragedia argentina de los años 70 del siglo pasado.
Romero resume bien las opiniones de muchos historiadores distinguidos y confiables. Sin embargo, tanto él como O'Donnell no mencionan varios aspectos de la intervención de 1845 que son cruciales para su mejor comprensión. Bien conocido, por ejemplo, es el largo esfuerzo de Rosas por controlar la Banda Oriental; estos conflictos marcaron la continuación de la competencia entre Buenos Aires y Montevideo para dominar el comercio del Río de la Plata, que había empezado en el período colonial. El conflicto tipificó esta época de la historia latinoamericana después de la independencia. Los caudillos y los Estados-ciudades luchaban por la hegemonía de una manera más parecida a las guerras de la Grecia Antigua o la Italia del Renacimiento que a las luchas nacionales-populares europeas durante las revoluciones de 1848.
Ni O'Donnell ni Romero enfrentan los antecedentes de la participación de Francia y Gran Bretaña en el conflicto de 1845. Los franceses estaban concentrados en Montevideo; se opusieron a Rosas porque él les aplicó políticas discriminatorias; pasaron todo el período de Luis Felipe (1830-1848) tratando de derrocarlo. Bien distinto de la invasión de México durante el régimen siguiente de Napoleón III, los orleanistas trabajaron contra Rosas a través de bloqueos y socios locales como el general Juan Galo Lavalle. Los franceses nunca quisieron lanzar una invasión en tierra con tropas europeas, pues temieron que esto resultara un desastre costoso.
A diferencia de los franceses, los británicos habían establecido una presencia en ambas bandas del Río de la Plata. Buenos Aires atrajo a los británicos porque ofrecía acceso a mayores mercados y a productos vacunos de exportación. Por su parte, Montevideo tenía un puerto más caudaloso que Buenos Aires, y más cerca del Atlántico; además, sus autoridades solían demostrar más voluntad de cooperar con los comerciantes británicos.
En 1845, los comerciantes británicos de Montevideo convencieron a sus socios en Liverpool de montar una campaña bélica contra Rosas. Argumentaron que Montevideo pronto podría convertirse en la base de un nuevo comercio muy apreciable hacia el interior sudamericano, a través del Paraná. Para cumplir este plan, era necesario eliminar la oposición de Rosas. Los propagandistas siempre escondieron su verdadera razón: una acción contra Rosas por un bloqueo a Buenos Aires les daría el monopolio sobre el comercio existente en el Río de la Plata. El conflicto de 1845 significó una lucha entre grupos de políticos y comerciantes en competencia por la hegemonía comercial. Marcó una nueva etapa en la larga pelea entre Buenos Aires y Montevideo por la supremacía en el Río de la Plata.
Olivia Castro Cranwell - pinté el retrato de Juan Manuel de Rosas para el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, que lo donó al Colegio Militar de la Nación, y el 21 de marzo de 2013 fue el acto de inaguración de la llegada del cuadro y del busto de Rosas, esculpido por el artista Juan Palau. Con estas dos obras Rosas entró en la sala de próceres del Colegio Militar.
Samuel Lafone merece una mención destacada en los anales del imperialismo victoriano. El lanzó la visión del comercio a vapor entre Montevideo y el alto Paraná; concibió el plan de redefinir las fronteras entre la Argentina y Uruguay a beneficio del segundo; en los años 50, gestó el desarrollo de las islas Malvinas, desde Montevideo. En 1845, Lafone convenció a William Ouseley, el enviado diplomático de Aberdeen, de enviar la expedición naval, junto con los franceses, por el Paraná y emprender el ataque a las tropas rosistas en la Vuelta de Obligado. A pesar de su triunfo militar, los británicos sacaron escaso provecho de su agresiva aventura, porque las oportunidades comerciales de la región del Paraná y del Paraguay fueron casi nulas.
Acuarela de la batalla de sir Edward Augustus Inglefield
Aberdeen había ordenado a su enviado utilizar la fuerza como último resorte y pronto condenó la entrada forzada al Paraná. Rápidamente, la opinión pública inglesa se dio cuenta de que la intervención contra Rosas producía grandes ganancias para los comerciantes de Montevideo, pero provocaba el descenso del comercio británico. La oposición creció a tal punto que a principios de 1846 los británicos abandonaban toda su anterior estrategia. Como ocurrió repetidas veces en el siglo XIX, el imperialismo británico se formó menos como resultado de una política gestada en Londres que por las acciones de los agentes comerciales locales o " men on the spot ", en este caso, Lafone y Ouseley.
"No somos ni Argelia ni la India", declaró gallardamente Rosas, cuando las fuerzas británicas se habían retirado. A pesar de su oposición a la intervención, el gobernador aceptó plenamente la idea de una asociación comercial con los europeos. En 1847, el diario pro rosista escrito en inglés en Buenos Aires, The British Packet , publicó un manifiesto sosteniendo que una relación con Gran Bretaña que hoy llamaríamos "imperialismo informal" sería provechosa para ambas partes. El diario llamó a los británicos a enviar obreros y granjeros a Buenos Aires, que se dedicarían al comercio y al sector rural. De haber venido, los británicos hubieran gozado, según el diario, de "todos los beneficios de una colonia sin costo ni responsabilidad".
Los rosistas también proponían el tipo de relación con Gran Bretaña que de hecho se materializó hacia fines del siglo XIX. Lo que hoy los revisionistas condenan como "la oligarquía antinacional o entreguista" asociada con los británicos? ¡incluiría a Rosas mismo! Obviamente, lo propuesto por Rosas tuvo el apoyo de los británicos establecidos en Buenos Aires. Ellos peticionaron al Foreign Office que se abandonara la intervención militar y rehusaron el consejo de Ouseley de salir de Buenos Aires. Todos se mantuvieron leales a Rosas y defensores de la soberanía provincial.
Conozco a un solo entusiasta de una hipotética conquista militar británica de Buenos Aires. Irónicamente, un irlandés. En 1845-1847, Antonio Fahy, un cura empobrecido y recién llegado, pidió un subsidio del gobierno británico anunciando su voluntad de actuar como un líder colonial, sobre la base de su prestigio dentro de la comunidad irlandesa de Buenos Aires.
Una narrativa acertada de los sucesos de 1840 en el Río de la Plata subraya lo anacrónico de la terminología empleada por O'Donnell: "democracia popular", "soberanía nacional" y "nacionalismo", por ejemplo.
La batalla de la Vuelta de Obligado fue una masacre de "nativos" típica de su tiempo. Más que un arquetipo del nacionalismo popular, Rosas era un dictador de un Estado-ciudad que, a la vez que supo defender su propio territorio, también deseó siempre una relación cercana y provechosa con los países imperialistas.
Como nota Romero, aquellos años pertenecieron a la época prenacional y prenacionalista de la Argentina. Los intelectuales liberales preclaros, como Alberdi y Sarmiento, soñaban con una república consolidada que emulara la pujanza democrática y republicana de Estados Unidos. Pero en aquella época sus proyectos todavía se hallaban muy lejos del imaginario de la masa popular. © La Nacion por David Rock, historiador británico,es especialista en historia política argentina.
Fuente: Diario La Nación 6/12/2010
EL HISTORIADOR DANIEL BALMACEDA HABLA DE LA GRAN GESTA HISTÓRICA QUE SIGNIFICÓ LA BATALLA DE LA VUELTA DE OBLIGADO, OCURRIDA EL 20 DE NOVIEMBRE DE 1845 EN EL RÍO PARANÁ.
https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=TpniwYBeauE
La presidenta Cristina Fernández inaugurará mañana el monumento –obra del artista Rogelio Polesello– que conmemora la batalla en la que 2300 hombres se enfrentaron a la flota anglo-francesa, el 20 de noviembre de 1845.
El rosario de cadenas que se levanta en medio del paisaje ribereño tiene 850 eslabones de hierro color óxido. Un tono que simboliza el paso del tiempo y retrotrae a aquella batalla de 1845 en la que 2300 hombres se enfrentaron a una flota anglo-francesa (muy superior en hombres y recursos) en ese rincón del Paraná conocido como Vuelta de Obligado. A un costado, se alza la figura de Juan Manuel de Rosas, recortada en rojo punzó.
Mañana, a 18 kilómetros de San Pedro, en el lugar donde ocurrió aquella contienda, la presidenta Cristina Fernández dejará formalmente inaugurado el monolito que el artista Rogelio Polesello creó para recordar esa victoria. Tiene 15 metros de diámetro y 4 de altura. Por entre los eslabones, circulará el agua, para que quien lo vea recuerde que unos hombres dieron la vida por la soberanía.
Será sólo una de las actividades de la jornada de mañana, que desde este año será conmemorada con un nuevo feriado nacional. El 20 de noviembre de 1845, la Vuelta de Obligado fue un hecho fundante para la identidad nacional. Es por eso que en este, el año del Bicentenario, se rememora y recuerda la gesta en que la Confederación, liderada por Juan Manuel de Rosas, defendió la soberanía frente a una flota extranjera que intentaba incursionar por los ríos del Litoral.
“A la presidenta le gustó mucho la maqueta que presenté y me sugirió algunos cambios, como la incorporación del color rojo de la estrella federal”, dijo Polesello a Tiempo Argentino.
La celebración incluirá la presentación de un circuito turístico que tendrá como punto principal el Museo de la Batalla de la Vuelta de Obligado, donde se expondrán objetos de la contienda militar que, a 165 años de ocurrida, los arqueólogos que trabajan en San Pedro todavía siguen hallando en el lugar. Un nuevo cartel indica en el lugar que se está en el “Parque Histórico Natural. Cuna de la Soberanía Nacional”. Los terrenos donde se libró la batalla eran propiedad de la familia Obligado, parientes del poeta Rafael Obligado.
El camino, con subidas y bajadas, lleva también al sitio donde se instaló una de las cuatro baterías con las que las fuerzas del general Lucio N. Mansilla, cuñado de Rosas, enfrentaron a los invasores.
. “Mi tío aparece: era un hombre alto, rubio, blanco, semipálido, combinación de sangre y de bilis, un cuasi adiposo napoleónico, de gran talla, de frente perpendicular, amplia, rasa como una plancha de mármol fría, lo mismo que sus concepciones; de cejas no muy guarnecidas; poco arqueadas, de movilidad difícil”, describió magistralmente a Rosas su sobrino, Lucio V. Mansilla, hijo de aquel general.
Después de 165 años y a partir de mañana, será la controvertida figura del Restaurador, Juan Manuel de Rosas, pero desde los ojos de Polesello, la que se asome a la ribera sampedrina.
por Natalia Páez - Fuente: Diario Tiempo Argentino 19/11/2010
Vuelta de Obligado, imagen satelital
Opinión
La batalla de Obligado
En 1846, la prensa rosista, sobre todo el Archivo americano, dirigido por el sagaz polígrafo napolitano Pedro De Angelis, no dejaría pasar las importantes apreciaciones que el general San Martín enviaba precisamente desde Nápoles, donde se hallaba por razones de salud. Lo que había despertado el fervor de San Martín era la noticia de la batalla de Obligado, ocurrida unos meses antes, por lo que se ponía a disposición de Rosas. A pesar de sus dolencias, escribe varias cartas en donde incluso considera la eventualidad de la toma de Buenos Aires por parte de Francia e Inglaterra. En esa hipótesis, razonaría consejos militares de gran sutileza para poder recuperar la ciudad aun con milicias de menos calidad y cantidad que las europeas. Su escrito cumplía un papel de disuasión ante los poderes imperiales europeos.
C5N - PACHO O`DONNELL - DIA DE LA SOBERANIA NACIONAL
https://www.youtube.com/watch?v=jhO5yEmF0PU
Al final de sus días, el general dona su sable a Rosas a través de la cláusula tercera de su testamento. Rondaba su pensamiento un solo tema, la posibilidad de comparar la dimensión de la emancipación del dominio español con la lucha del gobierno de la Confederación Argentina contra las dos mayores potencias europeas, la Francia de Luis Felipe de Orléans y la Inglaterra que ya comenzaba su “era victoriana”, con sucesivos primeros ministros que el mundo recordaría, Melbourne, Peel, Palmerston, luego Gladstone y Disraeli.
Son los años de la revolución industrial madura, de la expansión del imperialismo mercantil, de la guerra del opio, de la hambruna irlandesa, de los cercos sobre el Río de la Plata en nombre de la “libre navegación de los ríos”. Rosas había estudiado bien la política inglesa y alguna vez se jactará de su amistad con Lord Palmerston, a quien al parecer pertenecía la propiedad que ocupará como exilado en las afueras de Southamptom. El Foreign Office es sutil y Rosas no lo es menos. Se conocen, se han combatido, secretamente se han admirado y comprendido.
Salva de fusilería en homenaje a los héroes de Vuelta de Obligado
En cuanto a Francia, gobierna Luis Felipe de Orléans, el régimen que Marx en Las luchas de clases en Francia había llamado la “monarquía financiera”. Su ministro Guizot era gran conocedor de la historia francesa e inglesa, rival de Palmerston pero no de Peel, admirador del gran historiador inglés Gibbon –del mismo modo que, muchos años después, también lo admiraría un ciudadano nacido en el país al que atacaría en dos oportunidades la marina de Francia: Jorge Luis Borges–. Rosas tampoco desconocía la política francesa y según una paradoja que Sarmiento considera en el Facundo, se valía de la propia prensa europea, que íntimamente despreciaba, para defender su gobierno. En efecto, el escritor francés Emile Girardin mantiene un diario, La Presse, que al parecer era financiado en cierto momento desde Buenos Aires para defender las posiciones del gobierno de la Confederación rosista en esos años de fuego, si es que algunos no lo son.
Afirman haber sacado del río fragmentos de las cadenas de la batalla de Vuelta de Obligado
Rosas no carecía de pensamientos políticos elaborados, aunque no solía expresarlos en público. La liturgia barroca de su gobierno, tema de gran interés, hizo que se lo comparara con Felipe II. Había escrito un diccionario de lenguas pampas porque el mundo del orden, que era el suyo, implicaba saber el idioma en que se debía garantizar la sumisión de los vencidos. Fugazmente, despertaría el interés de Darwin, quien se cruza con él en medio de la pampa. Rosas era lector de viejos textos ultramontanos y de ciertos clásicos. Alguna vez ha citado a Burke y a De Maistre, se sabe que cuida una valiosa edición de la Etica a Nicómaco y se guía por pasmosas encíclicas papales.
Devolucion de la bandera de Vuelta Obligado (*)=Interesante historia contada a final de página
Además, tiene Rosas una concepción del absolutismo político que no es de floración espontánea, sino que proviene de su familiaridad con textos sobre El Príncipe, escritos por consejeros finamente reaccionarios, entre otros –como lo prueba Arturo Sampay– un teórico de las monarquías del siglo XVIII, Gaspard Réal de Curban. Viviendo como exilado en el farm inglés, reprodujo las escenas de una granja pampeana, intentó escribir sus memorias, se carteó con sus fieles, recibió a Alberdi y a los Quesada, llegó a interesarle a Ernst Renan (que leyó manuscritos de Rosas que le fueron entregados por Adolfo Saldías) y condenó a la Comuna de París en 1871, empleando la expresión “comunistas” con el mismo valor que le adjudicaron los credos reaccionarios del todo el siglo XX.
He allí un tema. La batalla de Obligado hay que verla eminentemente “desde el sable de San Martín”, el mismo que en la década del ’60 del siglo XX fue motivo de disputas y capturas simbólicas por parte del peronismo. Pero no puede ser vista desde las propias opiniones de Rosas y su mundo cultural de terrateniente exuberante, con su gauchocracia aúlica y ritualista. Rosas fue más astuto que lo que Marx imaginaba cuando en sus escritos de 1850 sobre la India especulaba que la “astucia de la razón” debía hacerse responsable de la crisis de la dominación británica en países de ultramar, donde el imperialismo debía penetrar ampliamente para luego crear él mismo la contradicción que lo derrocaría.
Concreto, Rosas tiene la astucia del gran propietario de tierras, mimético con la lengua de sus subordinados, que arma milicias propias y que, sin dejar de ser un empresario ganadero moderno, lo es preservando más arcaísmos culturales que los que toleraban Marx y Sarmiento. Por eso libra batallas de autonomía territorial pero sin concepción antiimperialista o libertaria, sino más bien autocrática. En nada se desmerece con esto ninguna batalla, en la medida que no hay hecho que no sea paradójico.
Día de la Soberanía Nacional
Significado
Conmemoración de la Batalla de la Vuelta de Obligado
Día de celebración
20 de noviembre
Celebrado desde
1974
Lugar de celebración
Argentina
El movedizo psicoanalista esloveno Slavoj Zizek se deslumbró con Rosas como lo había hecho antes Pedro De Angelis, aunque un siglo y medio después. Dice precisamente que Rosas es el ser paradójico que impulsó la unidad nacional sin ser demócrata, que era un republicano jacobino que sin embargo hablaba como un conservador y que, en suma, fue una persona de derecha que cumplió objetivos de izquierda. No son interesantes hoy estos pensamientos. Las paradojas existen, liberan las existencias aherrojadas, componen lo político en su realidad última, pero si son mal planteadas, pueden dar una explicación “rosista”, por lo tanto antediluviana, a hechos interesantes ocurridos durante el período de Rosas. Marx, como se sabe, juzgó a Bolívar como un anacronismo político que impedía el reinado universal de las precondiciones revolucionarias en el mundo. Las raíces de este error “europeísta” fueron muy bien explicadas por el pensamiento de la “izquierda nacional” y del socialismo latinoamericanista de José Aricó, hace ya muchas décadas. Pero la razón absolutista de Rosas no significa lo mismo que la imaginación libre del vasto Bolívar.
La tesis de un tiempo latinoamericano específico, capaz de darles singularidad a los procesos emancipadores de estas tierras –tema de absoluta vigencia–, precisa de todas maneras una noción amplia y sensible del tiempo universal y de los problemas complejos de la modernidad. ¿Hasta qué punto es posible omitir, de la sensibilidad emancipatoria anticolonial, los elementos de una comprensión lúcida del conflicto social moderno? San Martín ve en la Europa de 1848 síntomas de disgregación social, juzga la convulsión de las barricadas revolucionarias como un hombre de orden, que lo es, pero a diferencia de Rosas, no lanza rayos y centellas ni pide auxilio al Vaticano. En un libro que pensaba titular “La religión del Hombre”, Rosas iba a proponer una Liga de Naciones de la Cristiandad regida por el Papa, a la manera de la Santa Alianza. Victor Hugo y Mazzini le parecían solo contenibles por la mano fuerte de Napoleón III. La Primera Internacional le preocupaba, y se mantiene informado puntillosamente sobre los movimientos de los adeptos de Marx.
El revisionismo histórico rosista, en sus variantes republicana conservadora, ultramontana apostólica, nacionalista católica, nacionalista popular y nacionalista de izquierda, y en sus estilos más o menos documentalistas o legendarios, plebeyos o aristocráticos, es un movimiento publicístico ampliamente vigente en la conciencia pública y en los medios de comunicación. De ser la segunda voz, nunca endeble, de las interpretaciones historiográficas, ha pasado a ser ya la primera. Propone amplios modelos del pasado para un juicio inmediatista sobre el presente. Admitamos que las extrapolaciones del pasado muchas veces son hilos internos vibrantes de los grandes trabajos de investigación histórica. Pero en especial si se procede con delicadeza en la traslación, tratando los textos sin reduccionismos ni forzamientos.
Juan Manuel de Rosas
Son tiempos éstos en que son necesarios nuevos aglutinamientos sociales de emancipación, que conjuguen temas nacionales, sociales, de sensibilidad cultural y con nuevos lenguajes públicos que no se cierren en forma unidimensional sobre liturgias venerables. Estas gestas son hechos que pueden transferirse al presente en la medida en que los grandes arquetipos se nutran también de la noción de que en la historia nada es traducible de inmediato. Esta traducción será obra de un cuidado analítico, del respeto documental, de la imaginación pública para que las leyendas nacionales sean relatos democráticos y que las sagas del pasado no aprisionen litúrgicamente la rica heterogeneidad del presente.
1845: Tiene lugar la batalla de la Vuelta de Obligado. Pese a la heroica resistencia de Lucio N. Mansilla, que había tendido de costa a costa barcos sujetos por cadenas, la flota anglo-francesa consigue romper las cadenas y remontar el río Paraná. En la imagen, la Batalla de la Vuelta de Obligado.
La Vuelta de Obligado fue una epopeya nacional notable, que significa también una nueva obligación a la vuelta de una larga discusión argentina. Demostró y demuestra que hubo y hay una “cuestión nacional”. Demostró y demuestra que los proyectos de modernización cultural no deben estar hipotecados a los poderes mundiales que se arrogan mensajes civilizatorios aunque se presentan con incontables coacciones. Demostró y demuestra que es posible conmemorar una proeza nacional y popular sin aprobar el régimen político bajo el cual ocurriera. Demostró y demuestra que la rica variedad de la historia argentina no puede ser encapsulada en géneros fijos y simbologías señoriales. Demostró y demuestra que estamos obligados a hacer de la historia transcurrida el alma libertaria de los poderes populares instituyentes que están en curso.
por Horacio González, sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.
Fuente: Diario Página/12  23/11/2010
Reverso del billete de 20 pesos que representa a un momento de la Batalla de la Vuelta de Obligado.
Vuelta de obligado
Revelan detalles de la batalla de 1845
La correspondencia de Mansilla muestra cómo fue la actuación de los indígenas y los niños.
Detalles hasta ahora desconocidos sobre la batalla de Obligado se conocieron con la exhibición de 120 cartas que revelan la participación y el apoyo de indígenas y niños en la campaña, aspectos logísticos del operati­vo puesto en marcha por el gene­ral Lucio Mansilla y hasta rispideces entre el militar y el juez de paz que actuaba como auto­ridad política en el lugar.
Es la primera vez que las cartas salen a la luz, luego de permanecer archivadas durante más de un siglo y medio, primero en el Juzga­do de Paz de San Nicolás y luego, en el archivo histórico municipal. En septiembre se expu­sieron en la Municipa­li­dad de San Pedro y ahora están en el Museo del Sitio Batalla de Obliga­do.
Se trata de la correspondencia que Lucio Mansilla, al mando de las fuerzas defensoras, mantuvo con el juez de paz nicoleño Manuel Vita y con sus propios comandantes, Juan José Obligado, Francisco Cres­po y Juan Antonio Garretón, en los días previos al enfrentamiento con la escuadra anglofrancesa, que tuvo lugar el 20 de noviembre de 1845.
Parque Histórico Natural de Vuelta de Obligado
En rigor, no se trata de las cartas originales, que continúan en San Nicolás, sino de fotografías en tamaño natural que se exhiben en el paraje donde ocurrió la confla­gración.
El director de Cultura sampedrino, José Luis Aguilar, impulsó la salida a la luz de las cartas y encomendó al Grupo Conserva­cio­nista de Fósiles local la trans­cripción del texto, que será puesta a disposición de los investigadores que lo deseen, junto con las fotos digitalizadas de las misi­vas. Quienes deseen copias digitales de las cartas, pueden pedirlas al mail gcfosiles@ictnet.com.ar .
Además de la inau­gu­ración del monumento alusivo a la batalla, se instalaron unas ochenta gigantografías que reproducen las cartas más relevantes que se dirigieron Mansilla, sus subordinados y el juez Vita.
En una de ellas, el general reprende al funcionario (que en esos tiempos, según explica Aguilar, jugaba un papel similar al del intendente de esa región) por hacerle perder tiempo durante los preparativos para el enfrenta­miento que se avecinaba.
"Observo con el mayor desagra­do que hubo un empeño caviloso por parte de Ud. [que] ha podido privarme de momentos que consa­gro en servicio público", escribió Mansilla con la ortografía de la época.
Este intercambio, como otros que figuran en el centenar de cartas, había escapado hasta aho­ra al escrutinio público. Aguilar dijo a La Nacion que hay varios historiadores intere­sa­dos en el material y que un equipo de la Universidad de Luján, encargado desde hace nueve años de las excava­ciones en el sitio de la batalla, ya tiene copias de los textos. En ellas, se mencionan la existencia de puestos de vigilancia destinados a desactivar intentos de espionaje y detalles sobre los insumos sanita­rios, entre otras curiosidades.
por Sebastián Lalaurentte
1845: Tiene lugar la batalla de la Vuelta de Obligado. Pese a la heroica resistencia de Lucio N. Mansilla, que había tendido de costa a costa barcos sujetos por cadenas
PARA QUE SIRVIO LA BATALLA
El 20 de noviembre de 1845 una flota enviada por Inglaterra y Francia avanzaba por el río Paraná hacia el interior del continente. Eran 22 barcos de guerra y 92 buques mercantes, estos navíos poseían la tecnología más avanzada en maquinaria militar de la época, impulsados tanto a vela como con motores a vapor. Una parte de ellos estaban parcialmente blindados, y todos dotados de grandes piezas de artillería forjadas en hierro y de rápida recarga, granadas de acción retardada y cohetes Congreve que causaban efectos devastadores. Disponían de 418 cañones y 880 hombres armados. Argumentaron que su presencia era por razones humanitarias y para garantizar el libre comercio. El gobierno de Rosas se dispuso a resistir las presiones de estas dos potencias europeas y decidió dar batalla. Los criollos esperaron a la flota en Vuelta de Obligado, un recodo donde el río se angosta a 700 m de orilla a orilla en la localidad de San Nicolás en Santa Fe. La idea era perpetrar una emboscada, contaban con seis barcos mercantes y 60 cañones construidos de apuro, con más fervor que pericia, con más voluntad que posibilidades de triunfo.
Tres gruesas cadenas se desplegaron a lo ancho del Paraná para cerrar el paso, sostenidas por lanchones. Evidentemente no tenían chances, la desigualdad de fuerzas y de preparación era abismal. Sin embargo, es justamente esta evidencia lo que le otorga una nobleza especial al enfrentamiento. Fue una batalla perdida, la flota logró seguir avanzando y diezmó a las fuerzas de la Confederación, pero a partir de ese momento empieza otra historia.
Los opositores a Rosas habían convencido a los ingleses de que si atacaban iban a encontrar el apoyo y simpatía de los pueblos del litoral. De hecho, Florencio Varela dejó por escrito su entusiasmo con la llegada de la flota anglo-francesa y propició la separación de Paraguay, Uruguay y la creación de una república mesopotámica con la unión de Entre Ríos y Corrientes. En ese entonces el puerto de Montevideo era manejado por un comerciante inglés que tenía la concesión hasta 1848. Evidentemente muy buenos negocios, libres de impuestos, se presentaban como perspectiva al comercio europeo si lograban quebrar la resistencia a la “libre navegación” de los ríos Paraná y Uruguay.
La flota siguió su avance y tanto desde la prensa unitaria como desde medios británicos se festejaba la llegada de una nueva era comercial.
Pero los ecos de la batalla generaron una nueva resistencia, las poblaciones adyacentes a los ríos retiraron el ganado y todo aquello que pudiera servir de vitualla. Al pasar por las costas de San Lorenzo recibieron ataques de artillería como así también en otros puntos de la travesía. Al desembarcar en Corrientes y en Paraguay descubrieron con amargura que el alto costo de hambre, enfermedades y muerte no se ajustaba a los beneficios económicos que realmente esperaban obtener. Concluyeron que era mucho más racional reconocer la soberanía de la Confederación en sendos pactos que Inglaterra, y un año más tarde Francia, firmaron.
El gran triunfo fue dar la batalla. Quienes aseguran que el verdadero logro se dio en las negociaciones diplomáticas olvidan que en esas mesas de discusión siempre están presentes y juegan un rol fundamental la evaluación de las fuerzas y las voluntades en disputa.
Con la historia está sucediendo algo muy parecido a lo que se viene discutiendo en nuestro país con el periodismo. El historiador Luis Alberto Romero ha dicho que este “revival” de la Vuelta de Obligado abreva en un nacionalismo patológico que hace emerger al enano nacionalista que la sociedad argentina tiene muy arraigado. Por ello recuerda que para los historiadores profesionales la nacionalidad es una construcción social y no una esencia.
Eric Hobsbawm observó que la idea de nación reconoce tres etapas conceptuales muy diferentes: la primera ligada a la Revolución Francesa homologa nación con pueblo y tiene un carácter profundamente inclusivo. Todo el pueblo es la nación, el enemigo era la aristocracia. 
El sitio donde estuvo ubicada la batería argentina es hoy un sitio histórico, con monumentos e inscripciones que recuerdan el hecho.
La segunda concepción es la que asociamos con las corrientes de derecha. El nacionalismo en este caso es excluyente. Enfrenta a las naciones, habla de superiores e inferiores, se desliza con facilidad al fascismo. El tercer nacionalismo posible es el que enfrenta a las naciones sometidas con sus metrópolis, es lo que se ha dado en llamar antiimperialismo y resalta los valores nacionales y la soberanía como impulso a la libertad a la autodeterminación de los pueblos. Por eso reivindicar en la historia aquellos momentos en los que se enfrentó a los imperios no es despertar al enano nacionalista sino muy por el contrario recordar que si bien es cierto que la nación no es una esencia, sino que es algo que se construye, está muy claro que esa construcción está jalonada de atrevimientos como el del 1845 y de derrotas que se convierten en victorias. En los días que corren es bueno tenerlo presente.
por Sergio Wichñevsky, historiador, UBA.
Fuente: Diario La Nación 21/11/2010
A dos días del aniversario del combate de la vuelta de obligado
Polémica entre nacionalistas y liberales
Dos historiadores - Pacho O'Donnell y Luis Alberto Romero- polemizan en torno a un hecho histórico que, desde este año, es feriado nacional.
TRANSFORMAR LA DERROTA EN VICTORIA por Luis Alberto Romero
El Gobierno anuncia la gran celebración de un aniversario de la Vuelta de Obligado, la batalla en la que, el 20 de noviembre de 1845, las tropas de Rosas intentaron inútilmente bloquear el acceso de la flota británica por el río Paraná. Paralelamente, los escritores neorrevisionistas baten el parche y despiertan sentimientos e imaginarios de un nacionalismo hondamente arraigado en nuestra sociedad. A la vez, por qué no, realizan un buen negocio editorial.
Como de costumbre, anuncian la revelación de un episodio que la "historia oficial" ha mantenido oculto. En realidad, el episodio de la Vuelta de Obligado puede ser leído en casi cualquier libro que se ocupe del período. Por ejemplo, en dos autores clásicos y de ideas diferentes: José Luis Busaniche y Ernesto Palacio.
Croquis del desarrollo del combate donde puede observarse la ubicación de las baterías argentinas y la curva del río Paraná.
Dos probos historiadores británicos, H. S. Ferns y John Lynch, han dicho todo lo que necesitamos saber acerca de las trapisondas del lobby de comerciantes e industriales de Liverpool y Manchester, que presionó permanentemente sobre la política del Foreign Office en el largo conflicto de la Cuenca del Plata. Tulio Halperin Donghi, hace 40 años, trazó un balance equilibrado del asunto, bastante favorable a Rosas: sin cuestionar los sólidos lazos que ligaban con Gran Bretaña a los hacendados y comerciantes porteños e ingleses -dice-, Rosas defendió encarnizada y a la larga eficazmente la independencia política de la región, en la época de la "política de las cañoneras", cuando nadie podía asegurar cuáles serían los límites del colonialismo europeo. Rosas puso esos límites.
Juan Manuel de Rosas
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Juan Manuel de Rosas hacia 1845, retratado por Fernando García del Molino

13º Gobernador de Buenos Aires
8 de diciembre de 1829-17 de diciembre de1832
PredecesorJuan José Viamonte
SucesorJuan Ramón Balcarce

17º Gobernador de la Provincia de Buenos Aires
7 de marzo de 1835-3 de febrero de 1852
PredecesorManuel Vicente Maza
SucesorVicente López y Planes

Datos personales
Nacimiento30 de marzo de 1793
Buenos AiresBandera de España Virreinato del Río de la Plata
Fallecimiento14 de marzo de 1877 (83 años)
SouthamptonFlag of the United Kingdom.svg Reino Unido
PartidoPartido Federal
CónyugeEncarnación Ezcurra
HijosManuela Rosas
ProfesiónEstancieromilitar y político
OcupaciónPolítico y soldado
Firma del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas.jpg
Firma de Juan Manuel de Rosas
Coincido con esos balances, que destacan no tanto las heroicas acciones militares en el Paraná como la tozuda y cazurra práctica diplomática de Rosas en los cuatro años siguientes. Me parece más difícil de aceptar, en cambio, que la batalla del 20 de noviembre de 1845 haya sido una gran "epopeya nacional", como se dice.
En primer lugar, fue una derrota. Honrosa y heroica, sin duda; victoria moral, como nos gusta a los argentinos; pero derrota al fin. La de los ingleses fue quizás una victoria a lo Pirro. Pero vencieron. Cortaron las cadenas, rompieron el bloqueo y llegaron con sus barcos a Corrientes, donde la sociedad local admiró los nuevos barcos de vapor y las damas alternaron y coquetearon con los oficiales británicos. Sin embargo, sus logros fueron escasos. Los mercados de las provincias litorales eran menos atractivos que lo supuesto. Ninguno de los jefes políticos antirrosistas, en armas en las provincias litorales, quiso comprometerse con los ingleses. 
Sobre las costas del Río Paraná se desarrolló, en 1845, una de las batallas épicas que consolidó al país como una nación soberana ante el mundo.
Los comerciantes británicos en Buenos Aires continuaron acumulando pérdidas con el bloqueo y reclamando una solución pacífica. Dicho esto, sopesemos el argumento de los neorrevisionistas: las fuerzas militares de Rosas, luego de la derrota del 20 de noviembre, practicaron una tenaz y meritoria guerrilla de retaguardia, que ocasionó pérdidas a la flota y a los buques mercantes ingleses. Un problema más. Por entonces, otros problemas en su vasto imperio informal reclamaron la atención del gobierno británico . En 1846 Aberdeen, cultor de la "política de las cañoneras", fue reemplazado en el Foreign Office por Palmerston, partidario del camino negociado. Hubo una nueva evaluación de la situación del Plata, y aunque el bloqueo se mantuvo hasta 1849, finalmente se llegó a un acuerdo muy honroso para el gobierno de la Confederación, en el que Rosas obtuvo lo que no pudo lograr en el campo de batalla. Celebremos pues el éxito pacífico de la diplomacia y no el fracaso de la guerra. La negociación y no la epopeya.
“Cuadro alegórico de la Batalla de Vuelta de Obligado. Se distingue el “morro”, de donde se amarraban las cadenas para defender la afrenta. El monumento que en ese “morro” se elevaba fue inaugurado el 20 de noviembre de 1940 bajo el gobierno del conservador Ortiz.”
¿Fue "nacional" esta acción? También me parece dudoso. Los revisionistas y neorrevisionistas comparten una idea, de origen alemán, acerca de la existencia de una nación eterna, existente desde siempre y animada por el "alma del pueblo", el volgeist . Una idea importada, pensada para otras realidades, que nuestro nacionalismo aceptó con entusiasmo y aplicó a nuestro caso. Los historiadores profesionales sabemos que las naciones no existen desde siempre, sino que se construyen, en circunstancias determinadas. Casi siempre son impulsadas por Estados, que encuentran en el imaginario nacional su mejor legitimación.
En rigor, en 1845 el Estado nacional argentino todavía estaba en construcción; toda la Cuenca del Plata era un hervidero, y ni siquiera estaba claro qué parte de ella -¿el Uruguay o el Paraguay?- correspondería a la Argentina. Muchos conflictos estaban pendientes de resolución y era difícil saber cómo terminaría la historia, y en consecuencia, cuál de los intereses en pugna sería el "nacional". Nuestros neorrevisionistas dan por sentado que Rosas defendía el interés nacional. Quizá. Pero en la época había opiniones diferentes sobre cómo organizar el país, especialmente entre correntinos, entrerrianos y santafecinos, por no mencionar a uruguayos y paraguayos, cuya independencia Rosas cuestionaba.
A 20 Km del centro, se ubica el paraje de Vuelta de Obligado, reconocida referencia histórica y de gran riqueza natural.
En cambio es seguro que Rosas, bloqueando el Paraná e impidiendo la libre navegación de los ríos, sostuvo los intereses de Buenos Aires, una provincia que, bueno es recordarlo, hasta 1862 vaciló entre integrar el nuevo Estado o conformar un Estado autónomo. Rosas defendió con energía el monopolio portuario porteño, de cuyas rentas, no compartidas, vivía la provincia. Contra Rosas estaban quienes creían que la libre navegación de los ríos los beneficiaría. El conflicto se dirimió luego de Caseros. Mientras Rosas elegía exiliarse en Inglaterra -quizá para estudiar más de cerca a la "pérfida Albión"-, el Pacto de San Nicolás en 1852, y la Constitución Nacional en 1853, abrieron el camino a la libre navegación. Los neorrevisionistas hablan del triunfo de los intereses antinacionales. Eso los llevaría a ubicar a nuestra Constitución en el campo antinacional. A los que vemos en la Constitución el fundamento de nuestro orden institucional nos resulta imposible acompañarlos en esa posición.
“Imagen actual del paraje de Obligado. Vemos la soledad del “morro”, desde donde habló el general de Brigada Juan Ithurbide el 20 de noviembre de 1940. A la derecha de la imagen, el monte de talas, donde los últimos resistentes murieron como valientes.”
Transformar una derrota en victoria. Hacer de una batalla donde primaron los intereses particulares de Buenos Aires un jalón en la construcción de la Nación. Todo eso es algo más que una opinión, poco rigurosa pero aceptable en un terreno por definición opinable, como lo es el pasado. Tal manera de ver las cosas constituye una parte central del "sentido común" nacionalista, muy arraigado en nuestra cultura, a tal punto de haberse convertido en una verdad que se acepta sin reflexión. En su tiempo, el revisionismo ayudó mucho a construirlo. Los escritores neorrevisionistas -confieso que me cuesta llamarlos historiadores- pulsan esa sensibilidad, la refuerzan, y adicionalmente la convierten en un buen negocio: bien publicitado, el nacionalismo patológico vende bien.
Digo nacionalismo patológico porque hay, en mi opinión, otro nacionalismo, al que prefiero llamar patriotismo, sano, virtuoso e indispensable para vivir en una nación. Pero en el sentido común de los argentinos predomina aquel otro: una suerte de "enano nacionalista" que combina la soberbia con la paranoia y que es responsable de lo peor de nuestra cultura política.
Nos dice que la Argentina está naturalmente destinada a los más altos destinos; si no lo logra, se debe a la permanente conspiración de los enemigos de nuestra Nación, exteriores e interiores. Chile siempre quiso penetrarnos. Gran Bretaña y Brasil siempre conspiraron contra nosotros. Ellos fraccionaron lo que era nuestro territorio legítimo, arrancándonos el Uruguay, el Paraguay y Bolivia. La última y más terrible figuración del "enano nacionalista" ocurrió con la reciente dictadura militar. Entonces, el enemigo pasó de ser externo a interno: al igual que los unitarios con Rosas, la subversión era "apátrida" y, como tal, debía ser aniquilada. Poco después, la patología llegó a su apoteosis con la Guerra de Malvinas.
Ese nacionalismo constituye un mito notablemente plástico, capaz de adaptarse a situaciones diversas. Así, nuestro actual gobierno puede hacer uso de él, resucitar muchos de sus tópicos -tarea en la que ayudan estos escritores neorrevisionistas- e incluir en su campaña general contra diversos enemigos -la lista es conocida- este revival de la Vuelta de Obligado que prenuncia una revitalización del mito en beneficio propio, tal como lo está haciendo con la causa de las Malvinas. En 1983, muchos creímos que habíamos logrado desterrar al "enano nacionalista". Hoy, yo al menos lo dudo.
“Imagen actual del paraje de Obligado. Vemos la soledad del “morro”, desde donde habló el general de Brigada Juan Ithurbide el 20 de noviembre de 1940. A la derecha de la imagen, el monte de talas, donde los últimos resistentes murieron como valientes.”
UNA EPOPEYA LARGAMENTE OCULTADA - Pacho O'Donnell
El combate de la Vuelta de Obligado es la expresión a cañonazos de un conflicto que recorre la historia argentina: el de las ambiciones de ciertas dirigencias vernáculas asociadas en beneficio propio con las potencias exteriores del momento, enfrentadas con los intereses nacionales, sobre todo de los sectores populares, que en 1845 fueron organizados y armados por su líder natural, Juan Manuel de Rosas.
Obligado es, junto con el Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas militares de nuestra patria. Una gesta victoriosa en defensa de nuestra soberanía política, económica y territorial que puso a prueba exitosamente el coraje y el patriotismo de argentinas y argentinos, lamentablemente silenciada por la historiografía liberal escrita por la oligarquía porteñista, antipopular y europeizante, vencedora de nuestras guerras civiles del siglo XIX.
Versión que continúa hoy vigente con algunos cambios epidérmicos y con denominaciones oportunistas que, por ejemplo, incorporan el término "social" para disimular su conservadurismo y continuismo. Corriente que, aprovechando los golpes militares y ante la expulsión de la historiografía peronista y marxista de nuestras universidades, se adueñó del poder que administra cátedras, subsidios, becas, empleos.
Ser revisionista no supone ser "antimitrista". Bartolomé Mitre fue un argentino excepcional que dirigió inmensos ejércitos, tradujo La Divina Comedia , llegó a presidente de la república. Y también escribió los fundamentos de nuestra historia al mismo tiempo que la protagonizaba. Tuvo la sensibilidad social de poner en superficie el heroísmo inconcebible de los caudillos altoperuanos, pero no pudo mantener esa objetividad al ocuparse de los caudillos federales tardíos, a quienes perseguía porque se habían constituido en un serio obstáculo para su proyecto de Organización Nacional. La historiografía que el revisionismo cuestiona se plasmó años después, en parte basada sobre sus escritos, pero sobre todo al calor de una "educación patriótica", cuyo objetivo fue hacer que las masas inmigrantes incorporasen "lo nacional" alimentadas por una versión rígida, simplificada y conservadora de nuestra historia. Cuando se habla de "historia oficial" se debe hablar más de Ricardo Levene que de Mitre.
Corría 1845. Las dos más grandes potencias económicas, políticas y bélicas de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, entonces bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. El pretexto "humanitario", infaltable en toda incursión imperial, tuvo la complicidad de los unitarios emigrados en Montevideo: a los "interventores", como les gustó llamarse a los europeos, no los movía otra intención que apoyar a quienes se oponían al gobierno supuestamente tiránico de Rosas.
Es cierto que Rosas era violento; todos en esa época lo eran, también Paz, Lavalle y Urquiza. En cuanto al terror rosista, es sin duda cuestionable la creación de "la Mazorca", una organización parapolicial para perseguir y amedrentar a los opositores; pero también es cierto que en sus períodos más cruentos, octubre de 1840 y abril de 1842, no murieron más de 60 personas, lejos de las 200 ejecutadas por Urquiza en las semanas posteriores a Caseros.
Los motivos reales de la "intervención en el Río de la Plata" fueron de índole económica. Se imponía el castigo a ese gaucho insolente que desafiaba a las potencias europeas con trabas al libre comercio y medidas aduaneras que protegían los productos nacionales, y fundando un Banco Nacional que escapaba al dominio de los capitales extranjeros.
Gran Bretaña y Francia se habían unido para expandir sus mercados aprovechando el invento de los barcos de guerra a vapor, que les permitían internarse en los ríos sin depender de los vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del Brasil. Esas intenciones eran confirmadas por los casi cien barcos mercantes que seguían a las naves de guerra.
Lo más grave para nuestra soberanía era la pretensión de independizar Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones formando un nuevo país, la "República de la Mesopotamia", que empequeñecería y debilitaría aún más a la Argentina, que ya había sufrido el desgarro de la Banda Oriental, con la insólita anuencia de Rivadavia, y del Alto Perú (Bolivia) ante la indiferencia de Alvear. Sería Urquiza, luego de Caseros y en acuerdo con el emperador de Portugal Juan I, quien reconocería la independencia del Paraguay, algo a lo que Rosas se negó con pertinacia.
Ingleses y franceses creyeron que la sola exhibición de sus imponentes naves, sus entrenados marineros y soldados, y su modernísimo armamento bastarían para doblegar a nuestros antepasados, como acababa de suceder con China. Pero no fue así: Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares, decidió hacerles frente. Encargó al general Lucio N. Mansilla conducir la defensa.
Su estrategia fue la siguiente:
1) Era imposible vencer militarmente a los invasores por la diferencia de poderío y experiencia, lo que hacía inevitable que tuvieran éxito en su propósito de remontar el río Paraná.2) Dado que se trataba de una operación comercial encubierta, el objetivo era provocarles daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y lograr así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían luego contundente.3) Era necesario buscar un lugar del Paraná donde fuera posible alcanzar los barcos enemigos con los escasos, anticuados y poco potentes cañones con que se contaba.
Mansilla emplazó cuatro baterías en el lugar conocido como Vuelta de Obligado, donde el río se angosta y describe una curva que dificultaba la navegación. Allí nuestros heroicos antepasados tendieron tres gruesas cadenas sostenidas sobre barcazas y así lograron que durante el tiempo que tardaron en cortarlas los enemigos sufrieran numerosas bajas en soldados y marineros y devastadores daños en sus barcos de guerra y en los mercantes. El calvario de las armadas europeas y los convoyes que las seguían continuó durante el viaje de ida y de regreso, siendo ferozmente atacadas desde las baterías de "Quebracho", del "Tonelero", de "San Lorenzo" y, otra vez, desde "Obligado". 
La estrategia de Rosas y Mansilla tuvo éxito y las grandes potencias se vieron obligadas a capitular aceptando las condiciones impuestas por la Argentina y cumpliendo con la cláusula que imponía a ambas armadas, al abandonar el río de la Plata, disparar 21 cañonazos de homenaje y desagravio al pabellón nacional.
Desde su destierro en Francia, San Martín, henchido de orgulloso patriotismo, escribió a su amigo Tomás Guido el 10 de mayo de 1846: "Los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca". Más adelante felicitaría al Restaurador: "La batalla de Obligado es una segunda guerra de la Independencia". Y al morir le legó su sable libertador.
Insólitamente, hay argentinos que siguen empeñados en negar la importancia de Obligado y hasta objetan la victoria patriota. Aliados así otra vez con los invasores del 45, sobre todo con Francia, que, al calor de la humillación sufrida, insiste aún hoy que la guerra del Paraná le fue favorable. Aducen para ello que superaron las barreras de Obligado, remontaron el Paraná hasta su fin y regresaron. Como muestra, en el Panteón de Napoleón donde se exhiben las banderas enemigas tomadas en victorias militares, se exhibe en el puesto 32 una enseña argentina manchada en sangre recuperada de alguno de los lanchones que sostenían las cadenas.
Pero lo que demuestra su derrota es que no se cumplieron ninguno de los objetivos de la invasión de las potencias: las provincias litorales siguen siendo argentinas, el Paraná es un río interior de nuestro territorio y la Argentina no es un protectorado británico, como habían acordado los unitarios con las potencias "interventoras".
Serían otras las formas, más sutiles y eficaces, que las potencias invasoras, sobre todo Inglaterra, pondrían en juego en el futuro para restañar las heridas y para dominar hasta 1945 nuestra economía, nuestra política y nuestra cultura con la complicidad de sus "socios interiores".
Fuente: Diario La Nación 18/11/2010
LUIS ALBERTO ROMERO (BUENOS AIRES, ARGENTINA, 1944).
Es Investigador Principal del CONICET y profesor titular de Historia Social General en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Dirige el Centro de Estudios de Historia Política en la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín. Dicta cursos de posgrado en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad de San Andrés. Ha dictado cursos en diversas universidades nacionales y en las universidades Católica y de Santiago, en Chile, Nacional Autónoma de México, Federal de Rio de Janeiro, de Salamanca, Valencia y Oviedo, en España, en la École d’Hautes Etudes en Sciences Sociales, y el Graduate Center de la City University of New York. Ha sido director académico de la colección "Historia Visual Argentina", publicada por el diario Clarín (2000), y de la colección "Los hombres del poder", de Fondo de Cultura Económica.
Luis Alberto Romero
Entre sus publicaciones se encuentran Sectores populares, política y cultura: Buenos Aires en la entreguerra (con Leandro H. Gutiérrez, 1995), Qué hacer con los pobres. Elite y sectores populares en Santiago de Chile en el siglo XIX (1996), Volver a la historia (1997), Grandes entrevistas de la historia argentina (con Sylvia Saítta, 1998), Grandes discursos de la historia argentina (con Luciano de Privitiello, 2000), Argentina. Crónica total del siglo XX (2000), y Buenos Aires, historia de cuatro siglos (codirigida con José Luis Romero, 2da edición ampliada, 2000).
Fondo de Cultura Económica ha editado Breve historia contemporánea de la Argentina (1994) y su traducción al inglés A History of Argentina in the Twentieth Century (2006).
Fuente: Fondo de Cultura Económica
PACHO O'DONNEL
Nació en Buenos Aires, es médico especialista en psiquiatría y psicoanálisis, escritor, dramaturgo y director del Departamento de Historia de la UCES. Fue Secretario de Cultura de Buenos Aires y de la Nación, senador nacional, embajador en Panamá y en Bolivia y agregado cultural en la embajada argentina en España.
Por su aporte a la literatura hispanoamericana fue condecorado con la Orden de Isabel La Católica por el Rey Juan Carlos I de España. También fue distinguido por Francia con las Palmas Académicas. La legislatura porteña lo distinguió como ciudadano ilustre.
Pacho O´Donnell
Su obra literaria incluye las novelas Copsi, El tigrecito de Mompracén, Las hormigas de Chaplin, Doña Leonor, los rusos y los yanquis, Las patrias lejanas y el libro de cuentos La seducción de la hija del portero. Recientemente publicó el ensayo La sociedad de los miedos y Cuentos Completos.
Como dramaturgo estrenó Escarabajos, Lo frío y lo caliente, ¿Lobo estás?, Vincent y los cuervos, El sable, Van Gogh, El encuentro de Guayaquil y La tentación, éstas últimas de tema histórico.
Su producción historiográfica puede ser considerada dentro del revisionismo, con la propuesta de iluminar aspectos ocultos de nuestra historia oficial. En esta línea ha publicado El grito sagrado, El águila guerrera, El rey blanco, Los héroes malditos, Historias argentinas y Caudillos federales, y las biografías Juana Azurduy, la teniente coronela; Monteagudo, la pasión revolucionaria; Che, la vida por un mundo mejor y Juan Manuel de Rosas, el maldito de la historia oficial.
Una mirada revisionista de la Vuelta de Obligado
La batalla olvidada
La gran epopeya es el último libro de Pacho O´Donnell, sobre el combate de la Vuelta de Obligado que, según el autor, fue “jibarizado” por la historiografía liberal. Una gesta protagonizada por Juan Manuel de Rosas y los sectores populares, la “chusma”, que resistieron el ataque de Francia e Inglaterra. El Gobierno está organizando un gran evento alrededor de esta batalla, que se conmemora el 20 de noviembre.
La batalla y los protagonistas. El desigual combate entre la más poderosa flota del momento y los criollos, que resistieron bravamente. Juan Manuel de Rosas y su cuñado, Lucio Mansilla, líderes de la defensa de nuestra soberanía.
Lo que se avecinaba eran las acciones bélicas conocidas como el combate de la Vuelta de Obligado, una gesta heroica en que las precarias armas argentinas lucharon exitosamente contra las dos escuadras más poderosas del mundo, lo que hizo escribir al general San Martín, textualmente, que “esta contienda en mi opinión es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación”.
Sin embargo esa epopeya fue ocultada, desdibujada y jibarizada en los textos oficiales de historia por el principal motivo de que sus protagonistas fueron don Juan Manuel de Rosas y los sectores populares, la “chusma”. Significó la resistencia criolla y popular contra la prepotencia de aquellas naciones con quienes nuestra clase dirigente de entonces pretendía identificarse, servirlas y sacar provecho personal de ello. Metafóricamente fue la resistencia de lo propio, de lo nacional, contra la fuerza de lo ajeno, de lo extraño, que desde la Revolución de Mayo se había adueñado de los sacrificios libertarios de próceres imbuidos de lo nacional, miembros del “partido americano” como Campana, Güemes, Belgrano, los caudillos federales Artigas, Dorrego y otros. Y por supuesto don José de San Martín. Y la historia oficial se encargó de hacerlo desde la historiografía. Contra ello surgió como alternativa la corriente y escuela del revisionismo histórico con la que me siento comprometido y este libro es expresión de sus propósitos.
Los invasores traían también fuerzas mercenarias fogueadas en las guerras europeas. Entre ellas se encontraba una flotilla que ocupó y saqueó Colonia del Santísimo Sacramento obligando a sus habitantes a huir aullando de terror con sus ropas desgarradas. Los saqueadores arrasaban con todo lo que encontraban. El cielo parecía cobrar vida con el relumbre de los incendios.
El jefe de los vándalos, nacido en Niza pero criado en Italia, echó las culpas a la “difícil tarea de mantener la disciplina que impidiera cualquier atropello, y los soldados anglofranceses, a pesar de las órdenes severas de los almirantes, no dejaron de dedicarse con gusto al robo en las casas y en las calles. Los nuestros (italianos), al regresar, siguieron en parte el mismo ejemplo aun cuando nuestros oficiales hicieron lo posible por evitarlo. La represión del desorden resultó difícil, considerando que la Colonia era pueblo abundante en provisiones y especialmente en líquidos espirituosos que aumentaban los apetitos de los virtuosos (sic) saqueadores”. Ni siquiera la iglesia se libró de los desmanes, ya que en ella se celebró la victoria con orgías y borracheras.
Luego la escuadra de mercenarios italianos, aprovechando que el río Uruguay había quedado desguarnecido porque los pocos recursos patriotas se concentraron en el Paraná, repetiría el cruento saqueo en Gualeguaychú y en Salto.
El jefe mercenario de esta horda salteadora era Guiseppe Garibaldi, que años más tarde se constituiría en el héroe de la unidad italiana y prócer nacional de Italia.
Granada Tipo Paixhans de 30 lbs. (Peso: 26.700 gr. - Diámetro: 22 cm ). Los formidables “Paixhans” franceses con sus balas explosivas, comienzan a cobrar un alto precio entre los heroicos defensores.
Una eficaz estrategia de Rosas fue poner en acción medios de prensa que contrarrestaran la propaganda de las potencias agresoras. Uno de ellos fue el Archivo americano y espíritu de la prensa del mundo, que se publicó desde 1843 hasta 1852. Escrito en español, inglés y francés, se encargó a Pedro de Angelis, un valioso intelectual italiano que gozaba de la confianza del Gobernador, ocuparse de asuntos de actualidad. A veces se daban a conocer artículos críticos hacia la Confederación, argentinos o del exterior, con sus correspondientes respuestas. Era también frecuente la difusión de cartas interceptadas a los unitarios.
Mansilla, consciente de su gravísima responsabilidad, después de considerar varias opciones, resolvió fortificar con todos los elementos disponibles el sitio llamado Vuelta de Obligado por su configuración y por su posición estratégica, como consigna en su parte a Rosas: “(...) por la vuelta que hace el río en una punta saliente y difícil de remontarse con el viento, a quien viene navegando, debido al cambio que hace de rumbo el canal principal”.
Las naves argentinas que participaron del combate de la Vuelta de Obligado
Obligado era un paraje situado sobre la margen derecha del río Paraná, que allí baja en dirección NO a SE para desviar luego de N a S y nuevamente de O a E, de allí lo de “vuelta”. Tomó el nombre de su propietario, don Antonio Obligado, andaluz que lo había adquirido a su vez al canónigo Andújar en 1785. El recodo del río, la “vuelta”, tiene una profundidad de 15 metros y  un ancho de aproximadamente 800.
Las fuerzas patriotas disponían sólo de cuatro baterías: dos recuperadas de Martín García y las otras de San Nicolás, anticuadas y necesitadas de reparación por estar desfogonadas o carentes de algunas piezas. La orilla izquierda, en la provincia de Entre Ríos, era pantanosa e inutilizable para la defensa, por lo que las cuatro baterías se instalaron sobre la barranca derecha: la Manuelita, sobre el ángulo de la costa al mando del  teniente coronel de artillería Juan Bautista Thorne, con 7 cureñas de mar, empotradas en troncos de tala, de calibre de 10 y de 8 pulgadas. La segunda batería, la General Mansilla, al mando del teniente de artillería Felipe Palacios, ubicada en forma rasante sobre la barranca, en un declive del terreno, servida por 3 piezas, 2 de 12 y una de 8. La General Brown, del teniente de Marina Eduardo Brown, hijo del almirante, con 5 piezas: una de 24, 2 de 18, una de 16 y una de 12. Y la última batería, la Restaurador Rosas, al mando de Alvaro Alzogaray, ayudante mayor de Marina, armada con 6 cañones, 2 de 24 pulgadas y 4 de 16, ubicada en el tope de la barranca. En la parte baja, casi al nivel del agua, se había comenzado a construir otras tres baterías, pero no hubo tiempo para terminarlas.
Tumba de Rosas en el Cementerio de la Recoleta.
Frente a la batería rasante que llevaba su nombre, para dificultar el paso de los invasores, en un alarde de ingenio, Mansilla atravesó el curso del Paraná con tres gruesas cadenas de hierro afirmadas sobre 24 barcazas desmanteladas, en cuyo remate sobre la orilla entrerriana se posicionó el bergantín Republicano, de madera, armado con 6 cañones de escaso calibre, al mando del capitán Craig y con una tripulación de 2 oficiales, 9 suboficiales, 21 artilleros y 13 marineros.
La fuerza invasora estaba formada por el buque insignia inglés Gorgon, de 1.200 toneladas, a vapor, al mando del comandante en jefe, capitán Hotham; el Firebrand, también a vapor, comandado por el capitán Hope; la corbeta Comus, del capitán Inglefield; los bergantines Philomel, del capitán Sullivan; Dolphin, con el capitán Leving, y Fanny, del capitán Key. Esta flota británica portaba en total 50 cañones, casi el doble de los argentinos y mucho más potentes, mejor puntería y largo alcance.
Juan Manuel de Rosas
La escuadra francesa, por su parte, la integraba el modernísimo vapor Fulton, de 650 toneladas y 16 caballos de fuerza, al mando del capitán Mazeres; la corbeta Expeditive, del capitán De Muriac; los bergantines Pandour, de Du Marc, y Procida, con el capitán De la Riviere, y la nave capitana, St. Martin, del comandante en jefe, Trehouar. Esta última, con el nombre de San Martín, la nave insignia de la Confederación y al mando directo de Guillermo Brown, había sido capturada frente a Montevideo e incorporada a la flota agresora. Los cañones franceses sumaban 49 piezas y en su gran mayoría disparaban modernos proyectiles Paixhans, huecos de bala explosiva de 80 libras y espoleta, con hasta entonces desconocida capacidad de destrucción; también proyectiles Congreve, pioneros de la cohetería bélica. Los cañones ingleses no se quedaron atrás en cuanto a la modernidad y no pocos eran Peysar, de alma rayada, que permitía una afinada puntería y mayor alcance, y se utilizaban por primera vez en un conflicto armado.
Museo Histórico Nacional Grabado de Edmundo Castán según el daguerrotipo con la forma autógrafa de San Martín.
En carta a Tomás Guido en esos días de 1845, don José de San Martín, en su destierro francés, se indignaría:
. “Es inconcebible que las dos grandes naciones del universo se hayan unido para cometer la mayor y más injusta agresión que pueda cometerse contra un Estado independiente”. 
Y agrega, después de otras consideraciones sobre el tema, una admirable afirmación: 
. “Ud. sabe que yo no pertenezco a ningún partido; me equivoco, yo soy del partido americano; así que no puedo mirar sin el menor sentimiento los insultos que se hacen a la América”.
El Libertador conocía a la chusma que había constituido sus ejércitos invencibles y no ignoraba su valor y su astucia en el combate, y esos orilleros, mulatos, indios, gauchos, ahora habían apretado filas en torno al Restaurador “para defender esa palabra nueva –soberanía– repetida en los mensajes de gobierno. Nadie se las había explicado, ni falta hacía, porque para ellos era bien claro que una patria que no se hiciese respetar no era una patria. No eran ideas ni posibilidades: la patria eran ellos, el suelo que pisaban, su manera de ser, sus costumbres, sus padres, sus hijos: algo concreto que todos comprendían y sentían. Por ella podían pasarse sin géneros y sin pan si fuese necesario. Y dar su vida, porque por la patria se muere. Pero también se mata” (J.M. Rosa).
Sitio del río Paraná en donde tuvo lugar el encuentro.
El 17 de noviembre la poderosa flota europea se acerca a donde la esperan los enardecidos defensores de la patria invadida. El 18 es día de reconocimientos y tanteos. El 19 amanece con neblina y sin viento, lo que inmoviliza a los invasores ya que algunos de sus barcos eran a vela. Pero el 20 se presenta favorable para su acción y los aliados avanzan con la St. Martin al frente, una ofensa que enfurece aún más a los argentinos.
Lucio Norberto Mansilla (1792-1871). 
Acuarela de C.E.Pellegrini. 
Museo Histórico Nacional.
Mansilla, ante la inminencia del ataque, arengó a sus tropas:
. “¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra Patria, al navegar, sin mas título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea”.
A continuación, los criollos entonaron a voz en cuello el Himno Nacional acompañados por la banda de Patricios y a su término Mansilla gritó un “ ¡Viva la Patria!” que es respondido atronadoramente por sus hombres y luego sería la orden de “¡fuego!” y las cuatro baterías al unísono comenzaron a descargar sus proyectiles. Eran las ocho y cuarenta y tres minutos de la mañana.
El St. Martin recibe una andanada que lo deja averiado, su palo mayor dañado y 44 de sus tripulantes quedan fuera de la acción, entre ellos el 2° y el 3° oficial. Recibe luego otros once impactos que le destrozan el timón y lo dejan a la deriva. Más tarde, en combate ya generalizado, el bergantín patriota Republicano, agotada su munición, es volado por su capitán, Craig, para que no caiga en poder del enemigo. Los brulotes son soltados pero la correntada los impulsa lejos de
los atacantes.
El fuego europeo hacía estragos en las baterías patriotas, a pesar de lo cual no dejaron de responder con su escasa capacidad de fuego pero que fue suficiente para poner fuera de combate a los bergantines Pandour y Dolphin, para silenciar los cañones mayores de la Fulton, que intentó infructuosamente cortar las cadenas en dos oportunidades, y para obligar a retirarse al Comus. Pero pronto fue evidente que la heroica resistencia no podría mantener a raya mucho tiempo más a los europeos porque los proyectiles iban agotándose y las bajas humanas ya eran considerables.
Esto hizo que un comando de los atacantes pudiera llegarse hasta las cadenas en tres ágiles balandras y a martillazos sobre un yunque improvisado logró cortarlas abriendo la vía por la que se filtró primero la Fulton y luego la Gorgon y la Firebrand, demostrando la ventaja de estar propulsadas a vapor, y desde mejores posiciones bombardearon las baterías argentinas, especialmente a la Manuelita. A las dos y media de la tarde, el eficaz correo le avisa a Mansilla que al sur de las baterías, en la Playa de Pescadores, el enemigo estaba concentrando fuerzas de desembarco. Los milicianos montados de Rodríguez y Quiroga concurrieron al lugar y se encargaron entonces con su destreza de jinetes y con el filo de sus sables de hacerlos regresar a remo a las naves aliadas, ahogándose algunos en el apresuramiento.
Hacia las cuatro de la tarde los proyectiles patriotas ya están casi agotados, lo que facilitó que la batería Restaurador Rosas fuese silenciada por el fuego de la Expeditive. A las 16.50 sería Thorne quien encienda la mecha de su último cañonazo desde la Manuelita. Los ingleses decidieron entonces un nuevo desembarco al mando del jefe de su escuadra, Hotham, ante lo cual Mansilla dio la orden de rechazar el intento a cuchillo, cuerpo a cuerpo. El va al frente, dando el ejemplo, y entonces cae mal herido por la metralla.
La lucha era feroz y los franceses desembarcaron tropas para reforzar a las británicas, siempre apoyados por el intenso y eficaz cañoneo de las naves. Sobre las 19 horas las tropas invasoras se reembarcan habiendo sufrido graves pérdidas humanas.
Las baterías argentinas habían sido demolidas y muchos de sus artilleros muertos o heridos, pero el costo de los aliados también fue grande, dañadas diez de sus once naves, exceptuándose la Firebrand, que se retiró hasta San Nicolás para preservarse.
Juan Bautista Thorne
La resistencia de Thorne desde la Manuelita había provocado grandes destrozos entre los aliados, pero una bala de cañón enemiga lo alcanzó y lo levantó en el aire arrojándolo contra un árbol. Se incorporó de inmediato diciendo: “No fue nada” y continuó combatiendo. A raíz de dicha acción perdió su audición, siendo reconocido desde entonces como “el sordo de Obligado”.
Se dijo que el último cañonazo de los heroicos argentinos lo efectuó el teniente José Romero, y luego, impotente, de pie sobre su pieza humeante, insultó a los invasores hasta que una bala lo mató.
El parte de la alianza invasora rindió tributo al coraje argentino:
.   “Siento vivamente que esta gallarda proeza –decía Trehouart– se haya logrado a costa de tal pérdida de vidas (se refería a las propias), pero considerando la fuerte posición del enemigo y la obstinación con que fue defendida, debemos agradecer a la Divina Providencia que no haya sido mayor”.
Vuelta de obligado
Las bajas patriotas estuvieron de acuerdo al heroísmo con que se enfrentó a un adversario con mucha mayor capacidad de fuego: 250 muertos y 400 heridos, un total de 650 bajas, la tercera parte de los 2.160 combatientes que tomaron parte del combate.
Los 21 cañones de las baterías (sólo se salvaron los 9 de los cuerpos móviles) cayeron en poder del enemigo, que inutilizó o echó al agua a la mayoría, salvo diez de bronce que llevó a Europa para exhibirlos en sus museos e instituciones militares. Los lanchones que sostenían la cadena fueron incendiados.
Las pérdidas europeas fueron: franceses, 18 muertos y 70 heridos; ingleses, 10 muertos y 25 heridos. En cuanto a las pérdidas materiales, los más dañados fueron el St.Martín, que recibió mas de 100 disparos; el Fulton, cerca de 70; el Dolphin y el Pandour sufrieron ambos la destrucción de su velamen y el segundo la pérdida de sus dos anclas. El capitán del Dolphin anotó que “a las 5 de la tarde se recibió la señal para tripular botes armados y reunidos, pero ningún bote tripulado salió del costado del Dolphin por la sencilla razón de que todos nuestros botes estaban atravesados por las balas y se hundían”.
por Pacho O'Donnell - Fuente: Diario Perfil 24/10/2010
Vuelta de Obligado
Reivindicación de una epopeya nacional olvidada

En 1845, Argentina enfrentó a las dos potencias de la época, Francia e Inglaterra. Y las obligó a capitular. El autor e historiador Pacho O'Donnell escribe sobre su última investigación.
combate de la “Vuelta de Obligado” es, junto al Cruce de los Andes, una de las dos mayores epopeyas de nuestra Patria. Una gesta victoriosa en defensa de nuestra soberanía que puso a prueba exitosamente el coraje y el patriotismo de argentinas y argentinos, lamentablemente silenciada por la historiografía liberal escrita por la oligarquía porteñista, antipopular y europeizante, vencedora de nuestras guerras civiles del siglo XIX.
Corría 1845. Las dos más grandes potencias económicas, políticas y bélicas de la época, Gran Bretaña y Francia, se unieron para atacar a la Argentina, entonces bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas. El pretexto fue una causa “humanitaria”: terminar con el gobierno supuestamente tiránico de Rosas, que los desafiaba poniendo trabas al libre comercio con medidas aduaneras que protegían a los productos nacionales, y fundando un Banco Nacional que escapaba al dominio de los capitales extranjeros.
Los reales motivos de la “intervención en el Río de la Plata”, como la llamaron los europeos, fueron de índole económica. Deseaban expandir sus mercados a favor del invento de los barcos de guerra a vapor que les permitían internarse en los ríos interiores sin depender de los vientos y así alcanzar nuestras provincias litorales, el Paraguay y el sur del Brasil. Dichas intenciones eran denunciadas por los casi cien barcos mercantes que seguían a las naves de guerra.
Otro objetivo de la gigantesca armada era desnivelar el conflicto armado entre la Argentina y la Banda Oriental (hoy República del Uruguay) a favor de ésta, que los franceses consideraban entonces protectorado propio. También independizar Corrientes, Entre Ríos y lo que es hoy Misiones formando un nuevo país, la “República de la Mesopotamia”, que empequeñecería y debilitaría a la Argentina y haría del Paraná un río internacional de navegación libre.
Los invasores contaron con el antipatriótico apoyo de argentinos enemigos de la Confederación rosista, que se identificaban como “unitarios”, muchos de ellos emigrados en Montevideo. Fueron ellos los que, vencedores del federalismo popular, escribieron nuestra historia oficial, lo que explica que la epopeya de Obligado haya sido ominosamente ignorada hasta nuestros días.
Ingleses y franceses creyeron que la sola exhibición de sus imponentes naves, sus entrenados marineros y soldados y su modernísimo armamento bastarían para doblegar a nuestros antepasados como acababa de suceder con China.
TÁCTICA Y ESTRATEGIA
Pero no fue así: Rosas, que gobernaba con el apoyo de la mayoría de la población, sobre todo de los sectores populares, decidió hacerles frente. Encargó al general Lucio N. Mansilla conducir la defensa. Su estrategia fue la siguiente:
1) Era imposible vencer militarmente a los invasores por la diferencia de poderío y experiencia lo que hacía inevitable que tuvieran éxito en su propósito de remontar el río Paraná.
2) Pero dado que se traba de una operación comercial encubierta, el objetivo era provocarles daños económicos suficientes como para hacerlos desistir de la empresa y, lograr así una victoria estratégica que vigorosas negociaciones diplomáticas harían luego contundente.
3) Era necesario buscar un lugar del Paraná donde fuera posible alcanzar a los barcos enemigos con los escasos, anticuados y poco potentes cañones que se tenían.
Vuelta de Obligado (20 de nov. de 1845) Corte de las cadenas por parte del Firebrand 
Imágen de impresión británica de 1897  (Gentileza de "Colorado del Monte")
Mansilla emplazó cuatro baterías en el lugar conocido como “Vuelta de Obligado”, donde el río se angosta y describe una curva que dificultaba la navegación. Allí nuestros heroicos antepasados tendieron tres gruesas cadenas sostenidas sobre barcazas y de esa manera lograron que durante el tiempo que tardaron en cortarlas, los enemigos sufrieran numerosas bajas en soldados y marineros y devastadores daños en sus barcos de guerra y en los mercantes. El calvario de las armadas europeas y los convoyes mercantes que las seguían continuó durante el viaje de ida y de regreso, siendo ferozmente atacadas desde las baterías de “Quebracho”, del “Tonelero”, de “San Lorenzo” y, otra vez, desde “Obligado”.
Lucio Norberto Mansilla
Mansilla color.jpg
Retrato de Lucio Norberto Mansilla
Gobernador de la provincia de Entre Ríos
En oficina
28 septiembre 1821 a 12 febrero 1824

Precedido por
Ninguno

Sucesor
Juan León Sola
Detalles personales

Nacido
02 de abril 1789 Buenos Aires

Murió
10 de abril 1871 (82 años)Buenos Aires

Nacionalidad
Argentina

Partido político
Federal

Cónyuges)


Polona Durante, Agustina Ortiz de Rosas

Profesión
Militar


España Virreinato del Río de la Plata (1806-1807) Provincias Unidas del Río de la Plata Confederación Argentina
Argentina 
 

Años de servicio
1806-1807 / 1810-1871

Rango
General
Batallas / guerras

Batalla de Vuelta de Obligado
Lucio N. Mansilla se puso valientemente al frente de sus tropas para rechazar el desembarco de los enemigos y resultó gravemente herido.
Hubo valientes mujeres de San Pedro y de San Nicolás que lucharon a la par de los hombres y que también cumplieron importantes servicios en el cuidado de los heridos. Entre ellas se destacaron, entre otras, Josefa Ruiz Moreno, Rudecinda Porcel, María Ruiz Moreno, Carolina Suárez, Francisca Nabarro y Faustina Pereira, encabezadas por Petrona Simonino.
La estrategia fijada por Rosas y Mansilla tuvo éxito y las grandes potencias de la época finalmente se vieron obligadas a capitular aceptando las condiciones impuestas por la Argentina y cumpliendo con la cláusula que imponía a ambas armadas, al abandonar el río de la Plata, disparar veintiún cañonazos de homenaje y desagravio al pabellón nacional.
Las provincias litorales continuaron siendo parte de nuestro territorio y el Paraná es hasta hoy un río interior argentino.
Desde su destierro en Francia, don José de San Martín, henchido de orgulloso patriotismo, escribió a su amigo Tomás Guido el 10 de mayo de 1846:
. “Los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin mas trabajo que abrir la boca” 
y mas adelante felicitaría al Restaurador:
. “La batalla de Obligado es una segunda guerra de la Independencia”.
Y al morir le legó su sable libertador.
Sable del General José de SAN MARTÍN - Argentina
Por ley 20.770 se conmemora la epopeya del combate de la “Vuelta de Obligado” como Día de la Soberanía Nacional. Por Pacho O'Donnell. Fuente: Diario Clarín 3/10/2010
SAN MARTÍN SOBRE LA VUELTA DE OBLIGADO
El 20 de noviembre de 1845, siendo el general Juan Manuel de Rosas responsable de las Relaciones Exteriores del territorio nacional, tuvo lugar el enfrentamiento con fuerzas anglofrancesas conocido como la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro.
José de San Martín
Desde hacía varios años, los conflictos diplomáticos con Francia e Inglaterra y Buenos Aires estaban a la orden del día. El primer gran conflicto contra Francia ocurrió en 1838, cuando una escuadra francesa llegó a bloquear el puerto de Buenos Aires y todo el litoral del Río de la Plata y, en octubre de ese año, ocupó la Isla Martín García. Todos estos enfrentamientos –a los que se sumaba la guerra de Buenos Aires contra Montevideo y Corrientes- estaban teñidos por la guerra civil entre unitarios y rosistas. En octubre de 1840, las negociaciones llegaban a buen puerto con la firma de una convención entre la nación europea y el gobierno de Rosas, pero se mantenía la guerra con el Uruguay de Fructuoso Rivera.
Pero no tardará Rosas en recibir un ultimátum para que pusiera fin a la guerra con Uruguay y permitiera la libre navegación de los ríos. Ante la negativa, comenzó el bloqueo anglo-francés. Era noviembre de 1845 y las fuerzas enemigas se disponían a remontar el río Paraná. Rosas dispuso que se cortara el paso a las naves extranjeras y, dando cumplimiento a la orden, el 20 de aquel mes, Lucio N. Mansilla preparó el escenario.
La batalla tuvo lugar en la Vuelta de Obligado del Río Paraná. Al intentar avanzar varios buques de guerra y mercantes europeos, las fuerzas argentinas, que habían tendido gruesas cadenas a lo ancho del río, procedieron al ataque.
Aunque las bajas de las tropas nacionales fueron diez veces mayores y los agresores lograron avanzar, fue vano su intento de vender las mercaderías y recibieron nuevos embestidas río arriba. El saldo final fue frustrante para los europeos. Los tratados de paz recién se alcanzarían en 1849 y 1850.
Aquella jornada, que desde entonces se recuerda como un acto de defensa de la integridad territorial, fue declarada por Ley 20.770 de septiembre de 1974 Día de la Soberanía Nacional.
La recordamos con dos cartas escritas por José de San Martín muy poco tiempo después de iniciarse el conflicto; en la primera, respondiendo a una consulta de Federico Dickson, cónsul general de la Confederación Argentina en Londres, intenta desalentar la continuación de hostilidades por parte de Gran Bretaña y Francia; en la segunda, escrita pocos días más tarde, se dirige a Rosas calificando la intervención de “injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia” y manifiesta su apoyo al gobernador de Buenos Aires, lamentando ya no poder ofrecer sus servicios por su deteriorado estado de salud.
Fuente: Julio Irazusta, Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia, Tomo V, La intriga internacional contra la Argentina 1843-1846, Buenos Aires, Jorge Llopis, 1975, pág. 261-292
 

Sr. D. Federico Dickson, cónsul general de la Confederación Argentina en Londres.
Nápoles, 28 de diciembre de 1845.
Señor de todo mi aprecio:
Por conducto del caballero Yackson se me ha hecho saber los deseos de usted relativos a conocer mi opinión sobre la actual intervención de la Inglaterra y Francia en la República Argentina; no sólo me presto gustoso a satisfacerlo, sino que lo haré con la franqueza de mi carácter y la más absoluta imparcialidad; sintiendo sólo el que el mal estado de mi salud no me permita hacerlo con la extensión que requiere este interesante asunto.
No creo oportuno entrar a investigar la justicia o injusticia de la citada intervención, como tampoco los perjuicios que de ella resultarán a los súbditos de ambas naciones con la paralización de las relaciones comerciales, igualmente que de la alarma y desconfianza que naturalmente habrá producido en los Estados sudamericanos la injerencia de dos naciones europeas en sus contiendas interiores, y sólo me ceñiré á demostrar si las dos naciones intervinientes conseguirán por los medios coactivos que hasta la presente han empleado el objeto que se han propuesto, es decir, la pacificación de las dos riberas del Río de la Plata. Según mi íntima convicción, desde ahora diré á usted no lo conseguirán; por el contrario, la marcha seguida hasta el día no hará otra cosa que prolongar por un tiempo indefinido los males que se tratan de evitar y sin que haya previsión humana capaz de fijar un término a su pacificación: me explicaré.
Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside la República Argentina; nadie ignora el ascendiente muy marcado que posee sobre todo en la vasta campaña de Buenos Aires y resto de las demás provincias; y aunque no dudo de que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido de que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero, ello es que la totalidad se le unirán y tomarán una parte activa en la actual contienda: por otra parte, es menester conocer (como la experiencia lo tiene ya demostrado) que el bloqueo que se ha declarado no tiene en las nuevas repúblicas de América (sobre todo en la Argentina) la misma influencia que lo sería en Europa: él sólo afectará un corto número de propietarios, pero la masa del pueblo que no conoce las necesidades en estos países, le será bien indiferente su continuación. Si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante las hostilidades, es decir, declarar la guerra; yo no dudo un momento podrán apoderarse de Buenos Aires con más o menos pérdida de hombres y gastos, pero estoy convencido de que no podrán sostenerse por mucho tiempo en posesión de ella: los ganados, primer alimento, o por mejor decir, el único del pueblo, pueden ser retirados en muy pocos días a distancias de muchas leguas; lo mismo que las caballadas y demás medios de transporte; los pozos de las estancias inutilizados, en fin, formando un verdadero desierto de 200 leguas de llanuras sin agua ni leña, imposible de atravesarse por una fuerza europea, la que correrá tantos más peligros a proporción que ésta sea más numerosa, si trata de internarse.
Sostener una guerra en América con tropas europeas no sólo es muy costoso, sino más que dudoso su buen éxito tratar de hacerla con los hijos del país; mucho dificulto y aun creo imposible encuentren quien quiera enrolarse con el extranjero.
En conclusión: con 8.000 hombres de caballería, del país y 25 o 30 piezas de artillería, fuerzas que con mucha facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre á Buenos Aires, sino también impedir que un ejército europeo de 20.000 hombres salga a 30 leguas de la capital, sin exponerse á una completa ruina por falta de todo recurso; tal es mi opinión y la experiencia lo demostrará, a menos (como es de esperar) que el nuevo ministerio inglés no cambie la política seguida por el precedente.
José de San Martín
Excmo. Sr. Capitán general, presidente de la República Argentina, D. Juan Manuel de Rosas.
Nápoles, 11 de enero de 1846
Mi apreciable general y amigo:
En principios de noviembre pasado, me dirigí a Italia con el objeto de experimentar si con su benigno clima recuperaba mi arruinada salud; bien poca es hasta el presente la mejoría que he sentido, lo que me es tanto más sensible, cuanto en las circunstancias en que se halla nuestra patria, me hubiera sido muy lisonjero poder nuevamente ofrecerle mis servicios (como lo hice a usted en el primer bloqueo por la Francia); servicios que aunque conozco serían inútiles, sin embargo demostrarían que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de la Inglaterra y Francia contra nuestro país, éste tenía aún un viejo defensor de su honor e independencia; ya que el estado de mi salud me priva de esta satisfacción, por lo menos me complazco en manifestar a usted estos sentimientos, así como mi confianza no dudosa del triunfo de la justicia que nos asiste.
Acepte usted, mi apreciable general, los votos que hago porque termine usted la presente contienda con honor y felicidad, con cuyos sentimientos se repite de usted su afectísimo servidor y compatriota
José de San Martín
(*) DEVOLUCION DE LA BANDERA DE VUELTA OBLIGADO
Bandera de Vuelta Obligado
En el Museo de Historia Nacional hay depositada una bandera que fue tomada por los ingleses en la Batalla de Vuelta de Obligado, y devuelta con posterioridad acompañada con un documento presentado por uno de los protagonistas de la histórica batalla: el Almirante Sullivan, de la fuerza invasora. Ya anciano, se presenta cuarenta años después de la batalla, el 26 de octubre de 1883, ante el Consulado Argentino con sede en Londres, para devolver una bandera tomada en Obligado, acompañada del siguiente documento.
“En la batalla de Obligado en el Paraná el 20 de octubre de 1845 un oficial que mandaba la batería principal (era la Manuelita) causó la admiración de los oficiales ingleses que estábamos más cerca de él, por la manera con que animaba a sus hombres y los mantenía al pie de los cañones durante un fuerte fuego cruzado bajo el cual esa batería estaba expuesta. Por más de 6 horas expuso su cuerpo entero. Por prisioneros heridos supimos después que era el coronel Ramón Rodríguez del Regimiento de Patricios de Buenos Aires. Cuando los artilleros fueron muertos, hizo maniobrar los cañones con los soldados de infantería y él mismo ponía la puntería. Cuando el combate estuvo terminado habían perdido 500 hombres entre muertos y heridos de los 800 que él comandaba. Cuando nuestras fuerzas desembarcaron a la tarde y tomaron la batería, con los restos de su fuerza se puso a retaguardia, bajo el fuego cruzado de todos los buques que estaban detrás de la batería, defendiéndola con armas blancas. La bandera de la batería fue arriada por uno de los hombres de mi mando y me fue dada por el oficial inglés de mayor rango. Al ser arriada cayó sobre algunos cuerpos de los caídos y fue manchada con su sangre.
Quiero restituir al Coronel Ramón Rodríguez si vive, o sino al Regimiento de Patricios de Buenos Aires si aún existe, la bandera bajo la cual y en noble defensa de su Patria cayeran tantos de los que en aquella época lo componían. Si el Coronel Rodríguez ha muerto y si el Regimiento de Patricios no existe, yo pediría que cualquiera de los miembros sobrevivientes de su familia que la acepten en recuerdo suyo y de las muy bravas conductas de él, de sus oficiales y de sus soldados en Obligado. Los que luchamos contra él y habíamos presenciado su abnegación y bravura tuvimos grande y sincero placer al saber que habían salido ileso hasta el fin de la acción”. Almirante Sullivan


Remitida con el documento a Buenos Aires, y ante la duda de que el nombre del Coronel Rodríguez como defensor de esa bandera haya sido puesto por error del Sullivan, el hijo de Juan Bautista Thorne hace la consulta al Sr. Victor J. Elizalde, protagonista de la batalla de Obligado, quien le contesta el 21 de abril de 1891 en estos términos:
“En contestación a su muy apreciable del 20 del presente en la que me pide que como combatiente y testigo ocular en el memorable combate de Obligado le certifique a la vez que le adelante algunos antecedentes sobre la conducta que observó su finado padre el coronel Thorne durante la acción, como también fue el coronel Ramón Rodríguez, jefe de algunas baterías que se formaron para resistir al poderoso enemigo que nos asaltó, le diré a usted:
Que el coronel Thorne fue ocupado por el general Mansilla en la construcción y dirección de las fortificaciones, como también se le dio mando de la batería “Manuelita”, de donde se retiró después que las demás baterías habían quemado su último cartucho.
Diré a usted además: la brava y serena conducta de su padre mereció del general en jefe y de todos sus compañeros, la aprobación y el aplauso, por el hecho de que el no abandonó el merlón de su batería, y si lo hacía, era cuando veía que sus artilleros no daban en completo y certero blanco.
Cónstame también que le intimó por dos veces la orden de que suspendiera el fuego y se retirara de la batería, pero él contestó: “que sus cañones le imponían hacer fuego hasta vencer o morir”, mereciendo por este desacato el que fuera arrestado en el convento de San Lorenzo adonde fue transportado herido y sordo. Allí mismo el general Mansilla fue a visitarlo y felicitarlo por su conducta, dejando al retirase la orden de que quedaba levantado su arresto.
En lo que se refiere al coronel Ramón Rodríguez, le diré que este jefe no tuvo otro rol que el de permanecer a la entrada del monte, de donde salió cuando ya no había defensores en las baterías y el enemigo desembarcó dándole la más franca y soberbia carga a al bayoneta, al frente de su batallón Milicianos de Buenos Aires.
Deseando que le satisfaga esta exposición verídica, lo saluda muy atentamente. Victor J. Elizalde.




Posteriormente el hijo de Thorne consultó al historiador Adolfo Saldías, que el 21 de abril de 1891 le contesta en los siguientes términos:
Juan Bautista Thorne

“Estimado amigo:En respuesta a su estimada carta del 20 del presente mes en la que Ud. se sirve pedirme mi opinión si fue el coronel Ramón Rodríguez o el coronel Juan B. Thorne quien mandaba una de las baterías en el combate de Obligado contra las escuadras aliadas de la Gran Bretaña y de la Francia y quien fue el último que se retiró de ese glorioso campo de batalla, le diré que fue el coronel Thorne.
El coronel Rodríguez, benemérito Oficial del Ejército Auxiliar del Perú y del Republicano contra el Imperio del Brasil, no mandó batería alguna en Obligado.
Según se ve documentado en mi “Historia de Rozas y de la Confederación Argentina”, eran cuatro esas baterías, respectivamente mandada por el mayor Alzogaray, por el teniente Brown, por el teniente Palacios y la del extremo izquierdo por el coronel J. Thorne. El coronel Rodríguez tenía mando del batallón de Patricios de Buenos Aires y estaba de flanco en el extremo derecho, no habiendo en esa línea a sus órdenes más que cuatro cañones al mando del teniente José Serezo.
El combate se inició naturalmente contra las baterías de la derecha; rota la cadena que sujetaba los barcos que formaban línea de atajo al pasaje del río, el fuego de los franceses e ingleses se concentró en la izquierda. A las cuatro de la tarde las baterías habían quemado casi todos los cartuchos y cuando la mortandad y el estrago enseñaban la derrota a los argentinos. Pero la batería de Thorne se sostuvo todavía más de una hora. Diósele la orden de retirarse y contestó que le quedaban municiones. Retirósele la orden, y entonces, puesto de pié sobre el merlón de la batería y al ir a arengar a los escasos soldados, fue derrumbado en tierra.
El “Philomel” que mandaba el capitán Sullivan y que venía de vanguardia, operó su desembarco en la costa y fue entonces cuando se tomó la bandera de la batería argentina. La bandera argentina del batallón de Patricios de Buenos Aires fue tomada por los marineros franceses y existe en el hospital de inválidos de Paris. 
No es dudoso, por lo demás, que un jefe de la relevantes cualidades del coronel Rodríguez habría sido capaz de al acción que le supone el almirante Sullivan, pero precisamente por su antigüedad y por sus condiciones, y en los primeros momentos que se siguieron a la acefalía del mando en jefe, producida la herida que postró al general Mansilla, fue el coronel Rodríguez quien lo asumió, llevando personalmente una carga a la bayoneta sobre los ingleses y franceses que desembarcaron cuando apagaron los fuegos de las tres baterías de la derecha y del centro. Los aliados no desembarcaron por frente a la batería de la izquierda que mandaba Thorne sino a la caída de la tarde, cuando ya no podía tronar allí el cañón argentina.
Esta misma comunicación del almirante Sullivan al cónsul argentino en Londres, se publicó en la Tribuna Nacional del 22 de diciembre d 1883, y no hay mas que fijarse en los detalles que da tan caballeresco oficial, y que está perfectamente corroborados por documentos y aún por testigos que sobrevivieron, para comprobar que se refieren no al coronel Rodríguez, sino al coronel Thorne.
El cónsul argentino, señor Guerrico, pariente, según tengo entendido, del coronel Rodríguez, quizá por falta de datos no pudo rectificar la verdad de los hechos, a bien que, repito, al coronel Rodríguez no le fue necesario arrebatar gloria a sus compañeros para recoger la que recogió conteniendo a los vencedores con una soberbia carga a la bayoneta, a la cabeza de sus milicianos de Buenos Aires.
Soy su atento S.S. Adolfo Saldías.
Rodriquez o Thorne...todos cumbieron con su deber...
Leonardo Castagnino
Copyright © La Gazeta Federal / Leonardo Castagnino
Fuentes:
- Saldias, Adolfo. Historia de la Confederación Argetnina.
- Periódico "El Restaurador". San Matín. 3 de septiempbre de 2007
- La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar





































DISCURSO POR “VUELTA DE OBLIGADO” DEL GENERAL ITHURBIDE, EL 1° PRESIDENTE DEL INSTITUTO “JUAN MANUEL DE ROSAS” (1940).

Juan Bautista Ithurbide merece, ante las puertas del 167 aniversario de la batalla de Vuelta de Obligado, el homenaje que no tuvo hasta ahora. Diríamos, un postrer homenaje. El motivo es simple: fue el primer presidente del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” de Buenos Aires desde su creación, en una mesa del restaurante alemán “Edelweiss”, una tarde de junio de 1938. Él se puso a la cabeza de un organismo no estatal que ponderaba al “tirano”, al “bárbaro” Rosas, apenas en el despertar de la revisión histórica, cuando todo era festín liberal y antojadizas interpretaciones de nuestro devenir.

Por empezar, Ithurbide era de los pagos de San Antonio de Areco -¡dónde, sino!-, provincia de Buenos Aires, habiendo venido al mundo el 1° de octubre de 1875. Se alista en el arma de Infantería, una vez ingresado al Colegio Militar de la Nación el día 19 de febrero de 1895. Ya para el 13 de junio de 1899 ostenta el grado de teniente en el Batallón 6 de Infantería.
Más luego, asciende a teniente primero un día de alto contenido patrio: 12 de agosto del año 1903. Para entonces, se hallaba en el Estado Mayor General del Ejército Argentino. A todo esto, el 27 de septiembre de 1903, Juan Ithurbide se logra recibir de ingeniero civil, pasando a revistar, ahora, en el arma de Ingenieros.
Su trayectoria lo encuentra sucesivamente en el Regimiento 6 de Ingenieros (año 1910), en los Batallones 2 y 3 de la misma arma (1911), y como Jefe del Tercer Batallón de Zapadores Pontoneros entre 1918 y 1919 con el grado de teniente coronel. En marzo de 1920, pasó al Comando de Ingenieros de la Tercera División de Ejército. El último día del año 1919 lo ungen coronel.
Director General de Ingenieros en abril de 1921, se lo reconoció con el importante nombramiento de Director General de Arsenales de Guerra del Ejército en enero de 1923. Siete años más adelante, el 31 de enero de 1929, alcanzó su último escalafón al ser nombrado general de Brigada. Para entonces, había totalizado 41 años de servicio, momento en que pide el retiro efectivo de la fuerza.
Cuando fue oficial del Ejército Argentino, lo han enviado a varias comisiones nacionales (como al Neuquén y Chubut) e internacionales (brindó su profesionalismo y rectitud por Francia, Bélgica, Suecia, Alemania y Noruega).
La curiosidad que siempre demostró por los acontecimientos patrios, lo halló en una mesa llena de pensadores nacionalistas, en la que abundaban el olor a cigarros y la borrasca de licores fuertes. Su intachable foja de servicios, que incluyó su proclamación como presidente de la Sociedad de Socorros Mutuos del Ejército y la Armada, fue suficiente para darle la máxima responsabilidad –repetimos, en tiempos oscuros donde el Restaurador era despreciado- en el flamante Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” de la ciudad de Buenos Aires.
Muere el general de Brigada don Juan Bautista Ithurbide el 15 de noviembre de 1941. Desde casi un año atrás, el teniente de Navío Lauro Lagos ejercía como presidente del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”.
DISCURSO A LA GESTA DE OBLIGADO DE 1940

El 20 de noviembre de 1940, jornada en la que el general de Brigada (R) Ithurbide dirigía unas palabras en el histórico paraje donde se ubicaba la Batería “Manuelita”, en la localidad de Vuelta de Obligado, por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional se terminaba de ejecutar la obra de “protección y embellecimiento” del famoso “morro”, reliquia histórica donde en 1845 fueron amarradas las tres filas de cadenas que, atadas en el otro extremo de la costa, impidieron por durante 8 horas el avance de la caravana de buques anglo-franceses. Este mojón, hoy convertido en islote que puede mejor apreciarse en la zona donde se emplazaba la Batería “Mansilla”, ya no luce con su obra levantada y embellecida en 1940. De acuerdo a registros fotográficos de mediados de la década de 1960, su deterioro era notable. Probablemente el descuido de la gente que visitaba Obligado y la fuerza indómita de las crecidas hizo el resto.

A 95 años de haberse producido el combate que determinó el “Día de la Soberanía Nacional”, el primer presidente del entonces Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, general de Brigada Juan Ithurbide, pronunciaba las siguientes palabras:

“Señoras y señores:

“El Poder Ejecutivo de la Nación entendiendo ser un acto de justicia histórica nacional que honra a las armas argentinas, a solicitud del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, ha tenido a bien disponer se hagan las obras indispensables de conservación y defensa de este original “Morro” que, desde hace siglos y por milagro de sus leyes, formó y conservó la naturaleza. Menciona el decreto ser una reliquia histórica, tal cual nosotros la entendemos, pues fue testigo en la sangrienta batalla sirviendo de amarre de las cadenas que atravesaban el río como obstáculo al pasaje de la poderosa flota franco-inglesa. Esta flota ensoberbecida, por su potencia y por sus desmanes ventajosos en Montevideo y Martín García, creyó que impunemente podría imponer su voluntad con el cañón, haciendo tabla rasa de nuestro legítimo dominio y prescindiendo de nuestros derechos de soberanía como si constituyéramos un país despreciable que no perteneciera al mundo civilizado.
“Este acto de justicia del P.E., hermoso y trascendente que retempla el sentimiento argentino para satisfacción de las generaciones presentes y futuras, es un primer jalón a la consideración pública por la reparación histórica, fruto de nuestra honrosa campaña a la que consagramos nuestra acción para que el pueblo argentino conozca la historia real de nuestro pasado en la época del Gobierno de Don Juan Manuel de Rosas; época oscurecida y denigrada por sus detractores interesados, dueños del poder después de Caseros, con ayuda del dinero y de las fuerzas de mar y tierra extranjeras; con cuyo poder han ejercido presión sobre las conciencias, llegando hasta negar a los familiares, parientes y amigos consagrar el funeral a su muerte como si no fuera un ser humano; dueños de la prensa principal y de los órganos de publicidad, por cuyos medios de difusión sembraron el territorio de la Nación de panfletos y novelas sangrientas difamantes reeditadas hasta hoy; dueños de las escuelas, en las cuales sus textos de historia y conferencias han consignado y referido lo que les ha convenido a sus intereses partidarios; y lo que es más horroroso la destrucción de los documentos existentes en Palermo, el incendio de los archivos en la casa de Rosas cuyos documentos pertenecían a la historia, y la sustracción de documentos importantísimos de los Archivos de las provincias, pretendiendo con todo ello impedir que las generaciones futuras pudieran conocer la verdad de ese pasado histórico.
“Pero todo esto, señores, tiene término en la vida de los pueblos. La juventud estudiosa, libre de prejuicios y de espíritu eminentemente argentino, que se levanta erguida de patriotismo en todo el ámbito del país, que ausculta las fuentes de la verdad del pasado histórico, comprende que en esta lucha titánica por la prevalencia de los legítimos valores nacionales, a despecho de la oposición de los encaramados y beneficiados por las posiciones ventajosas, comprende que la lucha será recia y larga porque la reparación histórica lleva en sus entrañas la reparación política y económica de la Nación.
“Congregados aquí, con esta manera de sentir y pensar, hemos concurrido a honrar el gesto criollo que en esta heroica lucha tan desigual para nosotros, por la inferioridad de los armamentos, puso de relieve lo que puede un pueblo decidido por convicción a su defensa, y cuya voluntad ardiente empujadora por la pasión sagrada de sus derechos se arroja con fe en el sacrificio de su deber hasta el extremo del martirio.
“Ejemplos de este orden, dignos de admiración en el mundo, fue esta gigantesca acción, que si bien no fue una victoria para nuestras armas, fue en cambio un exponente de gloria del patriotismo, por el sacrificio de sangre y gesto heroico en lucha tan desigual. Esta gloriosa acción y las sucesivas a lo largo del Paraná que coronaron con el triunfo en el “Quebracho” vibraron allá en Europa en el pecho del Brigadier General Don José de San Martín, quien haciendo justicia a nuestro Campeón de la Unidad Nacional y Soberanía Nacional, el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, exclamó vibrante de satisfacción refirmando ante el mundo como sentencia incontrastable: “La independencia de América es irrevocable”.
“¡Ejército de “Obligado”: firme en tu ideal, como aquel Ejército que coronó en la gloria cruzando el gigante Andino, proseguiste luchando y culminaste en la victoria, en fe de tu destino!
“Repercutía en los pueblos de América la tenaz resistencia argentina. Todos nuestros hermanos de origen hispánico, temerosas de los mismos desmanes extranjeros, estaban pendientes de los resultados de nuestra lucha. Cada triunfo nuestro era saludado con desbordes de alegría; y allá en Lima, capital del Perú, se echaban a vuelo las campanas de los templos dando gracias al Creador.
“Señores: Estas placas de bronce que en este Santuario histórico nos recuerdan las baterías de la defensa y que fue donde más se concentró el fuego mortífero del enemigo que disponía en general de cañones diez veces superiores a los nuestros en su calibre, son páginas del libro inmortal de nuestra historia cuyas acciones heroicas vibrarán eternamente en el sentimiento del pueblo argentino como toques de clarines en marchas triunfales hacia la gloria.
“¡Brigadier General Juan Manuel de Rosas: el brillo guerrero de la espada emancipadora de América que empuñaba el Padre de la Gloria Don José de San Martín, y que en mérito a tu firme y legítima defensa de nuestra Patria fuiste su preferido heredero, fulgurará como un faro de luz potente sobre la lóbrega noche tendida por las leyendas de tus detractores, e iluminará a la razón y a la justicia de los argentinos la razón de ser de la acción de tu Gobierno como necesaria e inevitable ante el caos desencadenado por las pasiones disolventes, por la voracidad de la codicia extranjera y la de los enemigos de la Patria. Por todo ello con la profunda fe argentina y cristiana de nuestro convencimiento y sentimiento confiamos ante Dios que la posteridad te hará justicia y honrará tu gloria y tu grandeza!”

Por Gabriel O. Turone

Bibliografía:
– Biblioteca y Archivo de Jorge F. Montiel Belmonte.
–“Homenaje a la Batalla en “La Vuelta de Obligado”. Discurso de apertura”, Revista del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, N° 7, Buenos Aires 1941.
– “El General Ithurbide”, Revista del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, N° 8, Buenos Aires 1941.

Fuente:
http://www.diasdehistoria.com.ar/content/la-vuelta-de-obligado
http://www.elhistoriador.com.ar/documentos/epoca_de_rosas/san_martin_sobre_la_vuelta_de_obligado.php
http://www.lagazeta.com.ar/banderadeobligado.htm
http://jovenesrevisionistas.org/discurso-por-vuelta-de-obligado-del-general-ithurbide-el-1-presidente-del-instituto-juan-manuel-de-rosas-1940/